Después de Art Basel y la Bienal de Venecia, Gabriel Chaile conquista Nueva York
El artista tucumano presenta una escultura en el High Line de Manhattan e inauguró una muestra en la galería Barro; su próximo destino es Londres
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Agotó hace cuatro años sus ollas populares en Art Basel, la feria de arte más importante del mundo. El año pasado sorprendió con sus esculturas en la 59a edición de la Bienal de Venecia, donde Eduardo Costantini compró las esculturas exhibidas, que se instalarán en la nueva sede del Malba en Escobar. Acaba de crear otra para el High Line de Nueva York, donde se exhibirá por un año, y de inaugurar una muestra individual en la sede de la galería Barro en Manhattan. En las últimas horas, el artista tucumano Gabriel Chaile conquistó otro de los escenarios artísticos más importantes del mundo.
“Muy feliz de poder traer finalmente al @highlinenyc una escultura asombrosa de Gabriel Chaile!”, escribió en un reciente posteo de su cuenta de Instagram Cecilia Alemani. Se refería a la escultura El viento sopla donde quiere, instalada hasta abril próximo en el parque público, a la altura de la calle 24. “Chaile está llevando su práctica a un nivel diferente”, había dicho la curadora italiana el año pasado, en una entrevista con LA NACION, tras haberlo convocado para participar de la 59a edición de la Bienal de Venecia y del programa público Art Basel Cities: Buenos Aires. “Tuve la fortuna de trabajar con este increíble ser humano en varias ocasiones”, agrega ahora en su publicación desde la cuenta @ceciliaalemani.
“Queriendo evitar la competencia con los rascacielos circundantes y el clima extremo que se encuentra en High Line –agrega-, Chaile tiene la intención de que su escultura cobre vida a través de sus interacciones con las fuerzas naturales circundantes: viento, lluvia, nieve y vegetación, que crearán música cuando entren en contacto con la escultura”.
“Ella es como mi madrina, me está apoyando mucho desde 2018; se nota que le gusta mucho mi trabajo y cada desafío lo llevamos al límite”, dijo Chaile a LA NACION desde Nueva York, donde vivió durante el último mes y medio. Según explicó, la escultura del High Line fue creada a partir de “aprovechar las dificultades que imponía el lugar”, en vez de resistirse a ellas. Así, en un lugar donde llueve mucho y y es necesario cuidar las plantas autóctonas, creó un ser de cinco metros de alto por siete de largo que las riega con su flauta, con el agua que recibe del cielo. Sus brazos, a su vez, se mueven con el viento.
Según Alemani, esta obra es “el resultado de numerosas observaciones, incluidos los dibujos de la naturaleza de Leonardo da Vinci, pasajes bíblicos sobre el viento como transmisor de fuerzas y representaciones de fenómenos naturales en la historia del arte: lluvia, vapor y velocidad en las pinturas de Caspar David Friedrich, continuidad espacial en las pinturas y esculturas de Umberto Boccioni, y en la película Nausicaä del valle del viento de Hayao Miyazaki”.
Sobre todo, explica, surge “de las observaciones de Chaile de cerámicas arqueológicas precolombinas del noroeste argentino, reunidas en un pequeño museo en Tucumán. Estas cerámicas, de culturas como Candelaria, Aguada, Cóndor Huasi, Tafí y Santa María, han inspirado al artista a imaginarlas como objetos ceremoniales, instrumentos de viento, recipientes de cocina, macetas y mucho más”.
La curadora recuerda además en su posteo que Chaile “crea grandes esculturas, dibujos e instalaciones a partir de su investigación constante sobre los rituales y las reuniones comunales populares que ocurren en la periferia de las ciudades. Utiliza materiales, formas y símbolos arquetípicos asociados con las culturas precolombinas para crear objetos e instalaciones que combinan mitologías indígenas y temas sociales contemporáneos de una manera poética y humorística”.
El huevo se cuenta entre los símbolos originarios de la obra de Chaile, y él vuelve en Tiempo, tiempos y medio tiempo, la muestra que exhibe en Barro. “Estoy revisando el historial de mi trabajo y tenía ganas de mostrar de dónde vienen mis obras actuales -explicó a LA NACION-. Quise hacer como una precuela, una reversión de una instalación que había hecho en 2014 en el Fondo Nacional de las Artes. Yo vivía en Boedo, y tiene que ver con los techos que veía desde ahí, con mi percepción de lo que era Buenos Aires, donde viví diez años. Los huevos funcionan como una incubadora”.
El próximo destino será Londres. “El 12 de julio vamos a inaugurar una muestra en Studio Voltaire. Es como una capilla y voy a recubrir el interior con adobe; Laura Ojeda Bär va a colgar ahí sus pinturas”, anticipa este artista que está conquistando el mundo sin olvidar su origen.
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