De Pettoruti a Klemm y Kuitca: múltiple homenaje a los maestros, con cariño
Dos muestras, en el Moderno y el Recoleta, rescatan el trabajo de artistas y docentes que impulsaron métodos innovadores y colaboraron con la “democratización del saber”
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“Conócete a ti mismo”, dice la lámina, que evoca al oráculo de Delfos junto a un dibujo de un cuerpo humano y algunos de los organismos que lo componen. Realizada en la década de 1920 por la educadora y pedagoga Rosario Vera Peñaloza, y el equipo con el que trabajó en el innovador proyecto de creación del Instituto Bernasconi, forma parte de los materiales didácticos que integran el “primer museo argentino para la escuela primaria”.
Se exhibe ahora en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires como parte de la muestra titulada El aprendizaje infinito, que rescata la labor de artistas docentes en la Argentina y los proyectos experimentales de “democratización del saber” impulsados en las últimas décadas. “Hoy la pedagogía es más interactiva: el maestro ya no es solo el que enseña, sino que aprende de los alumnos. Hubo un cambio en la jerarquización de los saberes”, dice su curadora, Jimena Ferreiro, quien trabajó en colaboración con Alfredo Aracil, jefe del departamento educativo del museo.
A esa transformación que apela a los procesos creativos y no a la mera acumulación de conocimientos contribuyeron varias mujeres hoy recordadas a diario gracias a que las avenidas de Puerto Madero llevan sus nombres: a Vera Peñaloza se suman allí su discípula y heredera, Martha Salotti, Juana Manso y Olga Cossettini. El aporte de esta última y de su hermana Leticia también tiene su lugar en la exposición del Moderno. Nacidas en Santa Fe y descendientes de una larga tradición de maestros italianos, ambas impulsaron desde la Escuela Serena de Rosario un movimiento pionero que buscó estimular la autonomía de los estudiantes a través del vínculo con la comunidad y la naturaleza.
Esta idea de salir de la institución para integrar saberes fue promovida también por Emilio Pettoruti, durante su gestión como director del Museo Provincial de Bellas Artes entre 1930 y 1947. La muestra rescata el Vagón de Arte, su proyecto para que la colección se volviera itinerante gracias a un camión que incluyera biblioteca, cine, radio y exposiciones de arte desplegables. Si bien el pintor no llegó a concretarlo, una versión de ese centro educativo ambulante diseñada por su colega Mariano Montesinos recorrería más tarde algunos municipios bonaerenses.
“El museo soy yo”, dice la frase impresa sobre la remera que cuelga en la sala. Es la respuesta que solía dar Rafael Squirru, fundador del Moderno, cuando la institución aún no tenía sede propia. Eso no impidió que exhibiera obras de cincuenta pintores argentinos: las embarcó en el buque Yapeyú y zarpó a exhibirlas en 22 ciudades de distintos países, entre septiembre de 1956 y febrero de 1957. Una iniciativa similar impulsaría décadas más tarde Gastón Deleau con el museo itinerante de Fototeca FOLA, que comenzó a rodar en un tráiler por el país en el verano de 2022 tras cerrar su sede porteña, y ahora está en Córdoba.
Otra forma precursora de conquistar nuevas audiencias para el arte fue la que encontró Federico Jorge Klemm con El banquete telemático. En un aparato televisivo de época se emiten cuatro episodios –grabados en el Moderno- de su célebre programa emitido por Canal (á) en los años 90. Cómo olvidar la forma casi performática en que oficiaba de conductor con su inigualable estilo, acompañado por el crítico Charlie Espartaco. La curadora recuperó también programas conducidos por Marta Traba, discípula de Jorge Romero Brest, y un especial de Los visuales con Eduardo Stupía. El artista se refiere allí al proyecto La línea piensa, impulsado junto a Luis Felipe Noé para visibilizar a dibujantes de todo el país.
Tanto Stupía como Noé y Guillermo Kuitca, promotor de las becas que formaron a varias generaciones de artistas, están representados en La mafia del amor, instalación de Tomás Espina conformada por máscaras de decenas de mentores que integran su propio Museo popular de arte argentino contemporáneo. “Esta comunidad de artistas –dice el autor-, sus textos, historias, anécdotas y obras me constituyen y apasionan más que cualquier otra obra que pueda hacer”.
Entre los líderes de esa colectividad local representados en la exposición figuran por supuesto entre muchos otros Diana Aisenberg –que inaugura el jueves 27 una muestra en Aldo de Sousa–, Marina De Caro, Mirtha Dermisache y Emilio Renart, con sus originales métodos pedagógicos. Se incluye además Ramona, la revista de artes visuales sin imágenes concebida por Roberto Jacoby, Rafael Cippolini y Gustavo Bruzzone, que marcó un hito en la crítica y la difusión del arte argentino. También obras como las de Amalia Pica, inspirada en la teoría de los conjuntos; una instalación interactiva de Andrés Aizicovich, ganadora del Premio Braque en 2017, que alude a los vínculos de dependencia y colaboración en el proceso creativo, y una pared-pizarrón disponible para el público con consignas propuestas por Claudia del Río.
Todo lo mencionado es apenas una parte de esta muestra vinculada con la programación anual del Moderno, centrada en el tema “Arte es educación”. Sin embargo, para quienes se queden con ganas de más emotivos homenajes, hay un bonus track: en el Centro Cultural Recoleta se acaba de inaugurar también Antología flotante, con 80 piezas realizadas en distintas técnicas y períodos por Carlos Bissolino. Fueron seleccionadas por seis de sus alumnos en la cátedra de Universidad Nacional de las Artes (UNA): Agustín Fernández, Sol Ganim, Rodolfo Marqués, Ramiro Oller, Juan Reos y Gonzalo Silva. “Él nos escuchó –dijeron a LA NACION, al definirlo como maestro-. Nunca hubo una bajada de línea, nos enseñó a no forzar nada y a que hay muchas formas de hacer una obra”.
Para agendar:
El aprendizaje infinito en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Avenida San Juan 350), hasta el 2 de marzo, y Antología flotante, de Carlos Bissolino, hasta el 3 de noviembre en el Centro Cultural Recoleta (Junín 1930).
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