De la mano de Pancho Villa, Pérez Reverte regresa con un libro de aventuras
El escritor español publicó “Revolución”, una historia que lo devuelve a México: “es una novela de iniciación y aprendizaje y es también, de algún modo, mi propia biografía de juventud”, dice
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Y una vez más, todo vuelve a convertirse en un clásico suyo. Características que forman parte de su obra: el contexto con la historia, pero siempre desde la ficción. El sentido de la aventura (por algo se lo asocia con Salgari). El trabajo con el lenguaje, según los giros de época o territorio. Es que aún con más de 30 novelas (esta es la número 32) Arturo Pérez-Reverte no se repite.
En esta nueva aventura, el lector llegará hasta el México de Pancho Villa. Es por eso que Revolución (Alfaguara), el título más reciente del escritor español, que acaba de presentarse por estos días en España, repone esta marca tan Peréz-Reverte de plantar a un protagonista en un contexto de luchas humanas y muertes. Así como sucede también con la serie de títulos que estableció con el espía Falcó, por ejemplo, en la Guerra Civil española, o Alatriste en el Madrid del siglo XVII. “Pero son novelas”, aclara en un desayuno con la prensa, hace unos días, en su país. “Revolución no es una novela histórica, es una novela de aventuras. De aprendizajes: cómo un joven después de diez años de revolución, termina descubriendo cosas de la vida, de la violencia, de la muerte, del amor”. Y a propósito de los clásicos, en la rueda de prensa estuvo también su amigo y colega, Jorge Fernández Díaz, con quien comparte las ficciones sobre espías, con Falcó y Remil.
La tapa del libro despeja dudas; después del nombre del autor, debajo del título, se lee: “Una novela”. Aunque haya una historia real. “Toda la vida escuché en mi casa la historia de aquel amigo de mi bisabuelo, ingeniero de minas, que trabajó en México en plena revolución. Ese recuerdo remoto me ha aproximado a mi propia relación con la aventura y me ha llevado a escribir esta historia. Es una novela de iniciación y aprendizaje y es, de algún modo, mi propia biografía de juventud. Es mi flecha de oro”. La cuenta es sencilla: Arturo Pérez-Reverte está por cumplir 71 años (Cartagena, 1951) y es una historia que escuchó de niño. “He tardado un año y medio en escribirla, pero la novela se escribe durante toda una vida. Son historias que van contigo, te acompañan, van creciendo: unas mueren, otras se desarrollan o desaparecen”. En su caso, la creatividad parece estar siempre ahí. Todavía no termina de promocionar este libro, que ya está escribiendo otro. “Estoy en la mitad de una novela nueva. No tengo agonía creativa. Lo mío es el trabajo: yo me siento a trabajar”.
"No tengo agonía creativa. Lo mío es el trabajo: yo me siento a trabajar."
Esa relación vida y literatura no es muy lejana a la de su pasado como corresponsal cubriendo guerras o revoluciones, como las de El Salvador, Rumania o Nicaragua. Y al trazar otras posibles líneas paralelas, no es extraño escucharlo hablar sobre su búsqueda del lenguaje en cada libro o recordar su lugar como miembro de la Real Academia Española. O pensar en que fue traducido a más de 40 idiomas. Un hombre de la lengua. Un oído entrenado que se nutrió de lecturas sobre Pancho Villa, películas, biografías como la de Taibo o el libro de Nellie Campobello. “Me empapé de toda esa literatura mexicana. Y de ahí fui extrayendo expresiones, el ingenio mexicano para hacer refranes, y fui haciendo un glosario para ir utilizándolos en el momento adecuado. En ningún momento con lenguaje actual, si no de entonces. Palabras que ya no se usan, pero que los abuelos sí las usaban. En México me encanta oír. Es el lugar donde un cazador, como lo es un novelista, pone la oreja. Ese lenguaje tan extraordinario. Nadie crea un lenguaje tan fascinante como los mexicanos actualmente: el neologismo”.
El México del norte
El pulso del libro está dentro de sus parámetros: 464 páginas. Suele manejar esa extensión en toda su obra. Revolución es la historia de un joven, Martín Garret Ortiz, que llega a México a trabajar como ingeniero de minas. Y se cruza con tres mujeres: unan campesina analfabeta, una chica de clase media y una periodista norteamericana. A todos los atraviesa la revolución. “Lo que fascina y asombra es el ser humano. Cómo se comporta. Cómo el que es un héroe por la mañana puede ser un villano por la noche. Martín Garré se engancha en la Revolución por la gente que se mueve por ella. Esas contradictorias tan vivas y humanas están en la novela”.
Entonces, sobrevuela una pregunta: ¿Por qué Villa y no Zapata? “Yo tenía que elegir si me quedaba con Pancho Villa o Emiliano Zapata”. El Zapata del sur era de un México más sombrío, más amargo, dice Pérez-Reverte. “Mientras que el norte bigotón, de canciones, era más alegre; incluso en la barbarie, más vigoroso. La carcajada de Pancho Villa frente a los silencios de Zapata, me llevó la acción hacia el norte”. Bajo la licencia de la ficción, así muestra en la novela a un Villa autodefiniéndose frente al protagonista, el ingeniero de minas español: “Se lo digo yo, que hasta hace poco no sabía leer ni escribir, pero que de caballos, viejas y hombres entiendo un rato”.
Este no es el primer libro de Pérez-Reverte sobre México. La reina del sur (2002), ya lo había llevado a esa zona de América. Incluso estuvo varias veces. Tiene amigos en ese país. Y cada tanto, estando allí, iba a tomar tequila a lugares populares. Sin celular ni reloj, de jean y camisa a cuadros, listo para entrar a una “cantina” a “tomar y a oír”. Pero pareciera no tratarse solo de reproducir cómo la gente habla y así llevarlo a la ficción. “El que crea que pueda tomarse un diálogo de la calle y meterlo en una novela crudo, no funciona. Hay un trabajo largo y minucioso en conseguir que se convierta en literatura”. Lo de la novela no viene solo. Está también el tiempo. “Un novelista del tipo que soy yo, que hay muchos, se mantiene vivo. Una novela es una forma de no envejecer de una manera miserable, triste o sórdida. Es envejecer de una manera espléndida”.
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