Edgar Allan Poe: el torturado que inventó toda la literatura moderna
Cuando se cumplen 170 años de su muerte, el poeta y narrador sigue siendo admirado; razón, drama, alcoholismo e inteligencia
¿Sería mucho decir que inventó la literatura moderna? Muy probablemente. ¿Sería del todo inexacto? Para nada. Inventó el gótico en sus nuevas inflexiones, el policial de enigma, el terror, aun la idea engañosa de que la literatura es un artefacto construido y no un efecto de la "inspiración", inventó a Charles Baudelaire, y sin él no habrían existido ni Borges ni Cortázar (y no por nada los dos lo tradujeron).
Todo se lo debemos. Cualquier juicio acerca de Edgar Allan Poe se volvió, por suerte para él, una tarea casi imposible. Quien recuerde alguno de sus cuentos estará de acuerdo con eso, porque, salvo para quien no los leyó todavía (una persona afortunada), esos cuentos no se leen más: ya se recuerdan. Oscuramente, nos vemos en el espejo infame de "William Wilson" (un Dorian Gray de anticipación); ese ojo abierto del viejo de "El corazón delator" que nos quitaba el sueño a los 9 años nos parece ahora poca cosa en comparación con las pesadillas reales que no nos dejan dormir. "Ligeia", en cambio, da todavía un escalofrío. Pero nada de eso importa: por fin, la gloria de Poe no depende de esos detalles de trama, sino de su estricta construcción.
Poe vivió apenas 40 años; nació en Boston, en 1809, y murió en Baltimore (por una patología que la medicina, como casi siempre, no pudo esclarecer) hace 170 años, en 1849. Esa vida está partida en dos por la muerte de una mujer amada, Virginia Clemm, prima suya, a quien Poe, de 27 años, desposó a los 13 de ella (fraguaron 21). Virginia murió una década después, a los 24 años, y eso cambió para siempre a Poe. Uno no puede no pensar en el poeta Novalis y su amada Sophie von Kühn, muerta jovencísima y convertida en el origen de uno de los poemas mayores de Occidente, los Himnos a la noche. Pero aquello que en el romántico alemán abrió un horizonte ascensional, filosófico y religioso se convirtió en Poe en excusa para el hundimiento.
Algunos suponen que la relación con Virginia era casi de hermanos y que Poe era sexualmente impotente, un expediente que es ahora irrelevante para nosotros y, podría presumirse, también lo era entonces para él, por la sencilla razón de que, tras la pérdida, no le interesaron más que dos (o tres) cosas: la traducción literaria de la pérdida, por un lado, y, por el otro, el alivio espiritual de lo perdido, es decir: el alcohol y el opio. Lo dijo claramente: no fue el alcohol lo que me volvió loco, fue la locura lo que me empujó al alcohol. En "El gato negro" tropezamos con una confesión: "Mi enfermedad se agravaba, porque, después de todo, ¿qué enfermedad es comparable al alcohol?".
El biografismo es una peste, pero resulta difícil sustraerse en este caso. Los poemas "Annabel Lee" o "El cuervo" (escrito antes de la muerte de Virginia) son inconcebibles sin saber quién los escribió. Esos poemas son tan descaradamente dolientes y están habitados por un sentimentalismo calculado con tanta desesperación que bordean la vulgaridad (lo supieron Aldous Huxley y Yeats). Eso, sin embargo, no basta para impugnarlos.
Cuando le dijeron que -no en sus poemas, sino en sus cuentos- imitaba a E. T. A. Hoffmann, contestó: "El terror no viene de Alemania, viene del alma". Claro. Pero el terror se somete a un método. El poema más famoso dedicado a Poe es "Le Tombeau d'Edgar Poe", de Stéphane Mallarmé, con ese verso: "Darles un sentido más puro a las palabras de la tribu". Nunca sabremos qué quiso decir Mallarmé con "puro" y con "tribu", aunque en un escrito posterior sobre él Mallarmé observó que "el tinglado intelectual de un poema se sostiene y tiene lugar en el espacio entre las estrofas". Mallarmé lleva las cosas a un plano especulativo. Entendió el programa completo de Poe: convertir el dolor en un drama teórico. Uno de los escritos menos leídos de Poe (que fue un crítico fuera de serie) es Marginalia. Encontramos ahí lo siguiente: "La maldición de cierto tipo de inteligencia reside en que jamás está satisfecha con la conciencia de su aptitud para hacer alguna cosa. Ni siquiera se contenta con hacerla. Tiene que saber y mostrar a la vez cómo fue hecha". Eso mismo, exactamente, hizo Poe cuando escribió su ensayo "Filosofía de composición", exégesis razonada de su mejor poema, "El cuervo". En lugar de tragedia, el poeta nos entrega un mecanismo implacable orientado a un "efecto". El poema coincide con el cuento: los dos se escriben desde el final..
En su escrito breve "Mes souvenirs d'enfant paresseux", el compositor Maurice Ravel pagó su debido tributo: "En lo que se refiere a la técnica musical, mi maestro fue Edgar Allan Poe. Para mí, el más agudo tratado de composición, aquel que me ha influido más, es el ensayo sobre la génesis de 'El cuervo'". La mayor aspiración de un artista es torcer el rumbo de un arte que no es la suya. Poe conquistó ese privilegio, que muy pocos tienen. Se lo agradecemos más que el terror.
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