Diana Saiegh. “Gestión y transgresión son sinónimos: te dan algo y lo tenés que devolver de otra manera”
No da abasto para responder los mensajes. Le llegan felicitaciones por su nuevo cargo, dice, que muchas veces vienen con un regalito: "Acordate de cuando trabajamos juntas", "Hemos pasado por un mal período"; en definitiva: "Teneme en cuenta". Que ella esté sorprendida, a la vez, sorprende, porque si algo no le falta a a Diana Saiegh,flamante presidenta del Fondo Nacional de las Artes (FNA), es experiencia en la gestión cultural pública. Con gobiernos de diferentes signos políticos, fue subsecretaria de Cultura de la Ciudad (1990 -1992), dos veces directora del Centro Cultural Recoleta y estuvo al frente de la Casa Argentina en París por siete años (volvió al país la mañana del cacerolazo de 2001), antes de asumir en el Museo de Arte de Tigre. Incluso, integró el directorio del FNA, donde ocupó la silla que dejó vacante Clorindo Testa alrededor de la misma mesa a la que se sentaban Héctor Tizón, Oscar Barney Finn, Juan Falú.
Pisciana y, por lo tanto, próxima a cumplir los 72, Saiegh conoce tanto el organismo que ahora le toca conducir como en el Fondo saben de ella. Se oyen comentarios con expectativa en los pasillos de la calle Alsina y en la Casa Victoria Ocampo. También en el mundo del arte y de parte de exfuncionarios que ven su nombramiento como "una elección más que razonable", porque "es una gran gestora" y "la institución la quiere". Entre sus primeras medidas estará conformar el directorio con el que trabajará, al que prácticamente renovaría de cero, con designaciones que le inyecten "sangre joven". Como contrapartida integrará un comité asesor formado por grandes nombres dispuestos a seguir de cerca sus acciones. Para "tomarles examen", entonces, imagina figuras de la talla de Mauricio Kartun, Oscar Araiz, Yuyo Noe. Por otro lado, piensa crear una suerte de Asociación de Amigos del FNA. Se tomará el verano para organizar estos esquemas.
–¿Te incomoda que te mencionen como una "referente cultural del massismo"?
–Me siento más que eso, pero es una parte de la realidad que no niego para nada. Cuando me nombraron en el Museo de Arte de Tigre, prácticamente no sabía quién era Sergio Massa. Me acuerdo que entonces me preguntó qué me parecía la colección y fui muy sincera al decirle que era sesgada, pero que consideraba meritorio que un intendente hubiera arreglado el museo y comprado obras. Empezamos a trabajar juntos, me di cuenta de que, como todos los políticos, no sabía nada de cultura ni de arte, y cuando en las inauguraciones él decía: "No puedo decir que no sé porque Diana me reta", yo le pedía: "Respaldame entendiendo lo que estoy haciendo". Después llegó la propuesta de hacer la movida de esculturas en el jardín del MAT y la idea de que Tigre fuera la ciudad de las esculturas. Había un ida y vuelta interesante. Él entiende de política, yo menos (aunque toda la vida tuve una sensibilidad social, no soy una política de unidad básica), y cuando me quise ir, porque estaba cansada, enseguida me llamó para que viéramos cómo podía quedarme cerca suyo. No me acuerdo ya en cuál de las campañas [Massa] quiso que conociera a Alberto Fernández y armó una reunión. Así que no sé si fue Tristán [Bauer], Alberto, Sergio o los tres que me eligieron. A mí me llamó el Ministro de Cultura.
–¿Querías volver a la gestión?
–No, porque la función pública es agotadora, pero, por otro lado, lo que yo considero que es gestión cultural es transgresión, son sinónimos. A vos te entregan una cosa y la tenés que devolver de otra manera. Y en la Argentina está todo por hacer, siempre respetando lo que hay.
–¿Por qué volviste entonces a la función pública?
–Hubo un acto grande de Alberto con referentes de la cultura en la Umet (Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo), al que fui, y escuché por primera vez a un político de ese nivel con un manejo del tema cultural que nunca había visto. Habló de cada una de las disciplinas. Volví a casa y pensé: si este tipo gana, por ahí se abre otra etapa de verdad (en esto, al menos, yo no sé de economía). Me pareció alentador.
–¿Qué estabas haciendo cuando te convocaron?
–Me presenté en Mecenazgo para hacer un manual de gestión cultural; no hay un tutorial para nuevas generaciones, acá se estudia con documentación extranjera. Es un libro que reúne todas las experiencias para que, por ejemplo, los nuevos gestores sepan responderse cuando preguntan "cómo trajiste a Pavarotti a la 9 de Julio".
–¿Cuál es tu mirada sobre el FNA?
–No me parece que se haya llevado mal, dentro de todos los organismos está a flote, pero es como que si se hubiera quedado en el tiempo, detenido, con una estructura formal que se concibió hace muchos años y directores por áreas que no se revisaron, de modo que todo lo que es nuevas tendencias y tecnologías aplicadas al arte no está. ¿O dónde están los pibes nuevos que pueden hacer ahora una cuestión interdisiplinaria?
–Por eso no crees en las artes como compartimentos estancos.
–Exacto. Me refiero a la mirada de las disciplinas.
–Recibís un directorio flaco. Por estatuto son quince posiciones, incluyendo el presidente y los representantes del Ministerio y del Banco Central, pero de los otros doce integrantes en representación de las diferentes artes hay actualmente nueve.
–El directorio se renueva por mitades: hay cargos por designar, otros que están por vencer a fines de febrero (es el caso de Teresa Anchorena o Inés Sanguinetti, por ejemplo) y espero que los demás den un paso al costado, aunque por ahí después los vuelva a llamar. Confirmaría a alguien que como gesto tuviera la generosidad de dar ese paso al costado. Pero me gustaría hacer un directorio de cero. Y también quiero integrar el Fondo con el Ministerio de Cultura de verdad, porque esto ha estado corriendo como ríos separados.
–El tema clave ahí es la autarquía.
–No me estaba refiriendo a la plata y la autarquía, sino, por ejemplo, con Valeria González [designada en la secretaría de Patrimonio] siento que podemos hacer un trabajo en equipo, lo mismo me pasa con Lucrecia Cardoso [secretaria de Desarrollo Cultural].
–Podrías pedirle al ministro Bauer que alguna de ellas ocupe la silla del representante del ministerio en el directorio del FNA.
–Ahí vamos. Me adivinaste la jugada. El Fondo adolece de otra cosa, el aspecto federal. Como buena arquitecta, me estoy haciendo un mapa de las zonas en las que el fondo dio subsidios, becas, y cómo estos van disminuyendo cuando te alejás de Buenos Aires, Córdoba y Rosario. Ustedes sacaron una nota maravillosa esta semana sobre artistas emergentes. A ellos es a quienes el Estado tiene que ir a buscar. En cuatro años espero que nos juntemos acá mismo y decirte: mirá, salió el nuevo Kuitca o el nuevo Fito Paez. Estamos muy achanchados en nuevos paradigmas. Soy educada en lo que en Francia llaman el soutien á la culture. Me gusta esa palabra: sostén. Porque el artista joven está sin red.
–Vuelvo a la autarquía: la exitosa gestión de Carolina Biquard terminó cuando ella vio que podía vulnerarse ese principio.
–Nunca uno se va de un cargo por una sola cosa, pero yo tuve una experiencia anterior, cuando formaba parte del directorio del FNA, y también en un momento hubo una intención de que con la plata del Fondo se pagara un trabajo de la secretaría de Cultura. Lo cuestioné y al tiempo no me renovaron mi lugar. Conozco qué es eso. Y creo que hay que hacer al revés: en vez de esperar a ver si respetan o no la autarquía, consolidar el vínculo con el ministerio de entrada. Si trabajamos de forma correcta y mancomunada con Tristán Bauer y su equipo esto no va a pasar, porque una cosa es que el ministro venga y te pida la plata y otra es que programes cosas en conjunto.
–Entonces, para vos, ¿la finalidad del FNA es financiera, el modelo de un "banco para los artistas", o es un productor?
–Esa es la clave. Lo del banco está claro: entra dinero del Dominio Público Pagante [principal fuente de ingresos, por la recaudación del canon que se paga en nuestro país por usar libremente obras de arte libre de copyright] y distribuís en becas y subsidios. Pero dentro de las funciones del FNA también está producir proyectos culturales, no está inhabilitado.
–Si parte del dinero se pone en producción serían menos para becas, por ejemplo.
–Depende, pueden ser menos en cantidad para mejor elegidas. Por ahí, mirando un poco más a las provincias. Lo primero que hay que hacer es que la gente sepa, que una joven que quiere sacar su primer libro de poesía sepa que puede pedir acá una ayuda.
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