“Defender la universidad pública gratuita es penalizar a los pobres”
Para el periodista Andrés Oppenheimer, sólo la presión social generará cambios educativos
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En su último libro, ¡Basta de historias! , desmenuza el éxito que han tenido varios países del mundo para llevar adelante mejoras en la calidad educativa. Realizó cientos de entrevistas, comparó sistemas de enseñanza y analizó resultados. Todo ello lo lleva a sostener que en la Argentina y en la región la solución a los problemas educativos "no va a venir de los gobiernos ni de los políticos, sino de la presión social".
De visita en el país, el periodista Andrés Oppenheimer, columnista de La Nacion, dijo además que la universidad pública gratuita en definitiva "penaliza a los pobres", ya que son ellos los que terminan subvencionando "los estudios de los más ricos", y que los magros resultados de la Argentina en el reciente estudio PISA serían "un escándalo" en otro país.
-Apostar a la educación parece ser la mejor receta, ¿por qué entonces tantos países en nuestra región no lo consideran una prioridad?
-En la Argentina, como también en el resto de América latina y en Estados Unidos, todo parece estar centrado en la economía, y el crecimiento económico por sí solo no va a resolver el problema de la pobreza si no viene acompañado de una mejora en la calidad educativa. Tenemos que poner la educación en el centro de la agenda política de nuestros países. Es lo único que nos va a sacar de la mediocridad y la pobreza.
-¿Hay una salida para que los gobiernos cambien su actitud?
-La solución no va a venir de los gobiernos ni de los políticos, por más bienintencionados que sean, porque piensan en metas a cuatro años, en plazos electorales, y la inversión en calidad educativa, en formación docente, rinde frutos en 10 o 15 años. Ellos nunca van a invertir en aquellas cosas que no salen en la foto. Van a invertir en un puente, en un camino. La solución tiene que venir de la presión social, como ocurrió en Brasil. Allí, los grandes empresarios se juntaron con los dueños de los principales medios de comunicación, con actores, deportistas y crearon un movimiento unificado de presión al gobierno y los sindicatos, para que se invierta en la calidad educativa. Se fijaron metas muy concretas y medibles en el tiempo e hicieron una campaña pública impresionante. Tuvo un éxito extraordinario, a tal punto que el gobierno de Lula tuvo que adoptar el programa. En muchos de nuestros países, cada empresario tiene una fundación, lo que es muy loable, pero hay que tener un mensaje unificado, no esfuerzos dispersos.
-Para mejorar la educación los docentes deben estar bien pagos, en eso la sociedad está de acuerdo, pero la constante metodología del paro y de las movilizaciones termina a veces por cansar...
-En Finlandia, país que obtiene los primeros lugares en todos los tests educativos internacionales de la secundaria, para aspirar a ser maestro tenés que tener las más altas calificaciones en la escuela secundaria, es decir, ingresan los mejores. Se rinde un examen para entrar al magisterio. Y una vez que se egresa, se paga según el mérito del profesor en el aula. Si los alumnos obtienen buenas calificaciones en los tests evaluativos comparativos, ese maestro va a ganar más que aquel cuyos alumnos tienen peores calificaciones. La Argentina gasta más del doble que China en educación en comparación con su PBI, pero China está obteniendo mejores resultados, porque es mucho más exigente. En Japón el año escolar tiene 243 días, en Corea del Sur 220, en la Argentina 180... y si contamos los paros a veces son 160 o 140. ¿Cómo vas a competir así en el mundo? Y eso sin contar la jornada escolar. He visto a chicos en China, Corea, Singapur o la India que asisten a institutos nocturnos de apoyo a las 9 de la noche para poder sacarse mejores notas. El tema no es gastar, sino gastar bien.
-Un punto conflictivo en la Argentina es el de la universidad pública gratuita. ¿Debe seguir así?
-Yo no puedo decir qué receta hay que aplicar, pero en países muy diferentes ideológicamente, como China, Chile, Singapur y la India, que avanzan muchísimo en materia en educación, ciencia, tecnología, y también en reducir la pobreza, cobran a los estudiantes que pueden pagar, para subvencionar a los que no pueden. El argumento de la universidad gratuita y para todos era válido hace cien años, cuando los gobiernos y sus brazos impositivos no sabían cuánto dinero tenía el contribuyente. Hoy en día está todo registrado. Muchos chicos han asistido a secundarios donde la cuota es de 4000 pesos, pero luego entran a la universidad y no pagan nada. Defender la universidad gratuita para todos, entre ellos los ricos, es penalizar a los pobres, a los que estudian y también deben trabajar y terminan abandonando los estudios. Habría que cobrarles a los que pueden pagar para ayudar a los otros.
-¿Qué reflexión cabe después de observar los resultados obtenidos por la Argentina en el estudio PISA, que la muestra cada vez más relegada?
-Eso debería ser un dato movilizador. En cualquier país del mundo sería un escándalo, porque eso es lo que va a definir si la Argentina va a ser un país del primer mundo de aquí a 20 años. De todas formas, creo que hay también lugar para el optimismo. Tenemos un potencial enorme en los jóvenes, que permite tener esperanza sobre el futuro.
-En el libro se menciona que la Argentina produce muchos más psicólogos que ingenieros...
-Sí, tal cual, y eso es un disparate. La meta de un país debería ser reducir la pobreza en democracia, y estamos en la era de la economía del conocimiento. Hay países como Finlandia, que ponen cupos para cada carrera. Sin desmerecer a psicólogos o filósofos, quizá la solución esté allí, o en crear una cultura que exalte más a los ingenieros, a los técnicos, a los científicos, que son los que en definitiva hacen avanzar un país. Cualquier chico argentino puede nombrar a los once jugadores del seleccionado de fútbol, pero probablemente no pueda mencionar a un solo científico.