De las guerras a la conquista del espacio: los presagios de Raquel Forner
La vigencia del legado de una artista que se adelantó a su tiempo se demuestra con su presencia en exposiciones en cuatro de las más importantes instituciones culturales porteñas
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Un globo terráqueo ensangrentado y un pájaro muerto sobre la palma de una mano forman parte del autorretrato que Raquel Forner realizó en 1941. La Segunda Guerra Mundial ya había terminado cuando pintó Presagio, hacia el fin de la década, pero allí aparecen una vez más la mujer, una golondrina y los gestos de dolor. También hay expresiones de desamparo en los seres híbridos y mutantes representados en la serie que iniciaría en 1957, centrada en la conquista del espacio, luego de que la Unión Soviética lanzara el primer satélite artificial de la historia.
“Me impactó profundamente el hecho de que el hombre en su eterna inquietud, en su afán de verdad, intentara dejar la tierra en busca de otros mundos, de otras posibilidades de vida, en busca de respuesta a la pregunta sin respuesta”, decía la artista en 1985, tres años antes de morir, según una cita reproducida ahora en una sala del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA). Acompaña las 65 obras que integran la muestra Raquel Forner. Revelaciones espaciales. 1957-1987, producida junto con la Fundación Forner-Bigatti y curada por Marcelo E. Pacheco.
La exposición se suma a otras actuales que presentan obras suyas en diálogo con otras de artistas contemporáneos. De esa manera, la vigencia de su mirada se comprueba una vez más en las conexiones intergeneracionales propuestas por Colección Amalita, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y el Centro Cultural Kirchner. En este último caso, el autorretrato de Forner realizado hace más de ocho décadas cuelga junto a un retrato reciente de Oriana Sabatini –completamente desnuda- por Sofía Malamute, joven fotógrafa que vincula en sus trabajos la moda, la música, el cine y el arte.
“Mientras el planeta vive amenazado por nuestros actos, por el imperio del rédito y del consumo, la transformación humana que busca en la alegría el momento máximo de redención se opone a los conflictos anclados en el territorio, a la pertenencia y a la conquista”, escribe Carlos Herrera en el texto curatorial que acompaña esa muestra, titulada Cuerpos intermitentes, que conecta la producción más actual con piezas de la colección del Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Pettoruti.
Esas mismas contradicciones aborda Delia Cancela en la muestra Tesoro que cierra en el museo de Puerto Madero el ciclo Explorando la colección, con su instalación y otras de Chiachio & Giannone y Sofía Torres Kosiba. Iniciado en 2018, este programa buscó llegar a nuevos públicos al presentar desde otras perspectivas el valioso legado de Amalita Fortabat. Cuando le dieron a elegir en qué obra del acervo inspirarse, ella no dudó: optó por Presagio (1949), de Forner, citada al comienzo de esta nota.
“Ojalá podamos parar un poco y ver lo que está pasando con la naturaleza, que es muy serio. Con la pandemia nos dimos cuenta de la fragilidad de la vida en este planeta, que creíamos tener dominado”, dice a los 82 años esta artista que integró la generación pop del Di Tella. Tenía apenas doce años cuando conoció en un museo la pintura de Forner, formada en París en talleres como el de Othon Friesz y casada con el escultor Alfredo Bigatti. “Esa época de la guerra, esas mujeres, fueron una influencia importante para mi trabajo –agrega-. Tengo una gran admiración por esta mujer, que quizás por ser mujer no trascendió como tendría que haber trascendido. Estoy muy feliz de que en el Bellas Artes se haga una muestra sobre su otra época, la espacial, que también es buenísima”.
Cuando dejó atrás su “ciclo terrestre”, donde se refería a los dramas de la guerra, para abocarse a representar la conquista del cosmos en las pinturas, dibujos y grabados exhibidos en el Bellas Artes, Raquel Forner “ya había superado los múltiples escollos que implica desarrollar una carrera en un medio patriarcal” según señala Andrés Duprat, director del museo, quien la considera “una de las principales artistas de la modernidad”.
A partir de entonces, agrega el curador Marcelo Pacheco, la artista que ya había ganado el Primer Premio de Pintura en el Salón Nacional de Bellas Artes –con la obra El drama, que integra la colección del MNBA- se enfocó en “el salto de la humanidad hacia el misterio, lo desconocido, como una vivencia simbólica del hombre, la consideración de las preguntas primeras sobre la vida, sobre la creación”. Concibió, según él, “un mundo nuevo para una nueva dimensión, para un futuro acontecer que celebre la vida y termine con la violencia”.
La primera obra de esta serie, una pequeña témpera titulada Las lunas, fue realizada en 1957 y pertenece al Museo de Arte Moderno de Nueva York. Dos años más tarde realizó Las torres (1959), pintura que el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires incluye en su muestra El Límite. Forma parte del programa anual Un día en la tierra, que propone reflexionar sobre “la necesaria y urgente reflexión sobre el presente de la humanidad y su relación con el planeta”.
“Para expresar lo que pienso y obscuramente presiento –escribió Forner a mediados de los años ‘70 en una carta dirigida al médico argentino Federico Jonas, que trabajaba en la NASA- he plasmado plásticamente extraños seres que simbolizan los peligros, las dificultades, el terror hacia lo desconocido que el hombre debe vencer para alcanzar su meta, ayudado por su imaginación sin límites que también simbolizo en mis cuadros”.
Para agendar:
- Proyecto Cruces. Episodio 1: Cuerpos intermitentes. En el Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151), hasta el 18 de diciembre.
- Tesoro. Explorando la Colección #9 en Colección Amalita (Olga Cossettini 141), hasta el 5 de febrero.
- El límite en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Av. San Juan 350), hasta el 20 de febrero.
- Raquel Forner. Revelaciones espaciales. 1957-1987, en el Museo Nacional de Bellas Artes (Av. del Libertador 1473) hasta el 26 de febrero.
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