Ecoliteratura: a la manera de #NiUnaMenos, las mujeres toman la iniciativa en la defensa del ambiente
Días atrás empezó a circular en redes sociales una carta abierta impulsada por un grupo de escritoras argentinas, relacionada con el "ecocidio" que se vive en el mundo en paralelo a la pandemia. Mientras se multiplicaban los incendios en las islas en el delta del Paraná y en las sierras cordobesas, la carta se hizo pública y hasta hoy cosechó más de dos mil firmas. "Hace días un grupo de escritoras decidimos usar nuestra fuerza de lucha para volcarla a lo urgente, relacionando el ecocidio con la explotación de los cuerpos vulnerables, humanos y no humanos, y el crimen ecológico con el crimen sexual –refiere Claudia Aboaf–. Redactamos una carta que decidimos titular 'No hay cultura sin mundo', dirigida a alertar al público y alcanzar a la política". Eugenia Almeida, Dolores Reyes, Samanta Schweblin, Elsa Drucaroff, María Sonia Cristoff, Gabriela Borrelli Azara, Fernanda García Lao, Silvia Plager, Mariana Enriquez, María Rosa Lojo y Tamara Kamenszain, entre otras autoras, firmaron la carta, que cuenta además con el apoyo de la Unión de Escritoras y Escritores y trabajadores del mundo del arte, el cine y el periodismo. A la manera de #NiUnaMenos, las mujeres toman la iniciativa en la defensa del ambiente.
"El propósito de la carta es visibilizar el tema, que llegue a todas las personas, pero también al Gobierno nacional, al Presidente, a los ministros, a gobernadores e intendentes, a diputados y senadores, a jueces, a políticos, a quienes nos gobiernan hoy porque son los que pueden hacer algo con la situación actual –dice Claudia Piñeiro, comprometida con la defensa del ambiente–. Pero también a quienes tengan voluntad de gobernarnos en un futuro porque esto es una alerta para siempre".
Para la autora de Catedrales, en la literatura argentina contemporánea se revela una creciente preocupación por el tema del ambiente. "De Distancia de rescate de Samanta Schweblin a Desmonte de Gabriela Massuh, varias autoras se ocuparon del tema. También hay libros de no ficción que apuntaron con certeza a esa cuestión, como El agua mala, de Josefina Licitra, o La Argentina fumigada, de Fernanda Sández". Junto con Gabriela Cabezón Cámara y Selva Almada, Piñeiro participó de otro proyecto que alerta sobre el colapso ambiental. Es el video preparado por la asociación civil "Periodistas por el planeta", a cargo de Marina Aizen, Laura Rocha y Pilar Assefh, donde varias autoras y cronistas leen textos alusivos a la "justicia climática" y denuncian el aumento de la tala de los bosques nativos. El video se puede encontrar en redes con los hashtags #DeforestacionCERO2020 y #MujeresPorlaTierra.
Ante la urgencia, nuevos imaginarios
"Siempre que hubo crisis mundiales y la realidad se desmorona, cambia el imaginario en la ficción –remarca Aboaf, autora de la distopía iniciada en El Rey del Agua y continuada en El ojo y la flor–. Es posible que surja el ejercicio narrativo de adelantarnos a un escenario de colapso de los sistemas sociales y económicos conocidos. La literatura puede perforar la malla de las viejas teorías dominantes, no solo desde las narrativas de especulación sino también desde el realismo como crítica social". Además de las ya mencionadas, autoras como Luisa Valenzuela, Mercedes Araujo, María Martoccia, Leticia Obeid y Márgara Averbach renuevan los imaginarios acerca de la crisis ecológica.
La escritora y abogada ambientalista Mercedes Araujo señala que la violación y la degradación de la naturaleza son las características de un sistema que "solo trae pérdidas irreparables en la biodiversidad y daños a los ecosistemas naturales". Su escritura se vincula a esta realidad de distintas formas. "Diría que está situada en ese conflicto –precisa–. En La hija de la Cabra, una novela ambientada a principios del siglo XVIII, la trama central es la apropiación del agua por parte del sistema colonial. Los pobladores originarios, laguneros, ven morir a sus animales y sus tierras se convierten en desierto sin saber que aguas arriba el trazado de la ciudad los va a dejar secos, sedientos y pobres. En mis poemas, la búsqueda es quizá más filosófica. Mi escritura es en y sobre el paisaje. Trabajo cada poema intentando que el yo lírico esté en permanente mutación, humana, vegetal y animal. Intento deshacerme de la idea de la jerarquía humana".
Para el ensayista e investigador Gabriel Giorgi, las narraciones contemporáneas responden a la urgencia ambiental con cambios significativos de perspectivas y escalas. "En ello se juega no solamente un 'tema', sino fundamentalmente modos de narrar: la hechura misma de las historias. No casualmente las narraciones más destacadas en este sentido fueron escritas por mujeres o desde mundos indígenas, en todo caso desde perspectivas a contrapelo de las miradas normativas masculinas y blancas que vieron en la naturaleza un recurso ilimitado, y que nos llevaron al desastre contemporáneo". La nouvelle Distancia de rescate, de Schweblin, es un "marcador clave" de este cambio de perspectiva. "Una naturaleza 'bella' que trafica un actor tóxico, imperceptible, donde oscilamos todo el tiempo entre lo fantástico y lo realista, sin poder estabilizar la realidad de lo que está pasando: el agrotóxico que desplaza las fronteras de lo real y que exige nuevas perspectivas".
Autora de las novelas Desmonte y Degüello, donde la acción gira en torno de negocios que prosperan gracias a la destrucción del entorno, Gabriela Massuh recuerda que durante la cumbre climática de Copenhague de 2009 hubo un solo consenso. "El de los científicos –indica–. Demostraron que desde el inicio de la era de los combustibles fósiles a comienzos del siglo XIX la temperatura del planeta había aumentado un grado. Y afirmaron que si la temperatura aumentaba 1,2 grados más, la civilización tal como la conocimos hasta ahora ya no sería posible. Anunciaron conflagraciones que estamos percibiendo ahora: sequías descomunales, inundaciones prolongadas, ascenso del nivel del agua en la mayoría de las ciudades costeras, desaparición de especies y microorganismos que hacen posible la vida tal como la conocemos. El planeta necesita 'recursos' pero mata los recursos que hacen posible la vida".
Para Massuh, la literatura debe "instalar el escándalo" en un horizonte como el actual, donde la realidad supera las distopías más funestas."Escribí tres libros como una enloquecida Casandra vociferando catástrofes –destaca–. Dije que hemos resignado el espacio público de Buenos Aires por una especulación que nos transformó en guetos de vigilancia privada. Inventé al Topo, un pibe transex de una villa miseria porteña fácilmente identificable que se desliza por una ciudad militarizada y muere solo por intentar salvar los árboles que plantó en el potrero de su vecindario. E hice viajar a un joven hacia Salta para involucrarse en la lucha de unos pobres guaraníes de Orán que se desvivían por salvar sus mínimos cultivos del avance de la soja en territorios que les habían pertenecido desde siempre". Para esta autora la literatura debe volver a producir, además de escándalo por el estado de las cosas, "empatía y piedad por el mundo que alguna vez nos contuvo".
Para leer la carta "No hay cultura sin mundo", y adherir a ella, clic en este enlace.
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Este martes, a las 16, en el canal de YouTube de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, el filósofo italiano Franco "Bifo" Berardi dialoga con Diego Bentivegna y Diego Sztulwark sobre "Respiración umbral: virus y literatura". ¿Puede acaso la literatura salvar el mundo? Las respuestas del pensador quedarán en el archivo del canal de la institución.