Día de la Madre: dos nuevos libros retratan el complejo universo de la maternidad en primera persona
Silvia Arazi, con “La voz de la madre”, y Violeta Gorodischer, con “Desmadres”, enriquecen el catálogo de las “maternidades escritas” en la Argentina
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Madre hay una sola, pero maternidades hay muchas. “Como toda institución humana, la maternidad es compleja y cambiante, vivida por las mujeres como una fuente de placer y realización o como una carga insoportable o (lo que es más común) como las dos cosas al mismo tiempo”, escribió la antropóloga e investigadora Mónica Tarducci en Maternidades en el siglo XXI. “Envase” de estereotipos de género por mucho tiempo, la maternidad sigue dando lugar a exploraciones a través de la literatura. Dos nuevos libros de autoras argentinas -Silvia Arazi y Violeta Gorodischer- enriquecen el catálogo de las “maternidades escritas” en la Argentina.
Imperativos maternales
La escritora y periodista Violeta Gorodischer comenzó a escribir Desmadres. De la experiencia personal a la aventura colectiva: la decisión de maternar hoy (Planeta) luego de perder su primer embarazo.
“Hay un discurso social sobre la maternidad al cual nunca le había prestado demasiada atención y que en ese momento empezó a aturdirme -cuenta a LA NACION-. Entendí hasta qué punto las madres son (somos) moldeadas por certezas heredadas, voces superpuestas, mandatos que van cambiando según las épocas. Cuando pude realizar el duelo por esa pérdida y más tarde tuve, finalmente, a mi hija, intenté escribir una ficción sobre eso que me había ocurrido, pero el formato me quedaba chico: no se trataba solo de haber perdido un embarazo y haberme rearmado; era, también, comprender que ya convertida en madre esos discursos me estaban tocando a mí, aunque no quisiera. En un mismo movimiento, descubrí el vasto universo de la maternidad y las implicancias de ‘maternar’ en la Argentina”. El neologismo alude a la crianza y el cuidado de los hijos por parte de la madre.
En su libro, cuyo proyecto resultó seleccionado en la categoría de no ficción del Premio Estímulo a la Escritura en 2021, alterna la investigación periodística con testimonios de madres y “aspirantes a madres”, y la crónica con la autoficción y el ensayo.
“Comenzó un proceso de investigación en el que me crucé con historiadoras, antropólogas, sociólogas y diversos profesionales que exploran la maternidad en términos históricos y conceptuales, y la ‘sacan del clóset académico’ -grafica la autora-. Abarcan desde cómo se fue transformado el sistema de salud hasta cómo se construye un paradigma maternal, cómo se percibía la maternidad argentina a comienzos del siglo XX, qué cambió, qué sigue igual, por qué se silencian los duelos gestacionales, cuál es el origen de las ‘tribus de crianza’ y muchas cosas más. A la vez, como escribo ficción, quise acercar esa información y pasarla por el tamiz de mi propia experiencia mediante la narración. Me sumergí en una suerte de autoficción donde voy planteando qué me pasó en cada etapa, en cada momento de mi devenir-madre. Y para darle al libro una faceta más coral, ya que no hay una maternidad sino muchas, salí a buscar testimonios de otras mujeres, plantándome en la crónica, en el reporteo”. El cruce de formato “dio a luz” una escritura ágil y reflexiva.
“La maternidad es política desde hace tiempo -dice Gorodischer-. La historiadora Marcela Nari explica muy bien en Políticas de maternidad y maternalismo político que las mujeres en la Argentina consiguieron los primeros derechos sociales por su condición de madres. Pero también es política en otro sentido: muchas instancias que hoy debe atravesar una mujer en el parto y los primeros años de crianza de su hijo o hija están determinados por condiciones sociales y estatales que la exceden, pero afectan directamente su maternidad. Por ejemplo, existe una Ley Nacional de Parto Respetado que debería garantizar el respeto al proceso fisiológico del trabajo de parto, la información clara y accesible ante cualquier intervención, que esa mujer pueda ingresar a la sala de parto acompañada por quien desee, que no se la separe de su bebé si no es estrictamente necesario y otra serie de postulados que muchos profesionales de la salud tienen en cuenta, pero muchos otros no, ejerciendo así una violencia obstétrica que deja una huella psíquica muy difícil de borrar. La lactancia, por otra parte, también es un derecho protegido por ley, pero se ve obstaculizado cuando las mujeres terminan sus breves licencias y en sus lugares de trabajo no se respetan las dos pausas de media hora que les corresponden según la Ley de Contrato de Trabajo”.
Gorodischer retoma en su libro el concepto de “maternidades situadas” por el contexto social e íntimo. “Maternar siempre es posible, el tema es de qué forma -señala-. A diferencia de lo que ocurre en las clases medias y altas, una mujer con pocos recursos económicos no va a poder pagarle a una puericultora para que la ayude con la lactancia, ni va a poder contar con ningún tipo de ayuda para el cuidado de sus hijos antes de los cuatro años. En el mejor de los casos, podrá recurrir, como antaño, a redes familiares o barriales que la ayuden. En los sectores populares urbanos el cuidado comunitario está mucho más presente que en las clases medias y altas”.
Para la autora, cada época tiene su propio ideal materno. “A comienzos del siglo XX, en nuestro país, el Estado y el discurso médico fomentaban la lactancia materna como forma de crear un vínculo exclusivo y excluyente entre una madre y su hijo, lo cual era una forma de bajar la alta tasa de mortalidad derivada del mercado de nodrizas y los infanticidios. A la vez, alimentado por el imaginario europeo que recopilaba ideas del cientificismo, el Romanticismo y la Ilustración, nacía el ideal de la ‘madre argentina’: devota, nutricia, virginal. Ser madre era sinónimo de altruismo y abnegación, además de destino inevitable. Hoy, el ideal materno que reina entre las madres de clases medias y altas mutó; parece estar permeado por las redes sociales, los libros de divulgación y las ‘tribus de crianza’. Pero la propuesta de un modelo alternativo deviene muchas veces en imperativo, ubicando en un lugar incómodo a las que no quieren o no pueden suscribir a las normas. Por supuesto que también hay espacios comprensivos y flexibles, pero no son pocas las madres que entrevisté atravesadas por la culpa de haber tenido una cesárea o de no poder amamantar a demanda, sin saber ni siquiera de dónde venía esa presión interna que no las dejaba en paz”.
El misterio de la maternidad -”perfecto para la literatura”, como sostiene Ariana Harwicz- se despliega en las páginas de Desmadres. “Hay algo muy impactante que sucede con la llegada de la maternidad, en especial de las madres primerizas, y es que el ‘yo’ eclosiona durante el puerperio -concluye Gorodischer-. De pronto hay otro que depende exclusivamente de vos para sobrevivir, tu cuerpo se vuelve alimento, el sueño se interrumpe, el tiempo queda suspendido, hay un olvido de sí: la mujer que una era hasta hace unos meses desaparece por completo. Y luego, cuando ese mamífero indefenso empieza a crecer, a manifestar signos de autonomía, a convertirse en un sujeto hablante y pensante, descubrís que no te pertenece, que ese ser que considerabas casi una extensión tuya está cerca y lejos a la vez, colmado de pensamientos y expresiones que nada tienen que ver con vos”.
Canción de amor para una madre triste
El nuevo libro de la escritora, actriz y cantante Silvia Arazi, dedicado a su madre, también nació de un duelo. “El motor de esta historia, al igual que el de mis novelas anteriores, es la pérdida -dice Arazi a LA NACION-. La pérdida de un ser querido. Para mí, el infierno no es el otro, sino su ausencia. Por otro lado, la pérdida de una madre es una muerte doble. Significa la pérdida de una figura central en nuestras vidas y también, no importa la edad que tengamos, el fin de nuestra infancia”.
El libro comienza con la escena de tres hermanos -tres huérfanos- después de la muerte de Rosita. “Más allá de que casi todo lo que cuento en La voz de la madre sucedió, o mejor dicho, creo que sucedió, escribí este libro con herramientas y estrategias de la ficción -señala la autora-. Cuando el yo se convierte en ficción, ese yo se transforma en nosotros. Puedo decir que la narradora de este libro soy yo y no soy yo. La memoria es una gran fabuladora: elige, omite, deforma y edita ese sueño inasible que llamamos realidad. Intenté que cada capítulo funcionara como un relato en sí mismo para que, de algún modo, el libro pueda leerse desde cualquier punto”.
“La hija cierra la computadora y piensa que quizá tenga que abandonar la escritura de este libro -se lee en las páginas de La voz de la madre-. Puede que todavía no sea el momento de escribir sobre su madre”. Y menos aún publicarlo. “Por falta de coraje, por pudor, por temor al juicio de mis hermanos, porque dolía demasiado -revela la autora-. Sin embargo, escribirlo fue una experiencia transformadora. Como si la escritura tuviera un saber que le es propio y que permanece velado en la conciencia, al poner en palabras algunos recuerdos de mi historia familiar, muchas ideas que tenía cristalizadas acerca de mi madre, de mi padre, incluso de mí misma, se modificaron. Todo se movió de lugar”.
Arazi advierte un cambio muy grande en las madres de hoy con respecto a las de la generación de Rosita. “Ella fue una mujer sumisa, postergada, totalmente dedicada a la casa, con un amor inmenso hacia los otros que no la incluía. En su vida había poco espacio para el placer. Elegí la foto de la portada donde está vestida de novia no solo porque se la ve hermosa, sino también por la mirada. Es una mirada intensa, llena de fuerza y de coraje. Ella no era así, pero me gusta pensar que esa mujer que aparece en la portada es la mujer que ella hubiera podido ser”.
Para la autora, su madre fue un gran apoyo y su gran compañera. “Desde que yo era chica, posiblemente enceguecida por su amor maternal, todo lo que yo hacía le gustaba: mis dibujos, mis escritos, mis poemas, mis canciones. Me encanta, solía decir. Me encanta, repetía. Y ese encantamiento suyo me bastaba. Le gustaba que le leyera mis libros en voz alta y se sentía orgullosa cada vez que publicaba. Sin embargo, no sé cuál sería su reacción al saberse protagonista de uno de mis libros”. Arazi recomienda algunos libros acerca de madres que leyó mientras escribía el suyo: Madres e hijos, de Theodor Kallifatides; Así hablaba mi madre, de Rachid Benzine, y Mi madre ríe, de Chantal Akerman.
La voz de la madre incluye -además de fotos del álbum familiar, un poema y el registro de la voz maternal por parte de una hija que se vuelve madre de la madre- algunas recetas que Rosita preparaba como expresión de afecto “para multitudes” (cuando ya estaba muy enferma, decidió dejar de recibir visitas porque no podía ofrecerles algunas de sus delicias).
“En sus últimos años, su melancolía, algo que en ella era algo casi natural, se transformó en una profunda tristeza -recuerda la autora-. Entonces, cuando la visitaba, solo me pedía que cante. Me sentaba al lado de su cama y le cantaba. De un modo misterioso, escucharme cantar la serenaba, la hacía sonreír. Nunca sé cuáles son las verdaderas razones que me llevan a escribir un libro. Tampoco en este caso. Tal vez haya sido una manera de duelar a mi madre, de revisar los vínculos familiares o el torpe intento de recuperar su voz. O quizás no fue más que una canción para ella. Una canción de amor para una madre triste”.
El viernes 28 a las 18.30 en Dain Usina Cultural (Nicaragua 4899) se presenta el libro con la escritora Gloria Peirano y la escritora y editora Mercedes Güiraldes.
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