Demirjian: “La pintura es la cárcel que yo elijo”
Como la muestra sobre Asterix, el personaje de historieta galo creado por René Goscinny y Albert Uderzo, debió retrasarse (se decía que François Hollande, en su viaje a la Argentina, visitaría la muestra homenaje, pero la masacre de Charlie Hebdo en enero de 2015 cambió la agenda presidencial), los amantes de la pintura que no vieron aún La persistencia del deseo en el Centro Cultural Recoleta resultaron favorecidos, ya que la exhibición de pinturas de Jorge Demirjian permanecerá abierta hasta el 8 de marzo. En la Sala Cronopios, el artista nacido en 1932, hijo de inmigrantes armenios, presenta un conjunto de sesenta obras que, en la amalgama de épocas, influencias e intereses variados que una vida conlleva, conservan, como él dice, "unidad en la diversidad".
Los curadores Renato Rita y Elio Kapszuk seleccionaron grabados y óleos y acrílicos sobre tela, la mayoría del período 2008-2014, además de algunas obras históricas de los años 60. Con ellas, Demirjian configura una organicidad dislocada de formas y sentidos. En el taller del artista en San Telmo, un cuadro de tema vegetal aún sin terminar, en el que se adivinan fragmentos de una strelitzia en flor, ocupa el centro de una de las paredes. Demirjian, en su lugar de trabajo, está rodeado de CD y discos de vinilo de jazz y música clásica (Monk, Schubert, Fauré), de libros de Jorge Luis Borges, de W. H. Auden y de poesía norteamericana y, en hojas de papel, figuran citas de escritores como Pessoa, Kafka y Borges, de quien tomó prestado el nombre de la muestra. "La pintura es un oficio solitario –dice–, y es bueno estar bien acompañado."
Demirjian es un hombre cauto en sus respuestas; de cuerpo menudo, puede parecer frágil. Pero su vitalidad queda confirmada cuando, alrededor, se cuentan varias pinturas de tamaño mediano o grande –formato que sobrevive de los años de la Nueva Figuración, época en la que el célebre cuarteto de artistas (Noé, Macció, Deira y De la Vega) al que él acompañaba como satélite privilegiado había elegido ese formato para espantar a los burgueses que pedían obras a la medida de sus salas de estar– y cuando afirma que puede concluir un cuadro de esas dimensiones en seis horas.
"Tengo una gran fe en las minorías de seres humanos a los que les interesa el arte", responde enigmáticamente cuando se le pregunta su opinión sobre el arrollador avance de artistas jóvenes en bienales, ferias y galerías argentinas. Aunque varias veces deja entrever su crítica al arte conceptual, en el que según él "predomina un pensamiento ideológico más que un pensamiento visual", confía en la perseverancia de algunos artistas en "llegar en profundidad a los espectadores". "El arte tienta a la gente porque ofrece un mundo sin horarios, un mundo sin patrones, pero la permanencia en ese mundo es larga y difícil", comenta en referencia a sus ocasionales encuentros con jóvenes pintores. Cuando le toca hablar sobre sus artistas favoritos, de quienes pudo ver obra en persona en los museos europeos –Demirjian vivió becado en Londres dos años; en París y en Milán, y visita a su hijo, establecido en Madrid, con frecuencia–, recobra el entusiasmo: ellos son Velázquez, Goya, Cézanne, Picasso.
Como en sus obras, en especial en aquellas de los años 70 y 80, el cuerpo humano adquiere una centralidad perturbadora, su labor fue asociada con la de Francis Bacon. "Conocí a Bacon y me pareció una gran persona, pero su pintura me parece algo enfermiza. Me interesa el cuerpo humano pero no la deformación de la persona, como la que él hace en su obra", afirma, y luego desarrolla su idea visual acerca del plano partido, de la forma central que dialoga con los bordes y de la importancia de esos bordes –el marco– en el cuadro clásico. "El espacio que delimitan esos bordes es una cárcel –dice–, pero la pintura es la cárcel que yo elijo."
FICHA.La persistencia del deseo de Jorge Demirjian en el Centro Cultural Recoleta (Junín 1930), hasta el 8 de marzo.
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