Detrás de las tapas. Reeditan los libros de Fogwill con nuevo envase: ¿cómo lo hicieron?
El mes pasado el escritor y sociólogo Rodolfo Fogwill hubiera cumplido 80 años. Además de publicar algunas de las novelas clave de la segunda mitad del siglo XX en el país -Los pichiciegos, Vivir afuera, La experiencia sensible-, ensayos y artículos periodísticos, libros de poemas y de cuentos, Fogwill fue director creativo de agencias de publicidad y marketing, que siempre enfatizaba en el carácter de “mercancía” del libro. “Todos mis vicios vienen de antes de la publicidad. La publicidad me sirvió para robar dinero”, declaró una vez.
Dos de sus “mercancías” pobladas de relatos -el premiado Mis muertos punk y Pájaros de la cabeza- se reeditaron este mes en el sello Alfaguara con nuevo envase y en ediciones facsimilares. El primer título, de 1980, había aparecido en la editorial Tierra Baldía con una breve anécdota introductoria firmada por el autor, en la que cuenta su rechazo del contrato que le había hecho llegar Enrique Pezzoni, destacado crítico y ensayista, traductor, editor de Sudamericana, amigo de Fogwill y jurado junto con Liliana Heker y Ángel Mazzei de un premio organizado por la empresa Coca-Cola. “¿Y vos pensabas que habiendo firmado un libro como el mío yo firmaría un contrato como el tuyo?”, narra Fogwill su miniparábola del escritor avispado. Años más tarde, las vueltas de la vida (y de los negocios) hicieron que su obra apareciera en un sello que es “primo hermano” de Sudamericana, como Alfaguara.
El otro volumen, Pájaros de la cabeza, fue publicado por Catálogos en 1985, con un texto de contratapa firmado por César Aira. “Su arte controla el resultado, y si cedemos a la ilusión de que hay un mundo y que hemos empezado a deberle algo también a Fogwill, él -o su autor- emerge con elegancia de sus frases para rogar que lo malentendamos y que confiemos en sus palabras cuando exigen que desconfiemos de sus palabras”.
Los dos libros -en un formato de bolsillo de cubiertas negras y rayadas letras blancas- están acompañados de fajas flúo con frases de Elvio Gandolfo y, en contratapa, elogios de Fabián Casas, Luis Chitarroni, Leila Guerriero y Gustavo Nielsen.
Días atrás, el diseñador Máximo Sánchez compartió en su cuenta de Twitter (@maxrompo) un “hilo” en el que contaba el proceso de creación de las portadas para ambos libros, realizado junto con Lucrecia Rampoldi, jefa del Departamento de Arte de Penguin Random House. “Casi cuatro meses después de MUCHO trabajar en ellos, finalmente @penguinlibrosar reeditó dos de los primeros libros de cuentos de Fogwill”, destaca al inicio del mensaje, donde se pueden ver las tapas que -con guiños a la empresa de gaseosa, a los personajes de los cuentos y a la biografía profesional de Fogwill- quedaron en el camino.
“El proceso fue largo; con la excusa del 20º aniversario de Mis muertos punk empezamos el año pasado, pero la pandemia interrumpió el plan -cuenta Sánchez a LA NACION-. En aquel redondo contexto celebratorio se pensó en reediciones facsimilares que respetaran el diseño de aquella primera vez. Finalmente se conservó solo para los interiores, pero rediseñamos las tapas, especialmente porque tanto los editores como la familia del autor confiaban en que pudiéramos contribuir a una nueva mirada sobre la obra”. Para muchos, los libros de Fogwill hoy se leen como clásicos. “Como es frecuente, las tapas originales denotan un momento estético reconocible -agrega-. Se ven como lo que eran, la literatura de los años 80; lo que no es tan frecuente es que la obra sostenga interés durante tanto tiempo”.
En opinión de los diseñadores, los clásicos admiten múltiples registros estéticos y van digiriendo el paso de las modas. “Por eso, buscamos descontextualizarlos lo suficiente como para conservar solo algunos guiños (el chicle, la tapa de botella de gaseosa, las aves, los ceniceros colmados de colillas) y hacerlos lo más indefinible en el tiempo posible”. En su trabajo para los diversos sellos literarios, los diseñadores intentan desdibujar las marcas temporales para que, “a golpe de vista, no se sepa si el libro es nuevo o antiguo”. Al retomar el proyecto, ensayaron portadas para los dos “burbujeantes” volúmenes.
¿Leen los que diseñan portadas todos los libros que tienen que “envasar” de manera original y tentadora? “En 2016, diseñamos la tapa de la Poesía completa y recién hace un par de años pude hacerme el tiempo para leerlo como si no se tratara de mi trabajo -dice Sánchez-. Nuestro volumen es muy grande y no alcanza el tiempo para leer los libros que hacemos. Si bien me gusta poder espiar algunas páginas de los autores noveles que publicamos para poder identificar su voz, no lo calificaría como a una lectura seria porque es muy veloz y poco personal. No siempre se trata de los libros que uno elegiría. Por eso desde hace un tiempo, cuando aparecen y si no los conocemos, buscamos leerlos como y cuanto sea posible”. Las nuevas reediciones de dos clásicos amplían la colección Fogwill.
Más Fogwill
En septiembre, para aquellos que se hayan quedado con ganas de incluir más Fogwill en su dieta de lecturas, Blatt & Ríos publicará un ensayo del escritor fechado en el año 2000, con el título de Estados alterados. Desde la editorial, adelantan que se trata de notas sobre literatura y una reflexión acerca de su colaboración en revistas y periódicos (por propia decisión, Fogwill evitaba hacerlo en los llamados medios masivos). Originalmente, el ensayo tenía cerca de cincuenta páginas, que Fogwill envió al editor y periodista Gabriel Levinas para publicarlo en El Porteño, donde colaboraba. No obstante, el texto no se publicó: era tan extenso que hubiera ocupado la revista entera. Estados alterados cuenta con un prólogo y notas de la siempre interesante ensayista Silvia Schwartzböck, que sitúa a Fogwill como uno de los grandes pensadores argentinos.
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