El ciclo Paralelo 1 || 3, inaugurado con una muestra de Leda Catunda y Alejandra Seeber, presenta las obras en salas de diferentes pisos y demanda una participación más activa
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“Interrumpime, contradecime, lo que quieras”, le dice el curador Francisco Lemus desde Buenos Aires a Leda Catunda, que lo escucha por Zoom desde San Pablo. Del encuentro virtual participa también la artista argentina Alejandra Seeber, recién llegada a la Argentina desde Nueva York. La escena sintetiza el espíritu de la muestra inaugural de un nuevo ciclo del Malba, Paralelo 1 || 3, pensado como un diálogo abierto entre obras de arte con distancia social antes de que la pandemia irrumpiera para postergarlo durante un año.
Fuera de serie se titula la muestra que reúne piezas de Seeber y Catunda en dos salas del museo, la 1 y la 3, ubicadas en distintos niveles del museo. Cada artista tiene su propia sala y para establecer un nexo entre ambas el espectador debe hacer su propio recorrido, desde el subsuelo hasta el primer piso. “No me interesa imponer una tesis. Hay que darle lugar a la sensualidad de las obras, que inviten al descanso y el placer. Nos entrenamos mucho en la escucha y eso aportó a la colaboración”, agrega Lemus en referencia a los meses que los tres pasaron armando la exposición de forma remota.
Con este espíritu flexible acorde a la nueva era, buscaron puntos de encuentro entre dos artistas de distintas generaciones y culturas. Que coinciden en su pasión por la pintura, su vínculo con el conceptualismo y en una actitud siempre abierta a jugar desde los márgenes con los recursos disponibles. Así, el rock nacional de Seeber sintonizó con la bossa nova de Catunda, y juntas crearon un nuevo estilo con gran variedad de tonos. Atrevido, colorido y sensual.
Claro que hay que escucharlo en estéreo: de un lado están las piezas textiles de Catunda, con sus múltiples capas como lenguas que ganan volumen, y del otro Seeber, con un ritmo que trae ecos de la escena porteña post dictadura. “Liberty” se llamaba el cabaret vecino a su primer taller de San Telmo, ubicado a media cuadra del mítico bar Bolivia, a comienzos de la década de 1990. “Era como estar en Londres”, recuerda la artista, que entonces tenía poco más de veinte años. Casi una década mayor, Catunda respiró el underground en el club nocturno paulista Madame Satã, y también logró llevar a sus obras esa libertad.
Fueron sus creaciones las que iniciaron el diálogo entre ambas artistas, que aún no se conocen personalmente. Fue el día que Guillermo Kuitca le mostró a la joven becaria un catálogo de su amiga brasileña, a mediados de la década de 1990. Ambas habían creado entonces obras inspiradas en pelucas. Luego tomaron caminos distintos hasta que Seeber escuchó hablar en vivo a Catunda en 2018, en la presentación de un libro en Nueva York. “Su vida me resulta muy familiar, es como una amiga”, le comentó entonces a Gabriela Rangel, entonces directora de la Americas Society.
Tras asumir como directora artística del Malba, al año siguiente, Rangel convocó a ambas para inaugurar Paralelo 1 || 3, un programa de exhibiciones que unifica dos espacios del museo gracias a un diseño concebido por el estudio Adamo-Faiden Arquitectos. Su idea fue que en ambas salas se alojaran en forma simultánea exhibiciones de dos artistas, con el fin de promover “una conversación entre contextos, generaciones y repertorios discursivos, ofreciendo perspectivas compartidas y zonas de diferencia”. Es decir, un vínculo a distancia entre las obras que se anticipó a la pandemia y que quedó en suspenso durante un año por el cierre forzado del museo, mientras sus creadoras se conocían por Zoom y WhatsApp.
La experiencia de moverse
“Un diálogo implica esfuerzo. Esta propuesta desjerarquiza el espacio, obliga al público a moverse para activarlo”, dice ahora Rangel al abrir por fin la muestra al público, con visitas programadas según el protocolo. “Está pensada como un ambiente de contemplación -agrega-, porque el mundo está lleno de imágenes que nos aturden”.
Aunque inicialmente estaba previsto que las artistas coincidieran en la inauguración, el coronavirus cambió los planes. Sin embargo, además de la muestra las une hoy la convivencia en un catálogo publicado meses atrás, en un orden trastocado y acorde con su constante manera de crear “fuera de la caja”. “En Estados Unidos, recién ahora están entendiendo todo lo que nosotros, como sudamericanos, sabemos leer entre líneas: que nada es como se nos presenta. En eso Latinoamérica estaba adelantada”, dice Seeber en una entrevista con Josefina Barcia incluida en dicho libro.
Justamente la “inteligencia” de la muestra del Malba, agrega la artista porteña en el encuentro virtual con LA NACION, radica en permitir que el espectador “arme su propio juego” de relaciones que no son obvias. Algo similar al que ella misma propone en la exposición que acaba de inaugurar en la galería Barro, donde se invita al público a jugar al minigolf para establecer nuevos circuitos en la historia del arte argentino.
El sentido del humor también facilitó el encuentro. “Cuando Francisco me mostró la obra de Ale, dice: ‘esto no va a ser posible’ -confiesa Catunda-. Era tan diversa, que no percibí las conexiones. Pero después vi que sí teníamos cosas paralelas: colores, formas, un aspecto sutil de alianzas plásticas. Estamos un poco hermanadas”.
“Que hayamos permanecido en la pintura, cuando tantas veces se declaró su muerte, exige una actitud de resistencia. También las dos trabajamos con capas, aunque de maneras diferentes -concluye Seeber-. Pero tampoco me gusta analizar tanto. Ahora es el momento de callar, de vivir la experiencia”.
Esa experiencia comienza al aire libre, en la explanada, donde suelen exhibirse obras de artistas contemporáneos. Meses atrás se instaló allí Leverage (Apalancamiento), un subibaja creado por el artista mexicano Pedro Reyes. Se trata de una metáfora de las relaciones sociales, que representa una relación asimétrica: el poder de una persona es equivalente al de otras nueve sentadas en el extremo opuesto.
“A primera vista, Leverage parece una manifestación física de las relaciones jerárquicas y de poder presentes en todas las organizaciones humanas: el opresor versus el oprimido, la autoridad y los súbditos, entre otras –aclara la página del museo–. Sin embargo, esta persona sola requiere del grupo en el otro extremo para ejercer su influencia e interactuar; si alguno de los nueve miembros se para o abandona su asiento, esta persona queda desamparada. Así, aun cuando son jerárquicas, las relaciones humanas exigen un proceso de negociación”.
Otra parada imprescindible en el recorrido es Latinoamérica al sur del Sur, la nueva puesta de la Colección Malba. Concebida por Rangel junto con las curadoras Florencia Malbrán y Verónica Rossi, muestra el acervo en orden cronológico en torno de una decena de núcleos. Así, temas clave de la historia del arte latinoamericano del siglo XX se vinculan con preocupaciones contemporáneas como la preservación del medio ambiente, la participación de las mujeres, los derechos de las minorías étnicas y sexuales y la apropiación del legado cultural en la construcción de la memoria de una nación. El público, claro, siempre está invitado a sacar sus propias conclusiones.
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