Diana Saiegh, en un nuevo aniversario del Fondo Nacional de las Artes: “Ejercer cultura es política”
La arquitecta y curadora, que preside la institución que cumple 65 años, publicó un libro dedicado a su experiencia de tres décadas en la gestión cultural, con testimonios y material de archivo
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“Esta aventura no termina, tiene presente y tiene futuro”, escribe la arquitecta Diana Saiegh (Buenos Aires, 1948) en el prólogo de su libro Gestión cultural. Recorridos y experiencias (1986-2019), en el que recopila material de archivo y testimonios de colegas, colaboradores y escritores (Jorge Caterbetti, Delfina Helguera, Emilio Basaldúa, Andrés Gribnicow, Olga Cosentino, Luis Ovsejevich, Fernando García y Eduardo Berti, entre otros) acerca de diferentes “aventuras” culturales en las que participó a lo largo de más tres décadas, como integrante del Inventario de Patrimonio Urbano, directora del Centro Cultural Recoleta, subsecretaria de Cultura porteña, anfitriona de la Casa Argentina en París y, en 2008, directora general del Museo de Arte Tigre por decisión del entonces intendente de Tigre, Sergio Massa. Desde 2020, preside el Fondo Nacional de las Artes (FNA), que hoy celebra 65 años de vida (fue creado por decreto el 3 de febrero de 1958).
“Nació de un archivo construido a lo largo de los años, que me permitía compartir con otros experiencias colectivas -dice Saiegh sobre su libro a LA NACION-. También porque al ser profesora de gestión cultural me di cuenta de que había poca bibliografía nacional; se creaban muchas carreras, con poca bibliografía”. Está destinado, agrega, “a todos aquellos que tengan deseos de leerlo, pero fundamentalmente a gestores culturales jóvenes del país que quieran conocer ejemplos concretos de trabajo”, y en las primeras páginas establece un decálogo de la gestión cultural, tarea que considera “una cuestión de Estado”. Publicado a través de un programa de Mecenazgo, el volumen se distribuye en forma gratuita en bibliotecas de facultades donde se dictan carreras afines a esa actividad, y en bibliotecas públicas y municipales.
Sostiene que en la Argentina se ganó experiencia en materia de gestión cultural. “Y se amplió mucho la cantidad de gente que quiere cumplir este rol, seguir esta profesión -señala-. En el libro hay un apartado con diez claves de la gestión cultural y se reúnen los aspectos que son importantes a tener en cuenta en la gestión pública de la cultura, como el financiamiento, las modalidades de trabajo, la inclusión y la comunicación, entre otros. En nuestro país y en el mundo hay muchos ejemplos de gestión cultural exitosa. La Argentina es un territorio singular por la diversidad cultural de cada provincia. Los museos regionales reflejan esa diversidad”.
-¿En qué medida la experiencia del Inventario de Patrimonio Urbano (IPU) signó su trayectoria?
-En gran medida, porque fueron mis primeros pasos en cuanto a trabajo en equipo. No solo el IPU dejó un legado en la manera de haber inventariado el patrimonio de Buenos Aires, sino también una manera de trabajar. Nosotras imaginamos unos parámetros de protección y una manera de sistematizar el trabajo que me permitió conocer y adoptar herramientas y también, en lo particular de la gestión, encontrar quién nos auspiciara la edición de cada uno de los barrios. Justamente lo recuerda Graciela Novoa, integrante del IPU, en el testimonio, que forma parte del libro.
-¿Usted eligió a los autores de los textos para esta suerte de biografía coral como gestora cultural y cómo se sintió al leerlos?
-No es que los haya elegido. El libro llevó mucho tiempo en hacerse y, a lo largo de ese proceso, como sigo en contacto con colegas y colaboradores, la mayoría se ofreció para dar su testimonio de cómo había sido el trabajo en cada uno de esos tramos. No creo que sea una biografía, pero de alguna manera puede leerse así, aunque a mí me parece que es una recopilación de experiencias y ejemplos concretos que tiene las voces de algunos de los que participamos en ellas. Leer los textos fue muy gratificante, me ayudaron a recuperar la memoria. Los textos de los otros, de alguna manera, completaban mi recuerdo. Hay muchos que me resultaron conmovedores: el de Graciela Novoa, el de Olga Cosentino, que pintó con esa pluma maravillosa la epopeya del 92; el de Jacobo Fiterman que relata cómo iniciamos ArteBA, el de María José Leveratto del Recoleta y los de algunos de los artistas argentinos en París.
-¿Qué significó dirigir el Recoleta?
-Significó muchísimo, yo era muy joven y, además, la primera directora mujer que tuvo el CCR. Heredé a Osvaldo Giesso, que fue quien le dio la impronta, y fue muy interesante dirigir un espacio que tenía mucho que ver con el riesgo, con la experimentación, con la innovación, y eso realmente nutre.
-¿Cuál su balance de la gestión del FNA y cómo se encuentra la institución en este nuevo aniversario?
-Antes de responder sobre mi rol actual, quiero aclarar muy especialmente que la edición del libro es un tema personal, que no toca en absoluto mi gestión frente al FNA. En cuanto a la pregunta, aún estamos en plena gestión y es difícil hacer un balance. La institución se encuentra en pleno afianzamiento de una política federal, inclusiva y abarcativa. Hay muchísimos proyectos a lo largo y ancho del país. Es muy positivo que, junto con los directores, pueda visitar a personas e instituciones cuyos proyectos se acompañaron con un beneficio del FNA. Ese contacto directo con cada uno de los beneficiarios es muy importante y enriquecedor, y creería que nunca antes se habían concretado este tipo de encuentros cara a cara con todos los involucrados en un proyecto. Y los Premios Trayectoria 2022 fueron pensados con paridad de género e igual cantidad de premiados de la ciudad de Buenos Aires que las provincias.
-¿Hay anuncios o novedades?
-Este año, además de las líneas de trabajo habituales de préstamos, subsidios, concursos y becas para artistas e instituciones culturales, tenemos la importante novedad de que daremos lugar dentro de nuestros espacios a los ganadores de esas líneas de beneficio. Me refiero a la posibilidad de exhibición en la Casa de la Cultura o, también, a la edición. El 65º aniversario encuentra al FNA en los albores de los cuarenta años de democracia. Todas las acciones que llevemos adelante en 2023 van a estar inscriptas en el recuerdo, la conmemoración y el afianzamiento de la democracia argentina.
-Si tuviera que hacer una autocrítica, ¿cuál sería?
-Quizás la autoexigencia y, por momentos, no tener presente que no hay nada que rinda más que el trabajo en equipo. A veces uno es autoexigente y se olvida de que lo mejor sucede en equipo.
-¿Impulsaría cambios en el reglamento del FNA que impide, por ejemplo, que un músico o un escritor jubilado pueda ser jurado y cobrar por esa tarea?
-Por supuesto, impulsaría ese tipo de cambios en el reglamento. Estamos trabajando exactamente en esa dirección tratando de resolver esa traba.
-¿Qué relación tiene con la política y por qué es necesario tender puentes entre cultura y política, al margen de que sean los políticos los que asignan recursos?
-Ejercer cultura es política. Toda acción cultural es política, todo es político. Y la relación de los políticos con la cultura también es tarea de los gestores culturales, porque hay que explicar. La relación entre la cultura y la política es una de las cosas que, en lo personal y lo profesional, siempre me ha interesado. Es por todos conocida mi vinculación con el campo nacional y popular, y mis orígenes políticos dentro del peronismo, del que formo parte hasta el día de hoy. Pero desde la gestión, mi trabajo es llevar adelante políticas culturales.
Dos claves de la gestión cultural
Una cuestión de Estado
Resulta esencial para el fortalecimiento de una Nación garantizar un acceso a la cultura amplio, democrático, plural e inclusivo. Debe pensarse siempre como inversión y no como gasto, ya que favorece a la sociedad en su conjunto y a la economía de un país. Producir y consumir bienes culturales redunda en bienestar para los integrantes de toda la comunidad. El sostén a la creación es otra de las premisas básicas para entender a la cultura como una cuestión de Estado.
Convergencia
La política pública en el área cultural demanda del Estado respuestas a problemáticas de interés común que implican procesos transparentes y participativos que abarcan a toda la sociedad. Es importante crear conciencia en el sector privado para que, a través de la responsabilidad social, se involucre y promueva acciones y programas culturales. De este modo es posible alcanzar un alto grado de impacto comunitario y conseguir, por ejemplo, que una empresa se consolide como auspiciante o mecenas de cualquier disciplina artística. La gestión pública del sector cultural puede pensarse como un puente de cooperación con el sector privado. Todo proyecto cultural se beneficia con la convergencia de estos intereses que, sostenidos en una buena conducción, se complementan y se potencian.
De Gestión cultural. Recorridos y experiencias, de Diana Saiegh
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