Digresión fatal
MOMENTOS DECISIVOS Por Félix de Azúa-Anagrama-362 páginas-($21)
Como muchos escritores españoles de su generación, Félix de Azúa ha revisitado en sus novelas los años de la dictadura franquista, menos interesado en la crónica del régimen que en su legado a la vida cotidiana. En Momentos decisivos , su última obra, la historia transcurre en la Barcelona de principios de la década del 60 y se centra en Alberto, un indolente estudiante de derecho que se debate entre su inclinación hacia la pintura y la fascinación que le provoca su amistad con Lena y Juan, dos compañeros de estudios. Alberto desoye el consejo de Federico, que le escribe desde Nueva York invitándolo a dejar todo y cruzar el océano para consagrarse al arte. En cambio, se deja encandilar por la esquiva belleza de Lena, por el decadente encanto aristocrático de la familia de Juan.
Entre abúlicas tardes de estudio, charlas en el bar de la facultad, paseos y salidas, los días transcurren insensibles para Alberto, que sólo mucho más tarde reconocerá en retrospectiva que aquél había sido un año crucial. Admitirá que en la existencia de todo hombre hay un momento decisivo que "arma los huesos de la espina dorsal de nuestra vida" y que sólo pasados muchos años "podremos confesarnos que toda nuestra vida no ha sido sino la consecuencia de aquel brevísimo instante, de aquella minucia, de una distracción trivial".
Con novelas como Historia de un idiota y Diario de un hombre humillado , ambas de la década del 80, De Azúa se alejó del vanguardismo formal de sus primeras obras para elaborar textos de mayor claridad, asentados en el poder del relato y el discurrir narrativo. De todos modos, en toda su producción literaria "y Momentos decisivos no es la excepción" aparecen condimentos que constituyen el sello de su escritura: la reflexión cultural, el análisis estético, la revisión histórica.
Momentos decisivos es un ejemplo de este entusiasmo por narrar y de cómo este impulso admite digresiones o reflexiones que no atentan contra el interés del relato. Buena parte del secreto parece residir en la escritura del autor barcelonés, versátil, irónica, recorrida por un humor inteligente y desplegada a través de un lenguaje culto y casi siempre brillante. Su elegante ironía establece una distancia que le permite hacer un imperceptible corrimiento de la realidad, volverla leve, absurda, estilizándola por momentos al punto de poner al descubierto las costuras de su arte.
A través de personajes secundarios muy bien delineados (sobresale el de la madre de Juan, contradictoria, insatisfecha, provocativa) y de algunas historias paralelas, el autor traza una crítica visión de la sociedad barcelonesa. Retrata así en la familia de Juan, la caída de una aristocracia que no encuentra su lugar; en la de Lena, el ascenso económico de aquellos que medraron con el régimen y en la de Alberto, el abatimiento de los vencidos en la Guerra Civil.
Tal como un prestidigitador oculta su truco, De Azúa disimula tras la hojarasca de los hechos el tema que lo ocupa y que late en el corazón de la novela: la decisión y el destino individual. En ese sentido, ésta es la historia de una digresión irreparable: entretenido en la vacuidad de lo inmediato, Alberto posterga la resolución capaz de encauzar su verdadera vocación, y la vida acaba decidiendo por él. Resulta paradójico que De Azúa, a través del relato de esa digresión, haya logrado hacer foco en esos momentos decisivos a los que alude desde el título. Momentos que en definitiva determinan, según la actitud que adoptemos y de acuerdo con una metáfora del propio autor, nuestra condición de cometas brillantes y efímeros o de satélites sin luz y sin vida propia.
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