Del placer y la fiesta a lo monstruoso y lo íntimo: cinco muestras de arte sobre los cuerpos
Se inauguraron las exposiciones que integran el programa “Un día en la tierra” del Museo de Arte Moderno
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Una reflexión sobre los cuerpos en contacto, con toda sus diversidades o en mutación, más allá de lo humano, se inauguró en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Se trata de las exposiciones individuales de Florencia Rodríguez Giles, La Chola Poblete, Cartón Pintado y las exhibiciones colectivas Cuerpos contacto y Cuerpos mutantes, en el marco de un programa anual que hilvana un discurso sobre el presente de la humanidad y su relación con el planeta. Con el título general de Un día en la Tierra, una parte de las 7600 obras que tiene el acervo de esta colección pública establece un diálogo con artistas contemporáneos, para pensar un mundo atravesado por crisis.
“Son obras muy relevantes que hablan al presente”, dice la directora del museo Victoria Noorthoorn. Las dos colectivas están curadas por un mismo equipo: Francisco Lemus, Marcos Krämer, Clarisa Appendino y Violeta González Santos. “El cuerpo público, el cuerpo político, el cuerpo festivo y el cuerpo pop como formas y estrategias de entrar en contacto entre las personas, generar comunidad, construir identidad y, al mismo tiempo, extender el horizonte de lo posible en el arte”, detalla el texto curatorial.
“La pandemia cortó los rituales y celebraciones, y toda posibilidad de contacto”, dice Lemus en una visita guiada. De ahí, surge el deseo de esta sala con clima festivo, paredes violetas y figuras que sonríen, donde se traza la historia de las luchas del movimiento de liberación sexual (el cuerpo como territorio de placer y disputa), y la relación del arte con la amistad, la música, la fiesta y la vestimenta. De los trajes pop de Marta Minujín a los carteles autorreferenciales de Edgardo Giménez, pasando por recitales de Virus y la fiesta del under de los 80 y 90, con las inolvidables Gambas al ajillo. A la exposición se llega mediante un ingreso triunfal por un arco teatral de Sergio De Loof (el museo guarda 82 obras donadas por su familia). “Sergio ideó nuevas maneras de estar juntos”, señala Lemus. También se rinde homenaje a Juan Stoppani con tres de sus maniquíes.
Hay más efervescencia estética, sexual y política en los afiches de David Lamelas y las fotos de moda de Delia Cancela y Pablo Mesejean. Dialogan con videos recientes de Mercedes Azpilicueta y Básica T.V, y fotos de Jimena Croceri, entre otros. Piezas icónicas sobre el Sida de Roberto Jacoby y Alejandro Kuropatwa son vecinas de unos sobrios bailarines clásicos de Aldo Sessa. “El cuerpo se presenta como vehículo de emancipación, conjugando el quehacer comunitario y la construcción de identidades”, señala el curador. “Esta muestra recupera a los artistas históricos a partir de los 60 para llegar hasta hoy. En cambio, la siguiente está compuesta por artistas de la colección en diálogo con artistas contemporáneos invitados”, indica Noorthoorn.
La sala de Cuerpos mutantes es opaca y sepia y en las esculturas, pinturas y videos las figuras se desvanecen o deforman, desde la tétrica escultura Engendro 72 de Alberto Heredia a las performances post-humanas de Diego Bianchi, hechas con injertos de piel y carne ficticias. Son seres mutantes, que van de una especie a la otra: los dibujos de Virginia Buitrón son producto de intercambios entre humanos y larvas, y los objetos encontrados de Julia Padilla se ensamblan en orejas que no se sabe si son animal o planta. Hay más seres estrafalarios de Pablo Suárez y de Mauro Guzmán, están los Astroseres de Raquel Forner y una película de Narcisa Hirsch igual de inquietante (en primer plano una boca de mujer come hígado y se escuchan canciones románticas). En el centro, los yesos de Dalila Puzzovio. “Situaciones imprecisas y fantásticas, que conectan al ser humano con la biodiversidad del planeta” -detalla el texto curatorial- se pueden leer a la luz del impacto generado por la pandemia sobre el cuerpo humano, su capacidad de cambio y su conexión con otras especies. “El hombre es la naturaleza, el hombre es el cosmos”, dice la voz de Ana Kamien en un una pieza fundacional de la videodanza de 1970.
En su muestra individual Florencia Rodríguez Giles se ocupa de la neurodiversidad. Sintomario, con curadoría de Osías Yanov, es producto de la experiencia comunitaria entre personas vulneradas, excluidas o institucionalizadas y aquellas que la sociedad considera “normales”. Primero hay un dibujo en lápiz de nueve metros de largo donde explora la dimensión del parto en cuerpos de distintas especies gelatinosos, en estado de fusión. La artista fue madre hace poco. “La naturaleza es muy violenta”, dice, y sometió a tiros de gomera a su propia obra. Detrás del dibujo, hay piezas escultóricas y un video con la gente con la que trabaja en Villa Elvira. “Habla más de la imposibilidad que de la posibilidad de hacer una comunidad, pero al mismo tiempo, hay encuentros”, dice Giles. El proyecto es una de las producciones colaborativas que se gestan en CAOS (Club de Artes y Ocios), encuentros y actividades junto con trabajadores de la salud, usuarios de instituciones de salud mental y vecinos de La Plata.
Cartón Pintado y La Chola Poblete suman otras dos individuales frescas, libres y potentes. Cartón, en Baile fantástico, lo hace desde grandes autorretratos y personajes imaginados sobre el material que le da nombre, colores radiantes y materiales que encuentra en la calle, que es su paisaje. “El cartón me dio una solución importante en un momento específico de mi vida”, dice el artista.
La Chola presenta dibujos pequeños hechos en cuadernos privados, que se reúnen en Ejercicios del llanto. Su obra, que suele denunciar los destratos hacia las poblaciones marrones y las disidencias sexuales, se recoge acá en trazos íntimos, creados entre 2014 y 2015, de una sutileza encantadora. “Tuve que ir a buscarlos a Mendoza, donde estaban guardaditos. Son de un momento en que necesitaba atrapar la tranquilidad y empecé con esta abstracción de ideas, imágenes, elementos”, comenta. A esa sala del primer piso, pequeña y recoleta, le suelen decir La Capilla. Conviene dejarla para el final del recorrido: es un lugar para dejarse llevar por líneas y puntos de la artista, después de tanto estímulo.
PARA AGENDAR
Un día en la tierra. Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Avenida San Juan 350. lunes, miércoles, jueves y viernes, de 11 a 19; sábados, domingos y feriados, de 11 a 20. Miércoles: entrada gratuita para público general. Entrada general: $50 para residentes en Argentina.
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