De qué se trata escribir, según Lorrie Moore
Empezá por comprarte uno de esos anotadores que te hacen sentir que vas por el mundo capturando verdades. Como mariposas o estornudos. Concentrate en los detalles: el amarillo Van Gogh vibrando en un aleteo. Buscá el azul dormido en el centro y el punto negro en esas alas primaverales o en la nariz engripada en el vagón del subte. Las líneas hundidas, un pentagrama de resignación, en la frente de quien no encuentra un pañuelo en la cartera, tan grande y vacía como un carrito en la entrada del súper. Esmerate en describir la desgracia. Las alpargatas oscuras que salen disparadas de los pies de la madre, como cuervos hambrientos, cuando ve que el hijo da un paso más del permitido en el escalón de la pileta. Y cae. Desaparece del horizonte acuático, de sus ojos, ahora y por siempre, llenos de agua. O recordá los estudios médicos temblando en el asiento trasero del auto camino al oncólogo. El grito de berrinche del hijo (¡quiero mi cajita feliz!) empañando el vidrio. Como si todos no quisiéramos eso. Y tomá notas. "¡Las notas que tomás deberían tener inspiración en ellas!", enseña Lorrie Moore, desde su casa en Nashville, Tennessee, donde da clases de Lengua Inglesa en la Universidad Vanderbilt.
Son las cinco de la tarde en la ciudad del country, cuna del legendario Johnny Cash, donde la mayoría de los mozos y carteros son músicos. Al tercer ring, Lorrie Moore atiende el teléfono de línea y saluda con voz calma, aunque la hayamos tomado por sorpresa. Un tono de aire cálido que se detiene cuando dice: "No sabía que habíamos coordinado la entrevista para hoy". Del lado argentino de la línea, el silencio es una admisión de culpa y una súplica. Quizá le venga a la mente una de sus frases: "No había nada tan complejo en el mundo (ni una flor ni una piedra) como un simple «hola» de un ser humano". La de Moore es una voz que conoce de silencios y no intenta llenarlos, si no es con las palabras correctas. "¿En qué idioma me leíste?", pregunta, curiosa, la mejor escritora estadounidense viva. Después de todo, ella puede hacer que cualquier momento incómodo remonte y se eleve en el aire como los halcones, alondras y flamencos que anidan en sus historias. Con su tercer libro de cuentos, Pájaros de América, Moore se sumó al panteón de los narradores americanos contemporáneos, dentro de esa gran tradición que incluye a Hemingway, Faulkner, Salinger, Cheever, Flannery O’Connor, Carson McCullers y Carver.
–¿Cuál es el error más común al momento de empezar a escribir?
–El error es escribir casualmente, ligeramente. Desde fuera hacia dentro. En vez de hacerlo desde el centro de uno mismo.
–¿Cómo es escribir desde el centro de uno mismo?
–Creo que muchos escritores tienen miedo de lo que saben y sienten, y escriben de cosas sobre las que no tienen mucho conocimiento ni sentimientos. Es una manera de sentirse más seguros. Como profesora, tenés que enseñarles a ubicarse de manera que escriban desde el centro de sí mismos. Básicamente, la manera sentimental de decirlo sería: escriban desde el corazón. Se trata de escribir sobre lo que te importa. A menudo, a muchos no les importa sobre el tema que escriben y es un gran error. Pero una vez que empiezan a hacerlo, mejoran. Uno debe escribir sobre lo que sabe, sobre el mundo y lo que le importa en la vida. No hay que darle la espalda a eso. Pero es aterrador escribir sobre las cosas más importantes que vos sabés. Y sobre lo que te interesa. Pero es algo que tenés que hacer si vas a escribir.
–¿Cuál fue el primer relato que escribiste?
–Cuando era adolescente escribía historias pequeñas, y casi todas tenían un poco de magia en ellas. Un tiempo después publiqué un cuento en la revista Seventeen que era bastante sombrío y no tenía nada de magia.
–Pensando en Abby Mallon, la protagonista de "Es más de lo que puedo decir de cierta gente", ¿te sentiste, como ella, forzada a convertirte en una persona sociable? ¿Qué son el tiempo y la soledad para un escritor?
–Todos los escritores son buenos para la soledad. Tienen que serlo. Todo lo demás es tropezar.
–Leí que te gusta caminar, luego sentarte en un banco a mirar a la gente pasar. Además de contar con una imaginación poderosa, ¿es importante entrenar el ojo?
–No necesitás entrenar como un atleta. Observar al mundo es simplemente algo que los escritores hacen. Aunque supongo que todos hacen eso y los escritores son los que, además, toman notas y escriben sobre eso.
–¿Cómo lográs balancear el humor con las escenas tristes? ¿Te sale naturalmente o es el resultado de mucho trabajo?
–La vida es así. Yo apenas la estoy reflejando.
Un comienzo: una chica de once años escucha canciones en la radio y las dibuja. Sentada con la punta del block de hojas blancas rozándole la panza, presta atención a los acordes, a las voces ¿Quién es el que canta? Desde su cama adolescente, en el norte del estado de Nueva York y al pie de las montañas de Adirondack, entre bosques, colinas redondas, valles en forma de U y lagos, afina el oído y la imaginación despega. Las notas viajan del parlante a su mano en forma de trazos. Si otras chicas arman pulseras, ella pronto va a empezar a enhebrar palabras. Toda su vida va a buscar la música en la escritura. Con el tiempo, la acción será a la inversa. En las manos de esta autora, nacida como Marie Lorena Moore en 1957, las historias se vuelven canción. Y los personajes cantan sobre el dolor, el matrimonio, los accidentes –hay pérdidas y chicos en peligro– y la trágica y a la vez deslumbrante experiencia de estar vivos. Un coro siempre entonado y, a la vez, desbordante. Una canción llena de imágenes, algunas perturbadoras.
Ruth siente el cáncer en su cuerpo. Todo ese veneno y su alcance tentacular. Como un títere siente una mano. Ginnie piensa en su mamá muerta y en los sonidos de la cocina: el tintineo de los cubiertos de plata adentro del cajón, apilados como huesos en una fosa común. Charlene tiene un affaire con un hombre casado. Piensa que un amante es como tener, constantemente, un libro prestado de la biblioteca. En el cuento "Cómo ser una otra mujer", de la colección Autoayuda (1985), una ingeniosa burla a los manuales para levantar la autoestima, Charlene se aleja de la cama ajena y husmea los zapatos de la esposa en el vestidor. Son más grandes que los suyos. Son pequeños misiles de cruceros.
Otra mujer, otra herida, otra historia. Adrienne sostiene en brazos al bebé de una amiga cuando el banco donde está sentada comienza a ladearse. Adrienne cae. El bebé escapa de sus brazos. En el cielo ve caras congeladas y una estrella solitaria como la nariz de un jet. "La cabeza del bebé chocó contra la pared de piedra de la nueva terraza de los Spearson y el golpe le produjo un derrame mortal en el cerebro", escribe Moore en "Una madre estupenda".
A veces, la desgracia inunda los relatos hasta formar un charco que refleja la condición humana. Pero Moore toca en clave humorística. Está obsesionada por las cosas graciosas que la gente puede decir en momentos realmente raros. Eso que pasa en la vida pasa en sus historias.
–Si tuvieras que elegir un solo cuento, ¿cuál salvarías del fuego?
–¡Nunca pensé en un fuego así! Pero quizás con el Amazonas incendiándose tenemos que considerar fuegos por todos lados. No tengo favoritos así. Mi madre murió recientemente, entonces atesoro las historias con madres en ellas, como la que mencionaste con Abby Mallon. Espero que haya más. El relato "Gente así es la única que hay por aquí" es el que más tiempo me llevó, porque por un año era en lo único que podía pensar. Y entiendo esa historia mejor que otras de esa época temprana.
El cuento salió publicado en The New Yorker el 27 de enero de 1997 y ganó el premio O. Henry al año siguiente. Todo comienza cuando una madre encuentra un coágulo de sangre en el pañal del bebé. "¿Quién lo puso aquí? Es grande y brillante, con una estría rota de color caqui. Durante el fin de semana el bebé estuvo como ausente, como flotando en el espacio, pálido y de mal humor. Pero hoy parece estar bien. Entonces, ¿qué es esto que resalta en el pañal blanco, como el corazón de un ratoncito en medio de la nieve?".
El relato, incluido en Pájaros de América, avanza con el hospital de fondo, donde todos los chicos pequeños son calvos y parecen hermanos. Y los padres y madres –la gente así– viven en jogging, comen manzanas en la cafetería con la etiqueta del precio pegada y se consuelan con los lugares comunes: Viví el día a día; por lo menos tenemos nuestra salud. Tan distintos a la protagonista, que tiene amigos en Greenwich Village y es escritora, de una inteligencia imposible como la propia Moore. Después de la operación del bebé, donde le extirpan un tumor maligno en el riñón izquierdo, la madre se reencuentra con él. "Es un horror y un milagro verlo. Está acostado en la cuna de su habitación, entubado, puesto como un niño en una cruz, los brazos tiesos dentro de cartones para que no se pueda arrancar los tubos. […] Aturdido, con un gotero de morfina, aún es capaz de mirarla cuando, haciendo maniobras entre todos los tubos de vinilo, ella se inclina para alzarlo, y cuando lo hace, él se echa a llorar, pero en silencio, sin moverse ni hacer ruido. Nunca había visto llorar a un bebé sin moverse ni hacer ruido. Es el llanto de una persona mayor: silencioso, ya sin opinión, hecho pedazos. En alguien tan diminuto es espantoso y antinatural. Quiere tomar al Bebé en brazos y correr: lejos de allí, lejos de allí".
Con un libro de Moore, una página puede temblar en la mano después de una carcajada, la otra puede terminar cerca del corazón.
–¿Alguna vez hiciste algo solo para ser capaz de escribir sobre eso después?
–Interesante. Creo que lo hice, pero ahora no puedo acordarme de qué. Hay varias cosas en mi cabeza en este momento que me gustaría hacer, porque creo que podría sacar una historia de eso. Pero veremos.
–¿Es un arte o un oficio escribir? ¿Se transmite?
–Sin duda, algunos aspectos de la escritura pueden ser enseñados. Y muchos otros aspectos pueden ser aprendidos. El talento no puede ser concedido, pero puede ser alentado.
–¿Luchás mucho durante el proceso creativo?
–Sí. Igual, las cosas varían de un proyecto al otro.
En "Cómo convertirse en escritora", en su libro Autoayuda, advierte: "Primero, trata de ser algo, cualquier cosa pero otra cosa. Estrella de cine/astronauta. Estrella de cine/misionera. Estrella de cine/maestra jardinera. Presidente del mundo. Es mejor si fracasas cuando eres joven –digamos, a los catorce–".
–¿Estás de acuerdo con la frase que dice: "Todo es material"? Si hay un límite, ¿dónde trazás la línea?
–Todo PUEDE [las mayúsculas son suyas] ser material, pero depende de en qué manos se encuentra. Quizá no todo termina siendo material.
–¿Alguna vez recibiste la queja de algún familiar o amigo por compartir demasiada información?
–Probablemente a todo escritor le ha pasado.
–¿Cómo describirías tu sentido del humor?
–Estoy interesada en las contradicciones y en el choque entre distintos tonos.
En "Pérdidas de papel", del libro Gracias por la compañía (Bark, en inglés, 2014), Moore nos arroja sobre el matrimonio en caída libre de Kit y Rafe. La red de contención, quizás una risa de complicidad, aparece en frases como esta: "No creo en las peleas. Creo en dar una oportunidad a la paz. También creo en las hemorragias internas. (…) También me interesan –dijo Kit– esas balas de plástico que se disuelven y no pueden detectar los forenses".
Una partitura clásica de Moore intercala un momento hilarante con otro de reflexión: "Había pasado un año desde la última vez que Rafe la había besado. En cierto modo le importaba y, en cierto modo, no. Una mujer tiene que elegir su infelicidad particular con cuidado. Era la única felicidad de la vida: elegir la mejor infelicidad". Para Moore, es importante decidir. En "Como la vida misma", relato que lleva el nombre de la colección publicada en 1990, en esa casa que alguna vez fue una peluquería, donde el calor aletea como un pájaro subiendo por las tuberías y no se puede apagar la televisión, Mamie y Rudy agonizan en pareja. "Para que el amor dure es imprescindible tener ilusiones o no tener ninguna. Pero había que elegir. Lo que complicaba las cosas era cambiar constantemente de bando", escribe.
–"Si podés reírte en la cara de la adversidad, sos a prueba de balas", dijo el cómico Ricky Gervais. ¿Coincidís con que ayuda a que la vida (el matrimonio, la maternidad, las enfermedades y los accidentes) sea casi soportable?
–La risa es, generalmente, solo una señal de haber sobrevivido.
–¿Qué tipo de lectora sos?
–Omnívora, pero lenta.
–¿Qué pensás de la frase "denle al hombre una máscara y te contará la verdad", de Oscar Wilde?
–Hay muchas formas de construir algo que contenga un poco de verdad humana.
Para descubrir a Moore sin máscara acaba de publicarse una colección de ensayos y críticas. A ver qué se puede hacer llega gracias a la editorial Eterna Cadencia, que ya había reeditado su segunda novela, ¿Quién se hará cargo del hospital de ranas?
Es Moore en primera persona. En su casamiento, donde se pregunta ¿por qué no usar un vestido con rayas horizontales? También, divierte con su mirada alejada de toda solemnidad cuando analiza series como The Wire y True Detective, entre otras. Y pone su lupa sensible sobre personajes como Hillary Clinton, Miranda July, Lena Dunham, Clarice Lispector y su favorita, Alice Munro. La traductora Cecilia Pavón, que se encuentra reescribiendo las palabras de la primera y experimental novela de Moore, Anagramas, comparte su asombro por la sofisticación formal de esta autora de culto. "Está relacionada con la década del noventa y con Nueva York. Esa visión irónica del mundo desde la que se puede sentir y construir una vida", destaca Pavón.
–¿Hay algo que extrañes de los años 90?
–Extraño los casetes con mezclas caseras y, luego, las mezclas en los CD. Todo lo que ahora se ha ido.
"El clima de melancolía que evoca Moore con tanta naturalidad sería insoportable si la escritura no fuera tan inspiradora –halagó Nick Hornby en The Sunday Times–. En mi opinión, hoy es la mejor escritora estadounidense de su generación".
–¿Cómo fue la experiencia de escribir ensayos más personales? ¿Estás considerando volver a la primera persona o es como bailar con zapatos incómodos en un casamiento?
–Escribir ensayos personales no es algo que haya hecho demasiado, pero quizás lo vuelva a hacer en el futuro.
En A ver qué se puede hacer, Moore explica de qué se trata esto de escribir. Ella prefiere que no se hable tanto del escritor como un sustantivo. "No hay una fórmula por fuera de una enferma devoción al trabajo", resalta. Porque Moore lo experimenta como una actividad. Un verbo: yo escribo, nosotros escribimos. Y concluye con una cita del poeta William Carlos Williams: "Atrapa algo interesante de mirar, atrapa algo interesante de oír y no sueltes lo que atrapaste.
–¿Viste Paterson, dirigida por Jim Jarmusch, que es un homenaje a William Carlos Williams?
Amé tanto esa película. Es sobre el tiempo. En realidad, casi todas las películas de Jarmusch son acerca del tiempo. Sobre su naturaleza fantasmagórica. Como muchos de sus films, parece ser no solo acerca de cómo los individuos encajan sus vidas dentro de la gran idea del tiempo, sino que también está interesado en ver el tiempo pasar. Muchos directores tienen miedo de esto, pero a Jarmusch le gusta ver a sus personajes incrustados en la lenta fuerza del tiempo. Aun si esto hace que la película parezca un poco lenta. También está interesado en las vidas simultáneas y las extrañas maneras en que ambas se tocan y nunca se tocan.
"No sé qué esperar de Argentina. Es mi primera vez en Sudamérica –dice Moore, invitada de lujo del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (Filba), con las entradas ya agotadas para la clase magistral que dará en el Malba–. Es un largo vuelo, pero estoy ansiando estar ahí". Su primera aparición será en el Teatro Cervantes el próximo jueves. Allí repasará su vida literaria junto al poeta y profesor de talleres de escritura Santiago Llach. Sobre esta encantadora de lectores, Llach opina: "Como una mezcla de Shakespeare con Alicia en el país de las maravillas, saca de la galera metáforas y metáforas llenas de gracia y tristeza. Escribe como retorciendo las sílabas para encontrar en ellas los átomos de la poesía. Exprime la lengua inglesa con conciencia melancólica y un humor consolador".
–¿Estás familiarizada con la obra de Borges?
–Vi a Borges cuando vino a la Universidad de Cornell, donde yo estudiaba. Ya estaba ciego, pero se lo veía muy contento en el escenario. Y sí, amo algunos de sus cuentos. Sus historias parecen rompecabezas y cuentos populares de tipo existencial y contemplativo. Están muy lejos de cualquier cosa que yo misma pudiera intentar escribir. Es enigmático para mí que un país como el de ustedes tenga como escritor más famoso a un escritor de cuentos en vez de a un novelista.
–¿Cuál es tu consejo para las madres que quieren convertirse en escritoras?
–Si por casualidad te enamorás de alguien que tiene algo de dinero y está dispuesto a ser el esposo sostén de una escritora, no te resistas a casarte con él.
–"A veces, como una feminista en el mundo, es difícil permanecer satisfecha", escribís en tu ensayo. ¿Cuál es el cambio más urgente que deberías ver en el mundo para estar contenta?
–Menos condescendencia masculina, que a veces hasta se muestra disfrazada de feminismo.
Para despedirse, su última oración en el e-mail que responde para despejar dudas es: "Espero haber sido clara. ¡Quizás MI inglés no es tan bueno!"