Días estivales en Proa
Toma de posición o tendencia, la Fundación Proa cumple al pie de la letra aquello de que la cortina no baja en verano y, en simultáneo, inauguró un conjunto de exposiciones que convierten al bello edificio de La Vuelta de Rocha en una caja de resonancias de las frecuencias del arte actual. No es la primera vez que Adriana Rosenberg abre el juego a estrategias curatoriales diversas, hecho que suma y enriquece la propuesta. Beatrice Merz viajó desde Italia para presentar a Luisa Rabbia (1970), autora de un racconto inspirado en la biblioteca finisecular del Museo Isabella Stewart Gardner, de Boston, bautizado Travels with Isabella. Florencia Malbrán, una "chica Bard", como se conoce en la jerga a quienes pasaron por las aulas del Bard College de Nueva York, puso en acción una trama que une literatura, cine y arquitectura, visión multidisplinaria que atraviesa la producción artística del siglo XXI. Es ese mundo de fronteras porosas que frecuenta el crítico, curador y coleccionista Giorgio Gugliemino, presente en la apertura de la muestra múltiple. El intenso ruido de la lluvia en el tórrido verano porteño anuncia la obra tropical de Charly Nijensohn (1966). Dead Forest (Storm) se llama la obra del argentino radicado en Berlín, punto de arranque de esta aventura llena de sorpresas que culmina en la terraza, en el visor-mirador creado ad hoc por Esteban Pastorino para "atrapar" el paisaje del Riachuelo y la mancha rebelde que lo define. Alejandra Seeber (1968) declara como posible la arqueología de los sentimientos a través del uso de viejos empapelados que arrastran ecos de otros mundos en su obra Muro O´Reverie . El camino hacia la cocina prodigiosa de los Petersen, autores de un risotto memorable, es punto de encuentro con la obra de Mirta Dermisache. Concebida como una escritura en un formato múltiple se apropia del mobiliario existente en la zona de la librería. Como Tiravanija en el bar de la 53° Bienal de Venecia.
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