De la tragedia de Guernica a las amantes desnudas de Picasso: el Bellas Artes revela su tesoro guardado
En medio de los homenajes globales a medio siglo de la muerte del artista malagueño, el museo nacional exhibirá desde el martes más de treinta obras suyas que integran su patrimonio; la mayoría no se muestra desde hace décadas
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La mujer abre los brazos y grita en dirección el cielo, junto al cadáver de su marido y sus dos pequeños hijos, que lloran mientras intentan abrazarla. Otra eleva también la mirada, incrédula, con su pequeño en brazos ya muerto. Esas dos escenas, similares a otras representadas en el Guernica, fueron creadas en aguatinta y aguafuerte sobre papel por Pablo Picasso después del bombardeo contra la ciudad localidad vasca, en 1937, mientras el artista malagueño se abocaba a producir su famoso mural para la Exposición Internacional de París.
Forman parte de Sueño y mentira de Franco, obra que volverá a exhibirse desde la semana próxima en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) tras haber permanecido guardada durante más de una década, junto con más de treinta grabados, dibujos y cerámicas realizados entre 1905 y 1959 que también se mantenían en la reserva. A casi medio siglo de su muerte, ocurrida el 8 de abril de 1973, Picasso en el patrimonio del museo se sumará desde el martes a la serie de homenajes impulsados a nivel global, que abarcan más de cincuenta exposiciones en todo el mundo.
“Estos grabados, con nueve escenas cada uno, fueron realizados para ser vendidos en carpetas en el Pabellón Español de la Exposición de París, para recaudar fondos para el gobierno republicano”, explicó a LA NACION Paola Melgarejo, curadora de la muestra porteña. Agregó que fueron donadas por Jorge Romero Brest, director del MNBA entre 1955 y 1963; fue él quien se encargó además de formar en 1957 una Comisión Pro-Picasso para recaudar fondos y sumar al acervo obras del artista, con apoyo de la Asociación Amigos del museo. La muestra incluirá las cartas que intercambió con el marchand de Picasso, Daniel-Henry Kahnweiler, a cargo de la galería Louise Leiris en París.
Si bien esa pieza es la más cercana del patrimonio nacional a uno de los testimonios contra la guerra más importantes del siglo XX, no es la más importante. La exposición incluirá otras dos que se exhiben en forma permanente en salas separadas, donadas por la familia Di Tella en 1971: la acuarela Mujer desnuda de espalda (1905) y la pintura Mujer acostada (1931).
Mientras que la primera modelo podría ser Fernande Olivier, primera pareja sentimental de Picasso, la segunda es nada menos que Marie-Thérèse Walter, su “musa dorada” y madre de su hija Maya. “Creo que vamos a hacer grandes cosas juntos”, le dijo a la joven rubia en las galerías Lafayette, el 8 de enero de 1927. Ella tenía 17 años; él, 45. “Tenés una cara interesante, me gustaría hacerte un retrato”, le propuso. Así comenzó una relación extramatrimonial –una de las tantas atribuidas al pintor– que inspiraría algunas de las obras más sensuales del cubismo.
Y las más cotizadas: la obra titulada El sueño fue vendida en 2013 a Steve Cohen por 155 millones de dólares, pese a que había sido dañada cuando otro millonario la atravesó con su codo. En 2010, Desnudo, hojas verdes y busto marcó el récord de la obra más cara vendida en una subasta pública al ser rematada en Christie’s por 106,4 millones de dólares; en 2021, la misma casa de subastas vendió Mujer sentada junto a una ventana (Marie-Thérèse) por 103,4 millones, tras una febril puja de veinte minutos.
De todos modos, el récord para Picasso sigue siendo Las mujeres de Argel (1955), subastada en Christie’s en 2015 por 179,3 millones; es la tercera del top ten mundial, detrás de Salvator Mundi de Leonardo Da Vinci y de Shot Sage Blue Marilyn, de Andy Warhol. Según la historiadora Andrea Giunta, la familia Di Tella habría comprado Mujer acostada a Kahnweiler por apenas 80.000 dólares, a comienzos de la década de 1960.
Este tesoro “desempolvado” incluye también grabados que permanecieron en la reserva durante más de dos décadas, como los que ilustraron La obra maestra desconocida de Honoré de Balzac. “El protagonista es un pintor que cree haber pintado a la mujer ideal, pero su retrato es una maraña de líneas de la que aparece un pie –resume la curadora-. A Picasso le gustó mucho porque se sintió identificado con el pintor adelantado a su tiempo”.
Hay además, entre otras piezas, platos ilustrados con escenas de tauromaquia que Picasso realizó durante la última etapa de su vida en el sur de Francia. “Lo mejor de Picasso es que se iba rearmando en forma constante –opina Melgarejo-. En la Costa Azul conoció la alfarería Madoura, y a los sesenta años aprendió a trabajar la cerámica”.
“Estas muestras temporarias sirven para mostrar obras como éstas, que no se exhiben desde hace veinte años”, señala entusiasmada Mariana Marchesi, directora artística del MNBA. Y recuerda que las salas de sede ubicada sobre Avenida del Libertador al 1400 pueden alojar poco más de mil de las 13.500 obras del acervo. “En el guion permanente siempre se exponen de cada período o autor las obras más relevantes –agrega Andrés Duprat, director del museo-. Tenemos que elegir por un tema de espacio físico y de recorrido; exhibimos la pintura y la acuarela porque son las más relevantes de Picasso que tiene la colección”.
A partir del martes próximo a las 19, con entrada gratis, el público podrá ver todas las obras del artista español que tiene el museo. Aunque ojalá hubiera una más: el Conductor de caballo (1905), que ahora pertenece al MoMA. Exhibida en la galería porteña Müller en 1934, cuando se realizó la primera gran muestra de Picasso en América Latina, había sido reservada por Agustín P. Justo para destinarla al museo. Pero cuenta la “leyenda urbana”, según recuerda el historiador Marcelo Pacheco en el catálogo de la muestra de dibujos que alojó el Moderno en 2016, que mientras avanzaba en el recorrido cronológico el general preguntó quién era el autor de esas obras posteriores, y se arrepintió por considerarlo una “mente enfermiza”.
“Picasso es reacio a las exposiciones; mejor dicho: no le interesan”, escribió el Federico Müller en el catálogo aquella muestra, en la que vendería una sola obra. Y agrega que accedió a poner obras a disposición del marchand debido a su insistencia, y a que el pedido provenía de un país “latinoamericano, joven y progresista”... en plena “Década infame”. Quién sabe lo que opinaría hoy, casi noventa años después.
Para agendar
Picasso en el patrimonio del museo, desde el martes 28 de marzo, a las 19, en el Museo Nacional de Bellas Artes (Av. del Libertador 1473), con entrada gratis. El mismo día se inaugurará la exposición Papeles antiguos. Dibujos italianos de la Colección Bayley.
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