Así en la vida como en la literatura
La celebración permite recuperar una tradición literaria que se remonta a los tiempos de Homero y sigue viva en cuentos, ensayos y novelas de autores contemporáneos
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“Existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices por la simple casualidad de haberse cruzado en nuestro camino -escribió Jorge Luis Borges-. Algunas recorren el camino a nuestro lado, viendo muchas lunas pasar, mas otras apenas vemos entre un paso y otro. A todas las llamamos amigos y hay muchas clases de ellos”. En la literatura pasa lo mismo: hay muchas clases de amigos -incluidos los falsos amigos- y cumplen distintos papeles en cuentos y novelas. Cada amigo, como afirmó Anaïs Nin, representa un mundo, “un mundo que posiblemente no nace hasta que ellos llegan”. ¿No se podría aplicar esta fómula al efecto que tienen las ficciones literarias? Así en la vida como en la literatura -que tiende a ser más grande que la vida- las amistades son dínamos.
Desde Aquiles y Patroclo en la Iliada hasta Harry Potter, Hermione Granger y Ron Weasley en la serie novelesca del niño mago, pasando por Tom Sawyer y Huckleberry Finn en las novelas de Mark Twain, el Principito con su amigo zorro, los personajes saerianos reunidos para compartir asado, vino y conversación, y las “estupendas” amistades entre mujeres en las novelas de Elena Ferrante, la amistad es un “universal” narrativo que motoriza tramas y destinos. Gran parte de la literatura para el público infantil y juvenil -con autores como John Green, Becky Albertalli y Anthony Browne- tiene como divisa la amistad entre personas, y entre humanos de todas las edades y animales, árboles e incluso seres sobrenaturales.
Efervescencia y asimetría
Desde el otro lado de la cordillera de los Andes, la escritora y académica chilena María José Navia destaca dos novelas en lengua española presentadas en el último tiempo: Panza de burro, de la canaria Andrea Abreu y publicada por Barrett, y Los nombres propios, de la madrileña Marta Jiménez Serrano, publicada por Sexto Piso. “La primera retrata la amistad feroz y efervescente de dos chicas en Canarias y, la segunda, está narrada en una brillante segunda persona que interpela a la protagonista, una mujer que sigue relacionándose con su amiga imaginaria, Belaundia Fu -dice Navia a LA NACION-. También dos novelas muy favoritas para mí que tratan sobre la amistad (y otras cosas) son Mantra y El fondo del cielo, de Rodrigo Fresán, con Ciudad de México, Nueva York, los cómics y la ciencia ficción conjurando una galaxia delirante. Y, por último, otras dos en traducción: Postales de invierno, de la estadounidense Ann Beattie, publicada en Los Libros del Asteroide, sobre una amistad masculina que orbita y a la vez nivela la obsesión amorosa del protagonista, y Los hermosos años del castigo, de la suiza Fleur Jaeggy, una amistad afilada y profunda entre dos chicas en un internado en Suiza”. Navia es autora de dos novelas, tres colecciones de cuentos y una novela infantil; el más reciente es el volumen de relatos Una música futura, que obtuvo el premio Mejores Obras Literarias 2019 en Chile en la categoría de cuentos. Los lectores pueden seguir sus “hilos” de recomendaciones literarias en la cuenta de Twitter @mjnavia.
“La primera amistad que retuve de la literatura fue o es, de algún modo, determinante, porque incluye la asimetría de los amigos, la gran diferencia, y es la que en Moby Dick se da entre Ismael y Queequeg, el arponero caníbal y polinésico -revela el escritor Edgardo Scott a LA NACION-. Después recuerdo la de Don Segundo Sombra, la amistad entre Fabio y Don Segundo, que es más paternal, o de hermano mayor, en todo caso. También recuerdo la correspondencia entre Mary McCarthy y Hannah Arendt, fuera de la ficción, en cierto modo. Aunque atraviese novelas enteras, narrativamente la literatura se vale de la amistad para mostrar escenas puntuales, pero creo que se nota más, se nota mejor la amistad en los libros de no ficción”. El ejemplo que elige el autor de Cassette virgen (Emecé) -flamante colección de relatos autobiográficos derivados de la literatura- es el Borges, de Adolfo Bioy Casares. “Más que un retrato de Borges es un retrato de la amistad de los dos amigos a lo largo del tiempo, como nuestra ya legendaria La Operación Masotta, de Carlos Correas, donde un amigo vivo, Correas, escribe a partir de la muerte y la evocación del amigo ausente, Oscar Masotta”.
La amistad también puede abrir nuevos caminos en la escritura de ficción. “James Tiptree Jr. fue un escritor premiado con más de diez novelas de ciencia ficción -dice la escritora Claudia Aboaf-. En 1971, James le escribió una carta elogiosa a Ursula K. Le Guin. Esta le respondió y durante cinco años intercambiaron confidencias hasta 1976, cuando James le escribió: ‘Quiero que seas solo tú quien se entere por mí, a causa de nuestra relación especial. Al escribir esto siento que estoy poniendo una amistad grande y sincera al borde del abismo, a punto de caer para siempre en la oscuridad. No hubo planificación ni intención de engañar, salvo en la firma que durante más de ocho años se convirtió en poco más que otro apodo. Todo lo demás es mi auténtico yo. El caso es que soy una mujer de sesenta y un años llamada Alice Sheldon’”.
No sin asombro, Le Guin le respondió de inmediato. “Conocía a mi James muy bien y al infierno con los sexos. Y en cuanto a lo que diga el mundo de la ciencia ficción, ¿qué más da? ¡Bienvenida, Ali! Ojalá todos mis amigos fueran como tú”. Aboaf señala que, hasta entonces, la autora de La mano izquierda de la oscuridad -recientemente reeditada por Minotauro- no lograba crear personajes femeninos en sus relatos. “Luego de esa sorpresa de su antes amigo James, cuenta que, mientras escribía, una voz la animó a hacerlo: ‘y pude afilarme las garras’. Le Guin, a su vez, empujaba a su amiga a replantearse su autopercepción: ‘Todos cambiamos. Tú solo has cambiado de forma algo más abrupta’”. La amistad escribe su historia en los pliegues de la realidad y de su aliada incondicional: la ficción.
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