De la mitología a la realidad: hallaron un monumental laberinto en la isla de Creta, la “patria” del Minotauro
El descubrimiento único data de los años 2000 y 1700 antes de Cristo; encontradas en la cima de una colina, las ruinas son circulares y de piedra, como en el cuento de Borges
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Jorge Luis Borges estaría contento. Este martes, el Ministerio de Cultura griego anunció el hallazgo en la isla de Creta de un edificio “único” de la civilización minoica. En la cima de la colina Papoura, al noroeste de la ciudad de Kastelli, se descubrió una gran estructura circular datada entre los años 2000 y 1700 antes de la era cristiana. Está situada en el perímetro del nuevo aeropuerto internacional de Heraclión, la capital de Creta, que está en construcción.
El edificio fue encontrado en la colina, a unos quinientos metros de altura, en un lugar inicialmente reservado para la instalación de un radar del nuevo aeropuerto. “Es un descubrimiento único y especialmente interesante”, declaró la ministra Lina Mendoni, que remarcó que era el primer hallazgo de este tipo en Creta.
Las ruinas, como en el cuento de Borges, son circulares y de piedra, y tienen una superficie de 1800 metros cuadrados. Contiene ocho anillos “casi laberínticos” conectados por pequeñas aperturas y que convergen en un edificio circular en el centro. El uso de la estructura se desconoce, pero según los arqueólogos podría haber tenido funciones rituales, entre 3700 y 4000 años atrás, dado que se hallaron huesos de animales. Los muros, levantados en diferentes niveles de altitud, tienen un grosor medio de 1,40 metros y una altura máxima estimada de 1,7 metros.
El radar del nuevo aeropuerto, desde luego, será ubicado en otro lugar. “Las obras de construcción del aeropuerto deben continuar sin trabas, pero también hay que proteger este hallazgo único y de excepcional interés -dijo Mendoni-. Hemos realizado un análisis del yacimiento arqueológico y la prioridad de todas las partes es la de proteger este complejo. El proyecto del nuevo aeropuerto puede seguir adelante y las antigüedades pueden protegerse, como debe ser”.
La civilización minoica floreció en Creta y en otras islas del mar Egeo, en la Edad de Bronce, y se la considera unas de las primeras en territorio europeo. Creta es una “cantera” de yacimientos arqueológicos; allí se han hallado las ruinas del palacio de Cnossos y el palacio de Festos. A estos se suma ahora esta nueva construcción laberíntica.
La noción de laberinto, tan cara a la literatura borgeana, surge de la mitología cretense del Minotauro, la criatura con cuerpo humano y cabeza de toro, hijo de Pasífae y el toro de Poseidón. El arquitecto ateniense Dédalo, refugiado en Creta, construyó por pedido de Minos un laberinto para encerrar al monstruo al que periódicamente se sacrificaban siete jóvenes y siete doncellas que, una vez arrojados dentro del laberinto, no podían escapar.
Teseo, el príncipe ateniense enamorado de Ariadna, hija de Minos y Pasífae, es el que logra matar al Minotauro, utilizando el “hilo de Ariadna”, un ovillo de hilo con el que el héroe evita perderse en el laberinto. Dédalo le había dado este útil consejo a la enamorada.
En el cuento “La casa de Asterión”, Borges recrea el mito del Minotauro elaborado por el historiador Apolodoro en Biblioteca mitológica, y presenta a Asterión como un ser que espera a un redentor que ponga fin a su existencia.
El mito del hombre con cabeza de toro
“Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal -se lee en la magistral fábula borgeana-. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que, alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?”. Hoy se conmemora el 38° aniversario de la muerte del escritor argentino.
Julio Cortázar, en la obra teatral Los reyes, el primer libro que publicó con su nombre, también reescribió el mito del hombre con cabeza de toro. En la obra, Ariadna no está enamorada de Teseo sino que quiere rescatar a su hermano, el monstruo, de la cárcel a la que lo condenó el rey Minos. “Nadie sabe qué mundo multiforme o qué multiplicada muerte llenan el laberinto -le dice Ariadna a su padre-. Tú tienes el tuyo, poblado de desoladas agonías. El pueblo lo imagina concilio de divinidades de la tierra, acceso al abismo sin orillas. Mi laberinto es claro y desolado, con un sol frío y jardines centrales donde pájaros sin voz sobrevuelan la imagen de mi hermano dormido junto a un plinto”.
En la pieza cortazariana, Teseo y el Minotauro se enfrentan primero dialécticamente. “Muerto seré más yo — ¡Oh decisión, necesidad última! Pero tú te disminuirás, al conocerme serás menos, te irás cayendo en ti mismo como se van desmoronando los acantilados y los muertos”, le dice el Minotauro. “Al menos estarás callado”, responde el ateniense, degradado a “antihéroe”, antes de darle muerte.
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