Dos mujeres a la sombra de sus famosos maridos: Consuelo de Saint-Exupéry y Ana Dostoievskaia
La esposa del autor de “El Principito” y la editora de Fiódor Dostoievski son indiscutidas protagonistas de la Feria del Libro de Madrid; sus libros de memorias revelan complejas relaciones con dos escritores que son clásicos
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MADRID.– “O me das un beso, o estrello la avioneta.” Consuelo de Saint-Exupéry, quien siempre tuvo miedo a volar, recuerda la condición que le impuso su por entonces pretendiente la primera vez que subió al avión que él piloteaba. La esposa del autor de El principito y Anna Grigorievna, quien fuera mujer y editora de Fiódor Dostoievski, son dos indiscutidas protagonistas de la Feria del Libro de Madrid que se celebra en estos días. La Editorial Espinas presenta las memorias de estas damas que permiten realizar una relectura de dos autores convertidos en clásicos.
La filóloga madrileña Alicia de la Fuente siempre lamentaba haber estudiado a tan pocas autoras durante su carrera. Durante la pandemia emprendió la tarea de rescatar escritoras desconocidas y descatalogadas. El sello independiente que dirige, Editorial Espinas, se dedica a esta tarea, a recuperar textos de grandes autoras, artistas o voces femeninas que han sido acalladas a lo largo de la historia: Blanca Sol, de Mercedes Cabello de Carbonera; Oremus, de Eva Canel; María Magdalena, de Matilde Cherner; y Diario, de Marie Bashkirsteff, son algunas de las obras que integran su sello. Hay otras dos publicaciones que suscitan un gran interés por estos días en la Feria del Libro de Madrid que se inauguró el pasado viernes: Memorias de la rosa, de Consuelo de Saint-Exupéry, y Dostoievski, mi marido, de Ana Dostoievskaia.
Cuando se publicó Memorias de la rosa, en Francia, se tildó a su autora, Consuelo de Saint-Exupéry, de mentirosa. Esta biografía recorre su vida, dos matrimonios que terminaron en tragedia, pero el énfasis de estos recuerdos están depositados en su relación tortuosa con el autor de El principito. “—No se vaya, siéntese en este sillón. Y me empujó de tal manera que perdí el equilibrio y me encontré sentada. Él se disculpó; yo no pude protestar”, relata su primer encuentro con Antoine de Saint-Exupéry. “Dejar mal parado al genio siempre es peligroso. Cuando estas memorias se publicaron en Francia se vitupendió a Consuelo y se la trató de mentirosa”, dice de la Fuente. Estas memorias no han tenido aún suficiente difusión y han sido pocas las editoriales que se animaron a publicarlas.
Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña nació en El Salvador en 1901. A los 25 años y después de dos matrimonios (el primero de ellos terminó con un divorcio en excelentes términos y poco después quien había sido su marido falleció; el segundo culminó con la muerte de su esposo guatemalteco, quien le dejaría una fortuna considerable). A los 25 años conoció en Buenos Aires al piloto Antoine de Saint-Exupéry y poco después se casaría con él y adoptaría su (célebre) apellido. El principito (1943) fue un éxito rotundo e inmediato. “Consuelo se considera coautora de la obra de su marido. Creía que la obra y el éxito era de los dos. Ella se ve apartada del hecho el proceso creativo con él. Es más, casi ni se sabe que él estaba casado. Estuvo siempre en las sombras”, dice la editora de estas memorias.
Saint-Exupéry tenía un carácter inestable e intempestivo, su familia no aceptaba a Consuelo y además el escritor le era infiel a menudo. Poco después de que él muriese, en 1944, ella escribe estas memorias, pero decide no publicarlas. Consuelo le confía estas páginas a su secretario, José Martínez Fructuoso, antes de fallecer, en 1979, y él daría a conocerlas en el año 2000. “La recepción en Francia fue mala. La gente negó el testimonio de ella. Estoy casi convencida de que estas memorias no se han vuelto a reeditar allí. Es muy triste”, dice la editora de Memorias de la rosa.
¿Hay que separar al autor de la obra? Este debate está cada vez más en boga en la era de cancelación. “Hay gente que me ha dicho que no volverá a leer jamás del mismo modo a Saint-Exupéry, mientras otros me dicen que seguirán admirando la obra. Es algo personal. Creo que las mujeres que se han sentido más identificadas con el testimonio de Consuelo no serán capaces de realizar esta distinción entre obra y autor”, opina la editora.
El vínculo entre Dostoievski y es su esposa Anna Grigorievna, era diametralmente diferente al de los Saint-Exupéry. “Por la noche, en cuanto acosté a los niños, corrí a verlo, pero como era tarde no me dejaron pasar y solo pude entregarle pan fresco y una carta. Me disgustaba tanto no haber podido hablar con mi marido y tranquilizarlo respecto a los niños que me ubiqué bajo su ventana y le vi sentado a una mesa leyendo un libro. Estuve allí unos cinco minutos y después golpeé suavemente. Mi marido se levantó y miró por la ventana, cuando me vio sonrió y me hizo señas con la cabeza. El centinela se acercó y tuve que alejarme”, escribe en Dostoievski, mi marido Ana Dostoievskaia sobre la detención del autor en 1874. Quien fuera su esposa y madre de cuatro hijos, era además su editora, albacea y se convertiría luego en la responsable de gestionar el legado del autor de Crimen y castigo.
Luis Gusmán escribió en Flechazo sobre el vínculo y la pasión que existió entre Dostoievski y su segunda esposa, quien lo acompañó en la miseria, en la enfermedad, y en su peregrinaje en un sistema que acallaba a los opositores. “Vivo con mi mujer en gran amistad. Le he confiado todos mis asuntos, me fío de su inteligencia y de su intuición comercial”, le decía Dostoievski a su amigo y luego rival literario Nicolás Alekseievich Nekrásov. Dostoievski respetaba el criterio y la voz de su esposa y lo hacía notar públicamente. Hoy no pesan derechos de autor sobre estas memorias ya que han pasado más cien años desde su publicación. Aún así, escasos sellos apuestan por la edición de estas memorias que colaboran para comprender cómo el genio ruso creó sus oscuros personajes y atmósferas asfixiantes.
“Ana cuenta que durante el proceso creativo de Fiódor está con él, le ayuda, pero en ningún momento se ve cono autora de la obra, a diferencia de Consuelo. Ana fue quien más conoció a Fiódor, fue una mujer admirable”, explica de la Fuente. Anna Grigorievna fue primero la taquígrafa del autor, su musa inspiradora y luego su editora. Cuando él muere ella tenía 35 años y se convierte en la fiel custodia de su obra.
De la Fuente busca impulsar la edición de estos libros también en formato e-book, como solución para que puedan llegar a un público amplio fuera de España. Hay muchos países interesados en obtener estas ediciones, pero por ahora solo está proyectada la edición digital, aún en proceso.
La propuesta de la Editorial Espinas se ha convertido en una de las más atractivas de la Feria del Libro madrileña. “Escribí un Manifiesto donde dije que mi afán de búsqueda de estas mujeres no podía ser únicamente mío. Entendía que había muchas mujeres que reivindicaban a estos referentes y entendí que leerlas es un poco arrancarnos esa espina clavada que hemos tenido por no haber leído a escritoras, a mujeres”, explica su creadora.
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