Dora García: cartas desde el exilio
Por primera vez en la Argentina, la artista española exhibe su obra en la Universidad Torcuato Di Tella y en la 23a edición de arteBA
Su equipaje tarda en aparecer en la cinta que viene y va. Cuando por fin aparece la valija, la mujer ya está lo suficientemente enfurecida como para salir del aeropuerto y pescar un auto en segundos. En el instante en que está por atravesar el último control, un agente de aduana se acerca y le pregunta: "Disculpe, ¿qué hace usted?" A lo que agotada, ella responde sin disimular su turbación con otra pregunta: "¡¿Cómo?!" El agente insiste "Sí, ¿podría decirme cuál es su profesión?" La valija cae abruptamente, y, solemne, la recién llegada responde: "Soy escritora". El agente -excitado- la desafía en un tono elevado: "¡Demuéstrelo!" Entonces, la señorita saca un bolígrafo de su abrigo y se lo ofrece.
Dora García comparte esa provocativa sencillez que permanece a la espera, que instala señuelos hasta que alguien pisa el palito. Es sorprendente, resbaladiza, siempre y cuando esos adjetivos nos ayuden a describir la fuga constante con la que se escabulle hilvanando un territorio no del todo real, donde las historias, verdaderas e inventadas, convergen.
Nacida en Valladolid, estudió Bellas Artes en la Universidad de Salamanca. Recuerda de su paso por las aulas la terrorífica bajada de línea de uno de sus docentes, que acostumbraba decir: "Yo no voy a las exposiciones a leer, voy a mirar". Comentario que desarrolló en Dora una profunda rebelión: porque en el arte puede pasar cualquier cosa y eso, como la libertad, se defiende haciendo.
El proyecto Exilio con el que aterrizó por primera vez en Buenos Aires -inspirado en el libro Respiración artificial, de Ricardo Piglia- cuenta con dos paradas previas. Tel Aviv y Vilna fueron sedes temporales de esta oficina misteriosa que empieza con una carta colándose por debajo de la puerta. Rápidamente se convierte en un pilón de correspondencia con nombres de calles, números y marcas de trayectos, sellos, caligrafías, raspones y estampillas. Quien llega a este espacio se siente un poco abrumado y otro tanto desafiado frente una mesa desbordante de recortes, mapas y escrituras de algo que no está cerrado porque sigue creciendo.
En esta misión que difícilmente alguien pueda encarar en soledad, Dora tiene un aliado. Es el italiano Aldo Piromalli, un subversivo performer cuya desmesura al acercarse al buzón lo vuelve un saboteador ridículo y, sobre todo, una persona intransigente. Piromalli no es Severino Di Giovanni, aunque ambos han tenido problemas con la justicia. Piromalli es la clase de persona que envía un centenar de cartas a un diario a sabiendas de que jamás le podrán responder con su misma intensidad. Piromalli -en el relato de Dora- no está loco. Tiene el teléfono descompuesto; ergo, escribe cartas.
Y los carteros siguen haciendo su trabajo porque las cartas llegan. Algunos recordarán a un platense muy querido como Edgardo Vigo, quien supo generar una red de correspondencia llena de calidez, rareza y espontaneidad, o a Marisa Rubio, que hace unos años le escribió de puño y letra a todos los habitantes de Quehué, lo que generó un gran desconcierto en ese distante poblado patagónico. Cuando Aldo y Dora empezaron a escribir cartas a Tel Aviv eran conscientes de que las cartas les permitían hacer arte y, a la vez, sostener una distancia particular con una civilización en guerra.
Ahora está pasando aquí. No está claro si las cartas que llegan a la Universidad Torcuato Di Tella deben abrirse. Quizá te encandiles con la certeza de que dentro del sobre hay un entramado particular, único, y que hay que mantenerlo en esa espera, en ése suspenso indefinido, de que al cerrar el sobre alguien nos encomendó una pausa. Ese silencio que se asemeja a una recta tangente, una sutil caricia que roza un círculo sin atravesarlo ante un amable cuidador que atiende. Estas cuestiones que no son más que un fragmento de un diálogo en curso, parte de una política provocadora que no acepta la ausencia de tacto como respuesta.
Ficha. Exilio de Dora García en Universidad Torcuato Di Tella (Av. Figueroa Alcorta 7350), hasta el 6 de junio. Además, se podrá ver obra de la artista en el espacio U-TURN Project Rooms by Mercedes-Benz en la 23a edición de arteBA, del 23 al 26 de mayo en La Rural.