De Rodin a Bourdelle: bronces y pátinas, bajo la lupa francesa
Recién llegados de París, dos expertos quedaron deslumbrados por el patrimonio de la ciudad, pero plantearon interrogantes sobre la conservación
Catorce horas de vuelo desde París no han disminuido el entusiasmo de los especialistas Amelie Simier, directora del Museo Bourdelle, y de Antonie Amarger, restaurador del Museo Rodin y experto en esculturas metálicas de Europa, por ver el patrimonio escultórico de Buenos Aires en los espacios públicos.
Bajo la lluvia, entre los paraguas y el viento persistente, descifran los alcances de la reciente intervención que cubrió las pátinas originales de los artistas con una capa de cera y grafito hasta convertirlas en planas figuras negras, sin matices, sin las huellas propias del paso del tiempo y la exposición a la intemperie. Una mezcla de sorpresa, asombro y desconcierto anima este encuentro promovido por la Comisión Nacional de Monumentos, la embajada de Francia, el Fondo Nacional de las Artes y el gobierno de la ciudad.
La primera escala es en la imponente estatua ecuestre del general Carlos María de Alvear que corona el remate de la avenida del Libertador, en el privilegiado triángulo de las Bellas Artes formado por nuestro museo, el Palais de Glace y el Centro Cultural Recoleta. Formada en la Escuela del Louvre, conservadora general de Patrimonio de París, Amelie Simier recuerda que el Alvear es la obra mayor de Bourdelle y que ocupa la sala central del museo parisino en el barrio de Montparnasse. "Difícil encontrar en el mundo un conjunto como el que se exhibe aquí", dice, en referencia a las dos obras que completan el "escenario Bourdelle".
El arquero tensa el torso y deja ver las pátinas en pleno verdor, el dorado intencional que da un toque de brillo a la cabeza rotunda. Esa "coloración", lograda a través de pátinas salidas de célebres fundiciones, como Rudier o Barbedienne, forma parte del proyecto del artista. Metros más allá, impone su porte El Centauro moribundo, comprada por encargo de Jorge Lavalle Cobo a comienzos del siglo XX, cuando Emile Antoine Bourdelle ya era el aventajado discípulo de Rodin, tras haber recibido clases de dibujo nada menos que de Ingres.
Fue una decisión del MOA (Monumentos y obras de la Ciudad), con acuerdo de la Academia Nacional de Bellas Artes y voces favorables de conocidos especialistas, lo que determinó el operativo "granito", con el objetivo de cubrir los grafitis, pintadas y sucesivas acciones vandálicas de las esculturas. ¿No era peor el remedio que la enfermedad? "Cada pieza exige un tratamiento paciente y estudio previo", coincide el experto Fabio Grementieri con el restaurador Antoine Amarger. Entonces, y ahora, pareció una decisión intempestiva aplicar un acabado uniforme, como si fuera una capa de pintura.
¿Qué hacer ahora? Amarger, cauto, señala: "Hay que estudiar cada caso. La pátina es un color que forma parte del impulso creador e incorpora las huellas de las inclemencias del tiempo como parte de su devenir".
Cuando la operación cera negra se llevó a cabo, no fueron pocas las voces que se alzaron con la intención de parar la intervención, entre ellas las de la Fundación Ciudad y de Basta de Demoler, ONG atenta al "operativo cera cristalina y grafito", aplicados a un capolavoro como el Bourdelle, que alcanzó también las esculturas de Urquiza y Garibaldi. Sin olvidar El Pensador, de Rodin, segunda escala de la recorrida y formidable pieza que sobrevive como puede en el entorno conflictivo de la plaza Congreso. Protegido por una reja y revestido del "ropaje" oscuro de la cera, El Pensador parece meditar acerca de su destino.
"Más allá del diagnóstico y la voz de alerta, la visita de los expertos franceses resulta una oportunidad para mirar el patrimonio con otros ojos, despertar conciencia en la ciudadanía y plantear la declaratoria de Monumento Histórico Nacional, lo que activará el rigor de su protección", dice Teresa de Anchorena, presidenta de la Comisión Nacional de Monumentos. Esta acción, secundada por la embajada de Francia y el Fondo Nacional de las Artes, es un paso clave para poner en valor un recurso no renovable.
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