Eduardo Costantini invirtió 25 millones de dólares en arte latinoamericano durante la pandemia
El fundador del Malba compró para su colección personal una veintena de obras, incluidas dos de Wifredo Lam y Remedios Varo que marcaron récords para los artistas; las prestará para muestras
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La noche del 29 de junio de 2020, desde su casa, Eduardo Costantini siguió por teléfono y online, en simultáneo, una subasta internacional destinada a iniciar “una nueva era”. Así lo anunció Sotheby’s al orquestar en plena pandemia una maratónica oferta de obras de arte transmitida en vivo por streaming desde sus sedes en Londres, Hong Kong y Nueva York. Mientras la economía mundial se derrumbaba por el avance del coronavirus, el fundador del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) invirtió en cuestión de minutos más de 16 millones de dólares.
De las cuatro pinturas que compró esa noche, dos marcaron récords para sus creadores: pagó 9,6 millones por Omi Obini (1943), del cubano Wifredo Lam, y 6,18 por Armonía (Autorretrato sugerente, 1956), de Remedios Varo, española exiliada en México. Apenas dos de las 21 obras que adquirió entre 2020 y 2021, por un total de 25 millones de dólares. Varias de ellas no se exhiben al público desde hace tres décadas y ahora estarán disponibles para ser prestadas, tanto al Malba como a importantes muestras e instituciones internacionales.
“Esa subasta fue histórica porque no fue presencial. Yo antes compraba a distancia por teléfono, pero fue la primera vez que intervenía en un remate virtual. Se ha incrementado el hábito de comprar online, y eso tuvo un peso muy grande en el mercado de arte”, señaló a LA NACION Costantini, coleccionista de arte moderno latinoamericano desde hace medio siglo. “Compro obras todos los años, no importa lo que pase –agrega-. En todas las épocas, el buen arte mantiene su valor. Pero épocas de crisis aparecen obras impensadas como el Lam, que fue una sorpresa. No recuerdo que hubiera uno de esa calidad en remates en los últimos 25 años”.
Algo similar ocurrió por ejemplo cuando se subastó la Colección de IBM, en 1995, en plena crisis provocada por el “efecto Tequila”. Otra noche histórica en la que sí estuvo presente, en las salas de Sotheby´s en Nueva York. Y se vio obligado a elegir por una limitación de presupuesto entre el Autorretrato con chango y loro (1942), de Frida Kahlo, y Baile en Tehuantepec (1928), de Diego Rivera. Se decidió por la primera, que donaría luego al Malba y se convertiría en un icono de la colección del museo.
Dos décadas más tarde volvió a presentarse la oportunidad de comprar la de Rivera y esa vez no dudó, aunque su precio se había quintuplicado. Concretó la operación en forma privada por 15,7 millones de dólares, la cifra más cara para una obra de arte latinoamericano. Fue exhibida desde entonces en el Malba -donde se reencontró con la de Frida-, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de Madrid, que presentó su colección en paralelo a la participación de la Argentina como país invitado en ARCO 2017, y en la exhibición Vida americana del Whitney Museum, en 2020. El año próximo participará de la muestra Diego Rivera’s America, en el MoMA de San Francisco.
Al MoMA de Nueva York el Malba le había prestado en 2018 la codiciada Abaporu, una de las estrellas de su colección donada por Costantini, para la primera exposición monográfica de Tarsila do Amaral en Estados Unidos que pasó también por el Instituto de Arte de Chicago. “Cuando viajó a Brasil, marcó un récord histórico de visitas –recuerda Costantini-. Es la Gioconda brasileña, un ícono nacional que está en los libros escolares, porque tiene un valor simbólico único: se le atribuye la representatividad del movimiento modernista local”.
Durante el último año y medio, Costantini adquirió varias piezas creadas en Brasil, el país más representado después de la Argentina en la colección del Malba: Urso (1925), de Vicente do Rego Monteiro; Tocadora de banjo (1925), de Victor Brecheret; Elevador social (1966), de Rubens Gerchman; Maquete para o meu espelho (1964), de Antonio Dias, y tres del poeta concreto Augusto de Campos: Ojo por ojo, SS y El anti-ruido (1964).
Los dos primeros tienen especial relevancia porque “participaron en la Semana de Arte Moderno, realizada en el Teatro Municipal de San Pablo en febrero de 1922, un momento clave en la renovación del arte de Brasil”, recuerda el fundador y líder de la desarrolladora Consultatio, que hace dos décadas donó más de doscientas obras al Malba –incluidas piezas clave del arte moderno latinoamericano, como las mencionadas de Frida y Tarsila- y volvió a iniciar de cero su colección personal. Mientras, se derrumbaban las Torres Gemelas y el país atravesaba una de las peores crisis de su historia.
Aunque aún sigue asumiendo un déficit anual cercano a los dos millones de dólares para sostener el funcionamiento del museo, que celebrará dos décadas el próximo 21 de septiembre con un patrimonio de más de 700 obras, en noviembre último el empresario dejó en manos de Teresa Bulgheroni la presidencia de la fundación que lo administra. Sin nadie a cargo de la dirección desde la reciente partida de Gabriela Rangel, en mayo se sumó al equipo como curadora en jefe María Amalia García, asesora curatorial de Inés Katzenstein en la muestra Sur Moderno, en el MoMA.
Para la muestra aniversario, una antológica dedicada al artista uruguayo Rafael Barradas, Costantini prestará otra de las obras adquiridas en los últimos meses: Café (1918), que llegará a la Argentina días después de inaugurada la muestra. La dedicada a Remedios Varo, que se exhibió en Malba hasta febrero último, incluyó Simpatía (La rabia del gato), pieza que se encontraba en una colección privada desde 1971 y que compró en 2019 en Christie’s por 3.1 millones de dólares. El doble de esa cifra pagó en aquella memorable subasta virtual por otra pintura de la artista surrealista, en momentos en que la exposición permanecía cerrada por la pandemia. “Las dos viajarán en los próximos meses a una importante muestra internacional en Europa”, adelantó el empresario, sin dar más precisiones.
Además de las de Varo y Lam, Costantini compró también esa noche de junio Paisaje cubano (1943) de Mario Carreño, por 300.000 dólares, y Autorretrato (1951), de la poeta y pintora surrealista Alice Rahon, por 81.250. “Me falta verlas todavía. Me ha pasado muchas veces”, dijo a LA NACION, orgulloso de una lista de compras recientes que se completa con piezas de Alejandro Otero (Venezuela); Alipio Jaramillo (Colombia), Carlos Mérida (Guatemala/México) y los argentinos Aída Carballo y Facundo de Zuviría. De este último compró varias fotografías que incluyen su serie icónica Siesta argentina (2001-2003), presente en las colecciones del Met y el MoMA.
“La mayoría de estas adquisiciones estaban en colecciones privadas, fuera del circuito y no se exhibían públicamente desde hace más de treinta años –señala Costantini-. De esta manera, se abre la posibilidad de exhibir estas obras en Buenos Aires y de concretar préstamos a otras instituciones internacionales”.
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