Ejercitar la bondad
Jorge Monteleone
Materia
Por Carlos Battilana
Entre las razones que hacen releer un poema se halla no sólo adherir a esa simpatía con el poeta en que el lector encuentra un eco de sí mismo, sino también el intento por descubrir el enigma de su revelación, dónde reside su "magia parcial". Los poemas de Materia, de Carlos Battilana (1964), invitan a la relectura: su pudorosa emotividad y sus iluminaciones de expresión reticente, en versos cuyo ritmo simula una confesión susurrada, apenas distraen de su felicísima potencia.
La melancolía de estos textos es amonestada por una dicción poética cuya condensación atenúan imágenes de paisaje leve: vientos que soplan en los versos, arbustos y parvas, playas grises y espumas delgadas, piedras que ablanda el río, el pasto que acompaña. Esa materia como desleída que cerca el mundo es la escena donde un yo abandonado al devenir busca una certeza: el ejercicio de la bondad -dudosa, insegura- como única piedad ante el tiempo que destruye mientras las horas se acumulan. La bondad como un "trabajo", que, sin falsos manierismos, es "un acto de belleza" y se realiza al margen de la riqueza del capital, de los afanes del mercado: es el trabajo de la tradición poética, de las palabras gratuitas, de un ocio puro. Y lo que el poema repite es la evocación de esas escenas en las que cierto acto bondadoso tuvo lugar, como una mitología personal. En este libro, dicho ejercicio se une a la condición de la paternidad. El sujeto poético evoca su infancia donde el padre, que ya ha muerto, ejercía esa tarea y el presente en que él mismo es padre. Y allí en la lengua donde el primero hablaba, el segundo nombra su poesía. Varios poemas recuerdan esas escenas familiares que se proyectan como un film casero o se ven en un álbum de fotos semiolvidado: un padre coleccionando estampillas o sirviendo un asado o paseando por un pueblito; otro padre mirando a sus tres hijos, protegiéndolos, sirviéndolos, aun en el padecer.
Carlos Battilana (1964), que suma Materia a otros espléndidos libros como La demora (2003) y El lado ciego (2005), es sin duda uno de los poetas argentinos más rigurosos y relevantes de su generación.
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