Diez imágenes de la peste: lo que la historia del arte puede aportar a la conciencia colectiva
Dos hombres abren una puerta y encuentran en un cuarto lúgubre el cadáver de un hombre en la cama, el cuerpo ya descompuesto de una mujer hermosa en el suelo y un bebé tratando de alimentarse de ella. La imagen de la peste en el Río de la Plata es una: Un episodio de la fiebre amarilla, pintado por el uruguayo Juan Manuel Blanes, en 1871, cuando una epidemia se había cobrado 13.000 vidas en cuatro meses. Expuesta en el viejo Teatro Colón vecino de la Plaza de Mayo, generó conmoción pública: la gente hacía largas colas y pagaba una entrada solidaria para verla. El desfile urbano fue un ritual fúnebre colectivo, en palabras del historiador Roberto Amigo.
En un repaso rápido por la historia del arte y las enfermedades, la mente puede viajar de las pinturas tétricas de Goya (Corral de los apestados, por ejemplo) a la rara foto de una escultura de Martín Di Girolamo embalada en la galería de Daniel Maman, que en esta coyuntura remite a las fotos de esas barreras de film y plástico con las que buscan protegerse los cajeros de los supermercados chinos, imágenes que se han hecho virales los últimos días. Pero la pintura de Blanes es un ícono y vuelve con insistencia. "Esa imagen contribuyó a la emergencia de una nueva sensibilidad respecto de la enfermedad y la muerte, de sus implicancias sociales y políticas, y de la necesidad de elaborar nuevas estrategias –modernas– frente al azote epidémico en el ámbito urbano", escribió la historiadora Laura Malosetti.
Aquella vez, un cuadro cambió la historia. "Hay algo que adquiere nueva significación –explica Malosetti por teléfono–. Buenos Aires entonces no estaba preparada para la epidemia. Fue la red masónica la que propició que se manejara la crisis. Los personajes que entran, Cosme Argerich y Roque Pérez, son dos mártires, héroes civiles. El primer instinto de los ricos fue irse a un lugar más saludable, pero finalmente lo que tuvo que ocurrir fue una solidaridad generalizada: ese creo que es el gran desafío que nos impone esta pandemia. No hay modo de frenarla sin conciencia humanitaria generalizada. Eso dice el cuadro de Blanes: con esa técnica fabulosa que había aprendido en Florencia, conmovedora, llama a la solidaridad social. Hace que dos hombres de clase alta se saquen el sombrero ante una inmigrante miserable. Hizo que los espectadores llorasen por esa madre. Y los que están atrás con un pañuelo en la nariz también están en el cuadro, porque hace lugar para el que tiene miedo y sin embargo es responsable. Esa lección del cuadro no está mal revisitarla. Se habla del melodrama despectivamente, pero es muy importante porque hace que las personas se conmuevan. El efecto es perturbador: Blanes abre la puerta y pone esa mujer muy bella, un ángel caído. En un boceto anterior la había hecho horrible, pero decidió transformarla en una madre, hermana o hija. Conmover, compasión, conmoción: una piedad compartida. Las imágenes tienen una enorme potencia para lograrlo".
No quedamos igual después de verlas
La historia del arte ofrece un panorama de las peores imágenes sobre epidemias. Recorrerlas causa escalofríos, pero tiene, entonces, una función. No quedamos igual después de verlas. El historiador del arte y ensayista José Emilio Burucúa se encuentra lejos de sus ficheros, pero muy inmerso en el tema europeo. "Estoy en medio de la epidemia, en Francia. El lunes llego a la Argentina y me aguarda la cuarentena", comenta. Pero compartir algunos hits no le resulta difícil: comienza su recorrido visual por Italia. "En el Camposanto de Pisa hay un espectacular Triunfo de la Muerte pintado al fresco en la segunda mitad del siglo XIV, en el que unos caballeros muy elegantes esquivan horrorizados los cadáveres (seguramente, en la peste negra de 1348-50)", señala.
Burucúa suma dos imágenes de origen alemán: "Durero hizo una xilografía en la que representó un apestado, aunque algunos creen que se trataba de un sifilítico. Es probable que el demonio con bubas y el vientre hinchado, que desgarra un libro de San Antonio Abad en la tabla del Retablo de Isenheim, pintado por Grünewald alrededor de 1515, sea una enésima alegoría de la peste".
El Papa Francisco este domingo le rezó al ícono bizantino de la Virgen Salus populi romani y al crucifijo que llevó esperanza en procesión durante la peste de 1522. Burucúa agrega otra iconografía: "San Roque, patrono de los enfermos de peste, suele aparecer en escenas de pestilencia (Tintoretto, San Rocco atacado por la peste). Siempre se lo representa en el acto de señalar un bubón en su ingle o de exhibirlo sin pudor".
"Los venecianos tuvieron particular devoción por los santos protectores de las epidemias, dada la frecuencia de ese fenómeno en el Renacimiento. En la iglesia a Nuestra Señora de la Salud, el altar representa a la Virgen de la Salud que defiende a la ciudad de una peste, alegorizada por una mujer espantosa. La epidemia aludida es la de 1630, que también golpeó a Milán y fue inmortalizada en la novela Los novios de Manzoni en el siglo XIX", explica Burucúa. De París, elige La Peste á Ashdod, una obra de gran tamaño de Nicolás Poussin (c. 1630) que guarda el Louvre: "Es una visión clásica y devastadora a la vez. También está ahí el gran cuadro de Gros donde aparece Bonaparte en Jaffa, en el momento de visitar a los soldados apestados".
Más cerca de nuestro tiempo
La curadora e historiadora Andrea Giunta aporta imágenes más cercanas en tiempo y espacio, mientras se dedica a desmantelar el andamiaje de la Bienal de Porto Alegre, que este año estaba a su cuidado. "Viene a mi mente la obra de Clorindo Testa sobre La peste en Ceppaloni, de 1978, la experiencia del pueblo de su familia, en el siglo XVII, cuando se produjo la peste bubónica o negra. En una serie conmovedora, Clorindo traslada este hecho al presente, en un año con ecos en la Argentina de desaparecidos y calles patrulladas. Clorindo apunta a la contaminación de las ciudades, una reflexión de extrema actualidad", explica.
"Las ideas de infección y de contagio son palabras centrales en el vocabulario actual –continúa Giunta–. Pero pienso en piezas mochicas que ya daban cuenta de la exterminación de las poblaciones americanas por la viruela, y también en murales de Diego Rivera, en los que aparecen microorganismos y bacterias, y que remiten a la pureza y prioridad del agua en tiempos contemporáneos", señala.
Giunta habla de las nuevas pestes: "La representación del cuerpo doliente por el cáncer que vemos en los bordados de la artista brasileña Brígida Baltar, por ejemplo. O las series sobre el preservativo como forma de protección de la transmisión del SIDA de León Ferrari. El colectivo General Idea y Félix González-Torres pueden traerse nuevamente a esta reflexión sobre los virus, la enfermedad, el contagio".
Malosetti agrega más imágenes de arte actual, como la recreación de la pintura de Blanes por el artista Leonel Luna, de 2003, que conserva el museo Macro de Rosario. "Hoy vuelve a cobrar significado y recuerdos. Los niños son mis hijos, está mi suegro, médico, la mujer yacente es la artista Silvana Lacarra y en el lecho de enfermo estoy yo. En aquel entonces, me motivó homenajear a aquellos que habían sido víctimas del SIDA, otra peste que se llevó a grandes amigos", explica el artista.
También destaca Malosetti a la obra ganadora del Premio Trabucco, Lugar fósil, de Florencia Levy, que está en exposición en la Fundación Klemm. "Es premonitoria. Es una maravilla", dice Malosetti. "La filmación fue durante una residencia en China, en ciudades que son focos de contaminación ambiental más grande del mundo", explica la artista. Su reflexión es de amplio espectro: "Ojalá esto al menos sirva para tener más conciencia de las formas que puede tomar el futuro próximo".
Temas
Otras noticias de Arte
Más leídas de Cultura
Un honor. Mónica Cahen D’Anvers recibió el diploma de la Academia de Periodismo en un emotivo acto con la voz de Sandra Mihanovich
Del "pueblo de los mil árboles" a Caballito. Dos encuentros culturales al aire libre hasta la caída del sol
“Un clásico desobediente”. Gabriela Cabezón Cámara gana el Premio Fundación Medifé Filba de Novela, su cuarto reconocimiento del año
“Me comeré la banana”. Quién es Justin Sun, el coleccionista y "primer ministro" que compró la obra de Maurizio Cattelan