El Adrogué de Borges: una visita a los paisajes literarios de la memoria
Desde chico, el autor de El Aleph pasó varias temporadas en esa localidad y sus recuerdos dejaron huella en su obra; los eucaliptos, los suburbios y la sombra del hotel Las Delicias
Borges y el laberinto. La multiplicación. El otro. Los espejos. Más que temas, son obsesiones a las que el escritor volvió una y otra vez. El Sur también dejó huella en él. En sus cuentos y poemas están los detalles en los que se detuvo, la relación entre mirada y espacio, la memoria. Dentro de todos los Borges, hay un Borges de Adrogué. Llegó a Adrogué de pequeño, con su familia: "Aprendí a andar en bicicleta y paseé entre los árboles, los eucaliptus y las verjas", dijo en una conferencia que llamó "Adrogué en mis libros", de 1977, que forma parte del volumen Jorge Luis Borges en Almirante Brown. La familia alquiló una quinta, La Rosalinda, que ya no existe. Salir a caminar con su padre era algo recurrente. Después vendría el tiempo en el hotel La Delicia, el de los espejos. "Sobre el portón decía La Delicia, salvo que nadie utilizaba el singular, sino el plural, que es mejor. Hay cuentos míos que parten de ese lugar o regresan a él." Cuando su padre murió, la madre, Leonor Acevedo, compró el terreno y levantó una casa a la que irían durante los veranos con su hermana Norah. Pero en 1953 la vendieron. Hoy funciona allí el museo Casa Borges. Además de las historias, el Sur le da un amigo, el poeta y periodista Félix Della Paolera, quien gestionó el doctorado honoris causa a Borges por la Universidad de Cuyo. Con su amigo Grillo -así le decían a Della Paolera por su costado insomne- almorzará muchos sábados de su vida y compartirá las caminatas por esos rincones del Sur.
Un recorrido posible
1. Viejo puente de ferrocarril y altura Camino de las Tropas. Aparece en el cuento "La intrusa" el rancho de los Iberra, en Turdera. Sobre cómo construyó este cuento, Borges escribió: "Había empezado la historia de dos hombres, dos hermanos que se disputan la misma mujer. [?]Me acordé entonces de los hermanos Iberra, de quienes muchos de ustedes tendrán noticias. ¿Por qué no ocurrirlo en Turdera? Pensé: si sitúo un cuento mío en Turdera en mil ochocientos noventa y tantos, ¿quién puede saber cómo eran los hombres de aquellas orillas del Sur? Prefiero situar mis cuentos en las orillas de Palermo o en las orillas de Adrogué, a fines del siglo pasado". Con su amigo Grillo Della Paolera caminaban por Turdera, lindero a Adrogué.
2. Monumento representativo para recordar el hotel La Delicia. (Pasaje Las Delicias.) Se lo menciona en "Adrogué", poema del libro El hacedor. "Lo que he tratado de decir sobre Adrogué, sobre el Sur, sobre el hotel Las Delicias, todo lo he dicho mejor, creo, en un poema". Del hotel Las Delicias, de enorme influencia en el imaginario borgeano, hoy apenas se conserva esa escultura. Y una vez más están los eucaliptos. "Su olor medicinal dan a la sombra/ Los eucaliptos: ese olor antiguo/ Que, más allá del tiempo y del ambiguo/ Lenguaje, el tiempo de las quintas nombra." Y al fin de otra estrofa: "Pero todo esto ocurre en esta suerte/ De cuarta dimensión, que es la memoria [?] En ella y sólo en ella están ahora/ Los patios y jardines". El cuento "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius" también alude al hotel. La primera oración es así: "Debo a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar". Y los trenes, el punto cardinal de tres letras, la vida en las plantas, la ficción en los espejos. Aparece, como él lo llamaba, en plural, "Las Delicias", a medida que avanza la acción, así: "Algún recuerdo limitado y menguante de Herbert Ashe, ingeniero de los ferrocarriles del Sur, persiste en el hotel de Adrogué, entre las efusivas madreselvas y en el fondo ilusorio de los espejos".
3. Su casa (Diagonal Brown 301). Es el chalet en el que pasó los veranos con su madre y su hermana Norah. "De regreso de Europa, mi madre edificó una casita frente a la plaza Almirante Brown, que tuvimos que vender. Me acordaré siempre de las cadenas y de las anclas y de la estatua." La que era su habitación daba a la plaza principal, a las copas de los árboles de los que siempre habló: la conocida referencia al olor de los eucaliptos. "En cualquier parte del mundo en que me encuentre, cuando siento el olor de los eucaliptos, estoy en Adrogué." Hoy funciona allí la Casa Borges, inaugurada en 2014 como un proyecto municipal con el apoyo de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, que dirige María Kodama. Fue Kodama la que elogió una de las intervenciones, el mural de Fernanda González Latrecchiana, artista plástica especializada en murales que apelan a la identidad de las ciudades. El que hizo muestra a Borges de espaldas, acompañado por un tigre, animal que era su pasión. También hay obras de Lili Esses, Jorge Aranda, Andrea Bravo y Elena González. Para hacer la recorrida, está la palabra de Teresa López, licencia en Letras y Bibliotecología, que conoce muy de cerca la obra de Borges. Los eucaliptos aparecen también en "La muerte y la brújula". El cuento empieza así: "De los muchos problemas que ejercitaron la temeraria perspicacia de Lönnrot, ninguno tan extraño -tan rigurosamente extraño, diremos- como la periódica serie de hechos de sangre que culminaron en la quinta de Triste-le-Roy, entre el interminable olor de los eucaliptos".
4. Biblioteca Esteban Adrogué (La Rosa 974). Circulaba el rumor sobre las ganas de Borges de dirigir la biblioteca de Adrogué fundada en 1918. En Jorge Luis Borges en Almirante Brown, se reconstruye esta versión. "En 1955, en momentos en que, según el testimonio de María E. Vázquez, aspiraba a dirigir la Biblioteca de Adrogué, fue nombrado director de la Biblioteca Nacional, máximo honor para quien la concebía como «un sinónimo del Paraíso Terrenal»."
5. Esquina de Quintana 407. Hay mucho Adrogué en el cuento "El Sur". Transcurre en una pulpería, hoy Almacén de Ramos Generales Santa Rita, un restaurante. Narra Borges en el cuento: "Dahlmann había logrado salvar el casco de una estancia en el Sur, que fue de los Flores: una de las costumbres de su memoria era la imagen de los eucaliptos balsámicos y de la larga casa rosada que alguna vez fue carmesí".
6. Calle de casas como quintas. En su cuento "El Aleph", aquel que habla del lugar de todos los lugares, se lee: "Vi una zona de quintas". De lo que Borges registró en esas caminatas con su padre, más tarde diría en la Conferencia de 1977: "Me acompaña -mis fechas son inciertas, pero qué importan las fechas, que son lo más vago que puede haber-, todo eso me acompaña desde mi niñez en Adrogué. Porque Adrogué era eso entonces (no sé si ahora lo es): es un largo laberinto tranquilo, de quintas, un laberinto de vastas noches quietas".
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