Del café literario al filosófico
LOS cafés aparecieron en Francia en el siglo XVIII. Allí se reunían los políticos y luego comenzaron a hacerlo también los filósofos. No se puede mencionar a los enciclopedistas sin pensar en los cafés que frecuentaban para discutir los temas de actualidad. Cada uno de esos locales tenía su color político. Los revolucionarios, por ejemplo, iban al Procope (el café más antiguo de París, que es hoy en día un restaurante) y también a los cafés del Palais Royal.
A lo largo del siglo XIX los cafés se convirtieron en los salones de la democracia. Con el siglo XX los centros de la vida intelectual se fueron mudando. Del Quartier Latin, que había tenido tanta actividad en el siglo anterior, los intelectuales y los políticos se trasladaron a Montmartre, a Montparnasse y luego, a St. Germain des Prés.
Fue en el Flore donde Soupault conoció a Breton, y en el Deux Magots Hemingway estrechó por primera vez la mano de James Joyce. Se consumía poco en esos lugares, pero se discutía mucho. A veces, de lugares de reunión, los cafés pasaban a ser escritorios de trabajo. El Flore fue el despacho de Apollinaire, allí redactaba Les soirées de Paris . Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre fueron también asiduos asistentes del Flore y del Deux Magots. Los escritores salían así de sus torres de marfil para mezclarse con los lectores y se convertían doblemente en personajes públicos: a través de sus libros y de sus puestos en las mesas de los establecimientos famosos de St. Germain, donde estaban expuestos a las miradas de todos.
Hace cuatro o cinco años apareció una nueva modalidad de cafés: los filosóficos. En verdad, no son tan frecuentados por los filósofos profesionales como por la gente que concurre a ellos para discutir sobre temas filosóficos y cambiar ideas con algún parroquiano célebre. En París, se han creado unos veinte "cafés-filo" y unos cincuenta en provincia. A ellos concurren hombres y mujeres de las extracciones más disímiles, para debatir los grandes problemas de la existencia. El modelo se ha exportado a los Estados Unidos, a México, a Brasil, a Japón, a Tahití, a Alemania; en resumen, a casi todo el mundo.
En París, a partir de 1992, Marc Sautet, un profesor de filosofía fallecido el año pasado, fue el gran promotor de esas reuniones. Cada domingo organizaba un debate filosófico en el Café des Phares, en la plaza de la Bastilla. Alrededor de las 10 de la mañana se reunían allí unas doscientas personas. La mayoría tenía entre 35 y 55 años. A las 11, se hacía el silencio cuando Marc, sentado en un taburete en medio de las mesitas, tomaba la palabra. Elegía generalmente un tema propuesto por algún miembro de la concurrencia. El ambiente era acogedor. Uno de los participantes de esas reuniones comentó: "Lo que decía Marc Sautet me interesó de tal modo que pasé dos horas en el café sin darme cuenta y, cuando salí, fui a comprar El banquete , de Platón".
Como consecuencia de ese entusiasmo por los temas filosóficos apareció una nueva profesión: la de terapeuta filosófico. Entre otros filósofos, Denis Marquet, normalien y doctor en filosofía, después de enseñar en París XII y en Ciencias Políticas abrió, en 1996, un consultorio en Vincennes, donde ofrece "una terapia del sentido de la vida". Marquet afirma que "la filosofía es para todo el que sienta la necesidad de un trabajo sobre sí mismo". Por supuesto, esto ha provocado una polémica entre los psicoanalistas y los terapeutas filosóficos. En Francia acaba de empezar la controversia, mientras que en los Estados Unidos está en pleno auge. En la Asamblea Legislativa del Estado de Nueva York, se examina actualmente un proyecto de ley que, si llega a ser aprobado, oficializaría la nueva profesión de terapeuta filosófico.
En Francia, hay cada vez más profesores de filosofía que se dedican, en las empresas, a ayudar a los cuadros superiores a plantear de manera sensata los problemas que los aquejan.
El interés filosófico del público ha llevado a la reedición de los grandes clásicos como Spinoza, Aristóteles, Platón. La librera Marie-Madeleine Baudrillard, a cargo de la sección filosofía en la librería La Procure, dice que los compradores son madres de familia, empresarios, jubilados. En las librerías abundan los textos dedicados a temas filosóficos tratados en un tono de divulgación. Uno se acuerda de El mundo de Sofía , de Jostein Gaarder. Otros títulos tienen tiradas notables como El tratado de las grandes virtudes , de André Comte-Sponville, El monje y el filósofo , conversación entre Jean-François Revel y su hijo, monje budista. "No es la filosofía que vuelve, sino el público que vuelve a la filosofía", explica Compte-Sponville.
Hasta hace poco, el desarrollo de la ciencia tornaba obsoletas las interpretaciones filosóficas tradicionales. El ímpetu de las ciencias humanas en el siglo XX contribuyó a reducir aún más el campo de la filosofía. La psicología, el psicoanálisis, la sociología, la antropología hacían retroceder la credibilidad del discurso filosófico. Los grandes maestros eran Freud, Einstein, Lévi-Strauss. Pero en este fin de siglo, el derrumbe de las ideologías y la incertidumbre de la ciencia frente al misterio infranqueable de lo desconocido obligan a replantearse el sentido del universo y de la existencia. Se conocen los "cómos", pero no los "porqués".