Divinsky: "Yo solté y ahora tengo las manos libres"
Tras dejar De la Flor, y lejos de la jubilación, el editor vuelve a leer por placer y está lleno de proyectos
Hace poco, alguien me citó una frase sufí que dice que para recibir hay que abrir la mano y soltar lo que se tenía. Yo solté y ahora tengo las manos libres." A los 73 años, y a un mes y medio de su abrupta desvinculación de Ediciones De la Flor, Daniel Divinsky está lejos del retiro. Acaba de regresar de un viaje por Europa, donde visitó amigos y compró libros para leer por puro placer.
En Buenos Aires lo esperaba una propuesta laboral que le interesó de inmediato: dirigir la carrera de Edición en una universidad nacional. Además, no para de recibir pedidos de asesoramiento por parte de editores jóvenes independientes que admiran su trabajo al frente de De la Flor, que fundó en 1966 con Ana María Miler, con quien estuvo casado durante casi cuarenta años.
El viernes 11 de septiembre, después de "complicadas negociaciones en una mediación", como él mismo contó entonces, Divinsky firmó la cesión de su mitad a Miler, de la que se divorció en 2009. Si bien habían mantenido la sociedad, en los últimos meses la situación se había complicado. Dejar la dirección de la editorial fue, según sus propias palabras, "una decisión dolorosa, pero la convivencia laboral se había tornado imposible". El acuerdo incluye una cláusula de no competencia, que lo inhabilita para dirigir una editorial o editar con su nombre en los próximos tres años.
Apasionado por el oficio que ejerce desde los 24 años, cuando dejó la abogacía, Divinsky no pensó en jubilarse, pero tampoco imaginó que enseguida tendría tantos proyectos en mano. "Estoy muy conmovido por el apoyo y las expresiones de cariño de muchos autores. Es reconfortante. Acabo de hablar con Angélica Gorodischer, que me dijo: «Me pongo ya mismo a escribir una novela para que me la publiques dentro de tres años. Pasan rápido»", cuenta sonriente en el living de su departamento frente al Zoológico, que tiene una vista privilegiada. De un lado, se ve la puesta del sol; del otro, el Río de la Plata. Abajo, cruzando República de la India, camina con lentitud un elefante.
-Entonces, ¿vuelve a empezar?
-Sí, pero con tranquilidad. Por ahora no puedo ser editor, pero sí patrocinar libros y ser redactor de contratapas o de prólogos. También podría ejercer anónimamente. Claro que parte de la gracia del editor es exhibirse. Un heredero de uno de los autores más importantes de la editorial me escribió para decirme que mi salida era un naufragio. Entonces le expliqué que sólo era un cambio de timonel. Es cierto que yo he sido la cara visible con buena parte de los autores, pero ahora esa relación continuará con Kuki Miler, que va a seguir manejando la editorial con solvencia.
-¿Qué planes tiene ahora?
-Asesoría. Hay dos posibilidades: una con una editorial con trayectoria, con la que hice algunos trabajos, y otra, con un amigo que compró una editorial que quiere relanzar el año que viene. Me pidió que le arme el programa de trabajo. Eso sería a partir de noviembre. Así que en poco tiempo dejo de ser un desocupado. Tengo bastante para entretenerme.
-¿Y será maestro de editores?
-Sí, la Universidad Nacional de Avellaneda me propuso dirigir una carrera de Edición, que tendría también una escuela de libreros. El proyecto me gusta mucho. Tengo que armar la carrera desde el principio: elegir los docentes, el plan de estudios, con un enfoque más pragmático que el de la UBA. Empezaría como una diplomatura y más adelante, sería una licenciatura. Se lanzará en mayo de 2016 con una convocatoria a expertos en edición y en docencia. Pensé en Jesús Anaya, que creó la carrera en la Universidad de Guadalajara; Jordi Nadal, de Barcelona; Ricardo Nudelman, un editor argentino que vive en México. No me molestaría dar clases.
-¿Sigue recibiendo originales de autores que buscan publicar?
Pedí que por este año no me manden originales. Ahora quiero leer libros encuadernados, editados por otros. Estoy leyendo con una libertad enorme. Traje de España El niño descalzo, un libro maravilloso de Juan Cruz Ruiz. Es una biografía conmovedora de su hija dedicada a su nieto que ahora tiene cinco años. Tiene una prosa para nada melodramática y de gran eficacia. También leí Quiroga, la nueva novela de un talento argentino, Alejandro García Schnetzer, uno de los editores de Libros del Zorro Rojo.
-Leer sólo por placer es algo nuevo en su vida.
-Sí. Yo siempre pensé que mi capital era la información. Entonces, quería saber todo. Eso me creaba una voracidad asfixiante. Ahora desapareció esa necesidad y me siento aliviado. La editorial no fue sólo un medio para ganarme la vida. Fue todo. Una sustancia que llenaba los espacios libres. Caminaba por la calle buscando títulos. No dejaba librería ni quiosco sin mirar. Ahora me puedo saltear eso y leer por placer.
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