Dos autoras poco convencionales en la tercera jornada del Filba: Minae Mizumura y Lydia Davis
Entrevistadas por escritores argentinos, las narradoras recordaron sus inicios en la escritura, y hablaron sobre sus métodos compositivos y lecturas; este sábado en el festival literario habrá varias actividades presenciales
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Siguen las destacadas presencias internacionales en el Filba, el festival literario que por la pandemia adoptó un semblante híbrido. Este viernes, dos escritoras -la japonesa Minae Mizumura y la estadounidense Lydia Davis- conversaron a distancia con dos escritores locales: Martín Felipe Castagnet y Betina González, respectivamente. Diez años atrás, y en forma presencial, Mizumura participó del Filba en ocasión del lanzamiento de su elogiada novela Una historia real (con traducción de Mónica Kogiso). En esta ocasión, “viajó” a través de las pantallas para referirse a su segundo libro publicado en español por el sello Adriana Hidalgo, La herencia de la Madre, en una versión de Tomoko Aikawa. Esta novela se dio a conocer en Japón por entregas.
“Minae Mizumura apunta a la tradición más antigua y verdadera de la novela: congeniar la ruptura y el atrevimiento con una trama que sujeta al lector hasta el final -dice Martín Felipe Castagnet a LA NACION, uno de los jóvenes autores elegidos por la revista Granta en Español y conocedor de la cultura japonesa contemporánea-. Somos testigos de las inmensas transformaciones del Japón de las últimas décadas y nos involucramos tan hondamente con los personajes que podrían ser de nuestra propia familia. En la entrevista charlamos de su relación con la lengua japonesa y el extranjero, lo que se pierde con la traducción y los guiños escondidos en los pliegues del relato”.
Mizumura nació en Tokio en 1951. Se mudó con su familia a Nueva York a los doce años y estudió literatura francesa en la Universidad de Yale. En 1985 publicó un ensayo crítico sobre la obra del crítico literario Paul de Man. Cuando terminó su carrera, se instaló nuevamente en Japón y se dedicó a escribir ficción. Una novela real recibió el premio Yomiuri y La herencia de la Madre, el premio Osaragi Jiro a la mejor obra en prosa tanto de ficción como de no ficción.
Mizumura y Castagnet conversaron en inglés. Antes de empezar, desde Karuizawa la autora leyó en español un breve saludo: “Lo siento, no hablo español pero estoy muy feliz de unirme a este festival”. El entrevistador se refirió en principio a la dificultad para traducir los kanji (ideogramas); el nombre de la autora, conformado por dos kanji, signifca “bella planta pequeña”. “Estás atrapada en el significado durante el tiempo que usas tu nombre”, dijo Mizumura, y agregó que elegía con cuidado los de sus personajes literarios.
También se refirió a la corrección política y el lenguaje. “Es un progreso la mayoría de las veces, pero no siempre -señaló-. Es políticamente correcto, por ejemplo, no usar la palabra mucama. En Japón, lo políticamente correcto se estableció luego de la Segunda Guerra Mundial. Hay dos tipos de tabú en el uso de las palabras: uno es universal y está relacionado con el uso de palabras peyorativas para describir a personas con discapacidades físicas o mentales. El otro tabú es más específico en Japón y hace hincapié en la desigualdad social”. La autora dijo que este segundo tabú existe por consenso y autocensura y que ella prefiere no evitar esas palabras en sus novelas. “Soy conservadora y en mis novelas quiero usar las palabras que siempre usó la gente”, agregó, y reveló que a veces discutía con sus editores sobre estas cuestiones.
Si bien destacó las ventajas de las computadoras (”una bendición para los escritores”), defendió la escritura a mano: “Nos da una libertad esencial que no quiero que perdamos”. Por último, observó que varios escritores tendían a publicar obras fáciles de traducir al inglés para tener más oportunidades de ser conocidos a nivel internacional. “No es una decisión que yo haya tomado, aunque tampoco quiero escribir novelas intraducibles”, dijo. La conversación completa se puede ver en este enlace.
Davis nació en Massachusetts, en 1947. Es novelista, ensayista y traductora. Es considerada una de las escritoras estadounidenses más originales de la actualidad. Publicó una novela y varias colecciones de cuentos; en librerías locales se encuentran Ni puedo ni quiero (Eterna Cadencia, con traducción de Inés Garland) y Cuentos completos (Seix Barral, con traducción de Justo Navarro). En 2019 publicó el primer volumen recopilatorio de sus ensayos, recientemente traducido al español como Ensayos I (Eterna Cadencia, 2021; con traducción de Eleonora González Capria). En 2013, Davis ganó el Man Booker International Prize y desde 2005 es miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias.
Al comienzo del diálogo, Betina González, que acaba de publicar la novela Olimpia, le confió a Davis que su obra tenía muchos fans en la Argentina. “Viví en Buenos Aires después de terminar la secundaria, de junio a agosto -contó la entrevistada-. Mi padre estaba dando clases en La Plata. Estaba sola la mayor parte del día y me anoté como voluntaria en una pequeña guardería. No sé cómo hicimos con el idioma, pero ayudaba a los chicos. Y caminaba por la ciudad, era muy exótico para mí ver los pollos al spiedo en los restaurantes y los teatros”. Varios cuentos surgieron de esa experiencia. Luego habló sobre la presión que los editores pueden ejercer sobre una escritora poco convencional (como ella). “Les doy un consejo a los escritores jóvenes: no tienen que intentar ingresar al mundo comercial para ganar dinero y tener éxito -dijo-. Eso no tiene que ser una prioridad. La manera en que lo evité es que siempre escribí para otro tipo de público”. Al comienzo de su carrera, Davis fue publicada por editoriales pequeñas.
La autora, hija de los escritores Robert Gorham Davis y Hope Hale Davis (”siempre dispuestos a criticar lo que escribía y también a alentarme”, acotó), recuerda haber escrito su primer texto a los siete años; a los doce, comenzó a llevar un diario. “El diario sería el comienzo de una escritura más seria -observó-. De tener la ambición de escribir y de intentar hacerlo bien”.
“Era una gran lectora cuando era chica -le dijo Davis a González-. Nada me daba más placer que sumergirme en una historia y perderme completamente en las novelas cuando tenía once o doce años”. En esa época, quedó impactada por la lectura de una novela de John Dos Passos. “No puedo recordar qué libro era pero lo leía en el autobús rumbo a la escuela. Leía muchísimo en el autobús y recuerdo disfrutar de su escritura”. La escritora argentina destacó el uso del silencio en los textos de Davis. “Cuando estamos conmovidos, en general no somos muy fluidos -reflexionó la autora estadounidense-. Hacemos pausas, repetimos, tenemos poco sentido al hablar, y hay mucho dolor potencial esas pausas y silencios”.
Davis enseñó escritura creativa a lo largo de su carrera. “Me jubilé hace cinco años -dijo-. Enseñé por una necesidad financiera. Y no solo debido a eso sino también porque pensaba que no podía generar ningún daño. No creo en los talleres por distintos motivos. Los profesores sí pueden dañar si erradican la individualidad y te dicen ‘eso no funciona, no podés hacer eso’. Yo preferiría que los estudiantes intentaran lo que quisieran intentar y que trabajaran a partir de sus propios deseos”. El diálogo completo se puede ver en este enlace.
Para agendar
Además de las actividades presenciales de este sábado, que se pueden consultar en este enlace, aquellos que hoy quieran quedarse en casa pueden sintonizar a las 20 el canal de YouTube del Filba para presenciar el diálogo entre la española Milena Busquets y la moldava-rumana Tatiana Țîbuleac. A las 23, volverá la uruguaya Ida Vitale, que inauguró esta edición del festival literario, para leer una selección de sus poemas.
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