Djuna Barnes: obscena, trágica y genial. Dos novelas de la Safo estadounidense regresan a las librerías
Hoy se conmemora el 130º aniversario del nacimiento de la escritora que fue amiga de James Joyce, Gertrude Stein y Peggy Guggenheim, y cuya obra influyó en la de varios escritores contemporáneos
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Ya no habrá que rebuscar en librerías de usados, en bibliotecas y en casas de parientes y amigos. A 130 años del nacimiento -y a cuarenta de su muerte, el próximo 18- de una de las escritoras más enigmáticas y osadas del siglo XX, fueron reeditadas dos de sus novelas más importantes: El almanaque de las señoras (Hekht) y El bosque de la noche, publicada por Seix Barral con prólogos de T. S. Eliot y Siri Hustvedt. Hay que decirlo: si bien Djuna Barnes (1892-1982) contó con la admiración de Eliot (para quien fue “el genio más grande de su época”), James Joyce y Gertrude Stein, entre otros gigantes del modernismo, fue poco reconocida por fuera de las elites literarias y, en la madurez, su obra fue prácticamente olvidada. Ella misma se consideraba “la escritora desconocida más famosa del mundo”.
“Antes de Barnes y Proust, ¿cuántas veces han sido elegidos personajes homosexuales o lesbianas como tema de la literatura en general? ¿Qué ha habido en literatura entre Safo y El almanaque de las mujeres y El bosque de la noche de Barnes? Nada”, sostuvo la escritora y teórica francesa Monique Wittig en su defensa de la escritora estadounidense. No obstante, para Hustvedt “el sexismo y la homofobia solo explican en parte el destino que ha corrido El bosque de la noche” (y demás obras de Barnes) que, según la autora de Todo cuanto amé, ha quedado en los márgenes de la literatura por su combinación de obscenidad y tragedia. Barnes influyó en la obra de Truman Capote, Jane Bowles, Henry Miller, David Foster Wallace, Karen Blixen y Bertha Harris, entre otros.
Creció en Cornwall-on-Hudson, en una colonia de artistas y aspirantes a artistas. Su padre, que era polígamo, había llevado a vivir a la casa a su amante y, a los dieciocho años, Barnes se casó con el hermano de esta, que tenía más de cincuenta años. La unión no prosperó; ella, su madre y tres hermanos se mudaron a Nueva York, donde inició estudios de arte (que duraron poco). Tiempo después, comenzó a colaborar en diarios con artículos sobre el tango, el sufragio femenino, la fotografía urbana, el boxeo y la vida bohemia neoyorquina. A su vez, publicaba cuentos y obras de teatro en revistas literarias. Vivía en el efervescente Greenwich Village, barrio de artistas, escritores e intelectuales de vanguardia. En la novela de autoficción Ryder, de 1928, se narra la peculiar historia de su familia con alusiones a una violación perpetrada o instigada por su padre (contra ella) y a una relación incestuosa con su abuela paterna.
En 1921, viajó por primera vez a París, donde entrevistó a intelectuales y artistas de la época de entreguerras; algunos de ellos están incluidos en la antología Perfiles, con retratos de Joyce, Jack Dempsey, D. W. Griffith y Coco Chanel (de hecho, Barnes había llegado a París con una carta de recomendación de Joyce, al que entrevistó para Vanity Fair y de quien fue amiga). Allí conoció a Ernest Hemingway, Ezra Pound y Marcel Duchamp, y trabó amistad con la escritora Natalie Clifford Barney, Thelma Wood, artista con la que tuvo una relación amorosa, y la artista dadaísta y baronesa Elsa von Freytag-Loringhoven, prototipos de El almanaque de las mujeres (1928).
“Conocimos a Djuna Barnes gracias a las lecturas profundas que venimos realizando de Wittig -dicen la editoras de Hekht, Natalia Ortiz Maldonado y Marilina Winik, a LA NACION-. En las referencias literarias de Wittig, citaba en reiteradas oportunidades El almanaque de las señoras. Así fuimos adentrándonos en el maravilloso mundo de Barnes, escritora de una obra breve y poderosa, artista ecléctica y profunda que además de escribir hacía grabados, como los que acompañan la obra mencionada. Wittig se refiere a Barnes con enorme admiración, situándola junto a Marcel Proust en sus ensayos de filosofía y política de la escritura. Una gran autora es aquella que logra que la singularidad de su mirada se transforme por un momento en universal. A Proust lo celebraron, Djuna se encerró cuarenta años y la olvidaron. Por eso la publicamos”. La versión en español de la obra -un roman à clef satírico ambientado en el círculo social lésbico parisino de la década de 1920- estuvo a cargo de la colectiva de traducción Bífida Interlinguas, hecha con lenguaje no sexista.
“Hoy podemos decir que Barnes forma parte de lo que a principios del siglo XX, en aquellos roaring twenties un garajista francés bautizó como Generación Perdida -dice la profesora y escritora Elisa Salzmann-. Esa generación que suele hacer de Ernest Hemingway y Francis Scott Fitzgerald sus máximos representantes, pero si releemos El Affair Skeffington de María Moreno bien podemos tener otra perspectiva del lugar de tantas escritoras modernistas”.
Para Salzmann, existe un consenso entre lectores y críticos para afirmar que la obra más lograda de Barnes es El bosque de la noche. “Esa que podemos emparentar por su técnica, pero no por su longitud, con el Ulises de James Joyce -destaca-. De una obra como la suya, con obras de teatro, novelas, cuentos y poemas, Nightwood pareciera imantar todos los recursos literarios de vanguardia de Barnes. Dijo Eliot en su prólogo que era una novela difícil porque había que leerla con la sensibilidad con la que se lee un poema. La dificultad a veces radica en soportar la belleza”. La novela narra el destino de una joven rebelde y de espíritu rabelesiano, Robin Vote, y los intentos de sus tres pretendientes -el trastornado falso barón Felix Volkbein, la abnegada Nora Flood y Jenny Petherbridge, ávida, cuatro veces viuda y “la peor receptora de regalos del mundo”- por retenerla.
Al impacto de la belleza de El bosque de la noche se refiere la escritora Cristina Civale. “Fue la primera novela que leí de Barnes -cuenta la autora de Los crímenes posibles-. No sabía entonces mucho sobre ella pero sumergirme en su escritura entre gótica y modernista con un contenido tan ‘atrevido’ para su tiempo, donde narra el erotismo y el amor lésbico tan abiertamente, me hizo convertirme en una buceadora de su obra donde encontré un refugio en los años oscuros de la dictadura, cuando comencé a leerla, y esa lectura se convirtió en un escondite liberador. Luego conocí algo de su historia de vida, de sus notas en distintos medios y también supe de la admiración de sus pares varones hacia su trabajo y su osadía. Barnes significó y significa mucho en el camino de la lucha de las mujeres por varios motivos. Destaco dos que me parecen insoslayables: considerar la escritura como un trabajo y exigir dinero por eso y luego su aproximación a la dramaturgia de un erotismo desconocido hasta entonces. El bosque de la noche permanece en mi biblioteca en el viejo ejemplar de inicios de los años 80 y sobrevive allí como una joya y como un faro que me orienta aún como la escritora in progress que soy y seguiré siendo mientras sea”.
En 1939 Barnes regresó a Nueva York, donde alquiló un departamento en el Village y en el que vivió por más de cuarenta años, gracias al apoyo de Peggy Guggenheim, otros amigos y una beca de la National Endowment for the Arts. Mientras luchaba contra su adicción al alcohol y evitaba la vida social, siguió escribiendo. En 1958, se publicó su drama teatral en verso La antífona (sobre una familia disfuncional como la que le tocó padecer) y, en 1962, una edición ampliada de sus relatos. También escribió poemas, caracterizados como oscuros, sensuales e irónicos. Su último trabajo, publicado el año de su muerte, fue Creatures in an Alphabet, una colección de poemas cortos en rima. Murió seis días después de cumplir los noventa años, el 18 de junio de 1982.
Un poema de Djuna Barnes
Verso
Si alguien pregunta “¿cómo es enamorarse
de una que no puedes desechar, al ser ella más joven?”
Cómo debería ser, contestamos, quién puede probar que
la caída del diente de leche en la lengua,
es ya suficiente otoño en la boca.
(¿Los jóvenes?)
De Poesía reunida 1911-1982; traducción de Osías Stutman y Rosa Lentini
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