Desvelan el misterio de la Piedad inconclusa de Miguel Ángel
Tras dos años de restauración, se confirmó que el bloque de mármol era tan defectuoso e imperfecto que el genio del Renacimiento se vio obligado a abandonar el trabajo
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ROMA.- Misterio resuelto: ¿por qué Miguel Ángel decidió abandonar la realización de la Piedad -también conocida como Piedad Bandini- que se encuentra en el Museo dell’Opera de Santa María del Fiore de Florencia, su escultura más intensa y atormentada? Porque el bloque de mármol era tan defectuoso e imperfecto, que era imposible de seguir esculpiendo. Este es uno de los grandes resultados que dejó la gran restauración de este capolavoro “non finito” del gran genio del Renacimiento, que concluyó el viernes pasado después de casi dos años de trabajos, interrumpidos por la pandemia.
Según la leyenda Buonarroti, que trabajó en esta Piedad entre 1547 y 1555, quiso al final destruirla a martillazos debido a la enorme frustración que sintió ante este bloque de 2 metros y 25 centímetros de alto y casi 2700 kilos. Pero lo cierto es que la restauración ahora ultimada, que se hizo ante los ojos del público y que significó un lavado de cara que le devolvió todo su esplendor, confirmó por primera vez, que el mármol utilizado era efectivamente defectuoso e imperfecto. Tal como lo había advertido en su época el historiador del arte florentino Giorgio Vasari, que en su famoso “Le vite”, describió el bloque en cuestión como duro, lleno de impurezas y que “hacía fuego” ante cada golpe de cincel.
Durante la restauración, en efecto, emergieron en el mármol varias huellas de pirita, mineral que, al ser trabajado, seguramente habría provocado chispas. Pero sobre todo pudieron detectarse microfracturas, especialmente en la base, que dejan suponer que cuando Miguel Ángel intentaba esculpir el brazo izquierdo de Cristo y el de la Virgen, se vio obligado a tirar la toalla y abandonar la obra porque era imposible seguir adelante.
“Se trata de una hipótesis más creíble de la que habla de un Miguel Ángel ya anciano y enojado con el resultado que intentó destruir la obra a martillazos”, dijo Timothy Verdon, director del Museo dell’Opera, que destacó, por otro lado, un dato clave salido a la luz. Durante la restauración no se hallaron las marcas de los legendarios martillazos, que, sin embargo, podrían haber sido borrados en 1556 por Tiberio Calcagni, uno de sus ayudantes.
Más allá de esto, la restauración -que sirvió para limpiar la obra de depósitos superficiales varios como yesos, residuos del calco que se realizó en 1882 y capas de cera-, pero también para realizar una investigación diagnóstica de la obra, sacó a la luz otro gran descubrimiento. El bloque de mármol “no perfecto” no provenía de la famosa localidad de Carrara, sino de Seravezza, en la Toscana.
“Es un descubrimiento significativo porque las canteras de Seravezza eran de propiedad de los Medici y Giovanni de’ Medici, futuro Papa León X, le había ordenado a Miguel Ángel utilizar sus mármoles para la fachada de la Iglesia de San Lorenzo de Florencia y abrir un camino para transportarlos al mar”, dijo la restauradora Paola Rosa. “Por qué este enorme bloque de mármol estuvo en manos de Miguel Ángel en Roma, cuando esculpió esta Piedad, sigue siendo un misterio”, siguió. “Pero sabemos que Miguel Ángel no estaba satisfecho con la calidad de estos mármoles porque presentaban vetas imprevistas y microfracturas difíciles”, agregó, en la presentación de la renovada Piedad Bandini.
Cargada de sufrimiento, esta Piedad inconclusa tiene una historia peculiar. A diferencia de la que Miguel Ángel realizó en edad juvenil, que se encuentra en el Vaticano y la Piedad Rondanini –que está en Milán y es considerada la última, realizada poco antes de morir-, en la Bandini el cuerpo de Cristo no sólo está sujetado por María, sino también por Magdalena y el anciano Nicodemo, a quien el artista quiso darle su rostro. Tal como también consignó Vasari, la escultura estaba destinada a un altar de una iglesia romana a cuyos pies el artista hubiera querido ser sepultado.
Miguel Ángel no terminó la escultura, pero se la regaló a un sirviente suyo, Antonio da Casteldurante, que se la vendió por 200 escudos al banquero Francesco Bandini -de ahí el nombre-, que la colocó en el jardín de su mansión romana. En 1649 sus herederos se la vendieron a un cardenal, cuyos descendientes en 1671 se la vendieron a Cosme II de Médici, gran duque de Toscana. Fue así que, luego de ser embarcada en el puerto de Civitavecchia y llegar a Livorno, a través del río Arno finalmente llegó años después a Florencia, donde fue colocada en el subsuelo de la Basílica de San Lorenzo. De allí pasó luego a la catedral de la ciudad, donde pasó 220 años detrás del altar mayor, siendo entonces víctima de coladura de cera de las velas del templo, hasta que, en 1981, debido al enorme flujo de turistas que molestaban las celebraciones religiosas y por seguridad, fue trasladada al museo dell’Opera di Santa Maria del Duomo.
Al presentarse su restauración, el viernes pasado, este museo anunció que decidió en forma excepcional mantener abierto el sitio de trabajo hasta el 6 de marzo próximo, para permitirle al público, con visitas guiadas, ver de cerca y de modo “único e irrepetible”, la Piedad restaurada.
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