Efemérides inolvidables del Mozarteum
Fue una noche excepcional como memorable. El sábado pasado, en el Teatro Colón, se presentó en el ciclo del Mozarteum Argentino el tenor polaco Piotr Beczala, acompañado por el pianista Camillo Radicke en el piano. Fue el debut del cantante en el escenario porteño y en la Argentina. Beczala es hoy uno de los artistas líricos más importantes. Lo escuchado esa noche fue la prueba de que todo lo bueno dicho sobre él en los medios extranjeros y en las grabaciones era cierto. Esa función, además de lo artístico, fue muy especial dentro de la historia del Mozarteum porque se celebró el comienzo de la 70ª temporada de la institución y se conmemoró con 54 días de anticipación el centenario del nacimiento de su fundadora y presidenta hasta su muerte, Jeannette Arata de Erize (30 de junio de 1922-8 de agosto de 2013).
Antes de que comenzara el recital, Luis Alberto de Erize, actual presidente del Mozarteum e hijo de Jeannette, anunció desde el escenario que, por esas razones, en el intervalo entre la primera y la segunda parte, todos los miembros de la concurrencia desde el paraíso hasta la plantea estaban invitados a brindar con una copa de champagne. Esa invitación dio origen a un hecho emotivo: varios de quienes, como estudiantes, habían sido miembros del Mozarteum de la Juventud hace décadas y seguido las primeras temporadas desde galería y paraíso, se volvieran a encontrar ahora con sus compañeros de aquellos tiempos como abonados de palcos y plateas.
Después de dos años de no escuchar a grandes artistas en vivo, la voz hermosa, plena y expresiva de Beczala reveló una vez más que no hay medio de reproducción que sea absolutamente fiel al manantial del sonido sin intermediarios. La abstinencia artística, vocal y auditiva sufrida durante la pandemia no pudo hacer olvidar la caricia de la voz emitida y escuchada en el mismo espacio sonoro y en el mismo tiempo. El filósofo y escritor Walter Benjamin dijo en sus escritos que los modernos medios de reproducción han eliminado el “aura” del arte. Sólo en parte esa afirmación es cierta. Es inevitable que, en algún momento de la vida, el deslumbramiento y el descubrimiento de estar frente a una obra de arte original recobre su brillo primero. La voz de Beczala cura ese tipo de “amnesia”: no hay que temer en ningún momento que algo no se escuche como es debido. El teatro entero vibra con ella.
Beczala empezó con el repertorio italiano, Verdi, Leoncavallo, Francesco Paolo Tosti. Su interpretación estuvo sostenida por la seguridad de esa voz que sube hasta agudos inalcanzables y se mantiene allí sin límite de tiempo. Se me ocurrió que era un cantante ideal para el repertorio italiano, pero me pregunté qué ocurriría con otro tipo de composiciones. Tuve la respuesta cuando el tenor cantó L’amour… Ah! Lève toi soleil!, de Gounod; un aria de Eugenio Oneguin de Tchaikovsky; y bellísimas canciones de Sergei Rachmaninoff, poco interpretadas en Buenos Aires: Beczala era igualmente eficaz. No fue un mérito menor del concierto el subtitulado de la traducción en español de los textos, incluida también en los comentarios del programa de mano escrito por Claudia Guzmán.
En la selección de obras, Beczala compensó las muy conocidas como Mattinata, de Leoncavallo; “Questa o quella”, de Un ballo in maschera, de Verdi; “E lucevan le setelle” y “Recondita armonía”, de Tosca, de Puccini, con las menos populares de Rachmaninoff y “Aria z hurantem”, de Straszny Dwôr (La mansión encantada), del compositor polaco Stanislaw Moniuszko (1819-1872).
Setenta años de arte, brindados por el Mozarteum con el entusiasmo y la precisión elegante que no deja notar el esfuerzo, son un milagro de tesón y de espíritu en la Argentina.
Temas
Otras noticias de Manuscrito
Más leídas de Cultura
Un honor. Mónica Cahen D’Anvers recibió el diploma de la Academia de Periodismo en un emotivo acto con la voz de Sandra Mihanovich
La Bestia Equilátera. Premio Luis Chitarroni. “Que me contaran un cuento me daba ganas de leer, y leer me daba ganas de escribir”
Martín Caparrós. "Intenté ser todo lo impúdico que podía ser"
“La Mujer Gato”. Eduardo Costantini logró otro récord para Leonora Carrington al pagar US$11,38 millones por una escultura