De la escuela de Fu-Manchú
Fu-Manchú lo decía en sus clases: "Hay un veinte por ciento de magia y un ochenta por ciento de actuación". Jorge Ribak aprendió bien los porcentajes de esa receta y para la foto saca de sí al actor, eleva sus cejas, coloca en posición sus manos bien cuidadas sobre la baraja y mira a la cámara con aire de misterio.
El célebre David Bamberg -es decir, Fu-Manchú- creó en la Argentina una escuela a partir de las clases que daba en el Círculo Mágico. Ya muerto el fundador, Ribak ingresó en su escuela, que en 1976 había quedado a cargo de Dolores Cámara, la viuda del ilusionista. Siguiendo la sugerencia de su padre, el escritor Andrés Rivera, Jorge también estudió actuación. Además, Ribak es abogado y productor de espectáculos.
-¿Cambió la enseñanza de la magia a lo largo de todos estos años?
-En los años setenta y ochenta, los profesores eran otros magos que transmitían sus conocimientos y había algunos pocos libros en español: los de Wenceslao Ciuro y José Ketzelman, que escribía sobre cartomagia. Ahora no existe una gran cantidad de escuelas de magia: hay dos o tres centros serios; sí hay más magos que se han incorporado a la enseñanza desde sus casas, como si fueran talleres literarios. Pero la magia sigue siendo la misma. Una baraja de naipes, unos cubiletes, unas bolas son las mismas que hace años.
-¿Se ha modificado la manera en la que se percibe la magia?
-Ahora se tiene más acceso a megaespectáculos a través de videos, en YouTube. Pero en los shows, aun sin grandes aparatos, la gente todavía se sorprende, porque todo depende de la forma en que se presenta el espectáculo. La charla, el desarrollo, el nudo dramático, la resolución. Ahora, si en la Argentina se quiere triunfar montando un espectáculo tipo David Copperfield, pero con pocos recursos, se cae en lo deprimente. Yo me sigo sorprendiendo con los magos que hacen juegos de naipes, números sin grandes producciones. Es la originalidad del acto lo que me sigue sorprendiendo.
-¿Se repiensa el modo de atraer al espectador?
-Se buscan efectos de alto impacto para que la atención no disminuya. También es cierto que el celular es un elemento típicamente distractivo cuando suena durante un acto de magia. Yo agarro el celular que está sonando y potencio la escena con humor. Pongo al que llama en modo altavoz, le pido que diga un número de uno a diez y cuento. Sale la carta elegida y viene una ovación.
-¿La tecnología es una aliada o una enemiga?
-Ha avanzado tanto que muchos juegos están basados en ella. También ha modificado los actos de magia con naipes: ahora pueden ser vistos por mil personas a través de un sistema multipantalla. El juego es tan aplaudido como si uno hiciera desaparecer a un elefante.
-¿Qué ocurre en los shows de magia infantiles? Los niños de hoy manejan otro tipo de información...
-Trabajé casi 14 años con chicos. Creo que sí, hoy por hoy están mucho más estimulados y tenés que cuidarte de que la técnica esté bien depurada. A los cuatro años ya saben cómo usar una computadora. Pueden hacer deducciones. La solución está en la actuación.
-En Europa y en Estados Unidos los magos tienen un público cautivo, hay megashows. ¿Por qué no en la Argentina?
-Acá cuesta mucho que el público vaya a ver un show de magia. Hay bares temáticos, como el Bar Mágico, pero no hay magos que puedan sostener una temporada en el escenario. En este tiempo, no prende la idea de que la magia es un verdadero arte, que requiere estudio, práctica y cultura. En la magia hay técnica teatral, danza, música y psicología. Y se necesita constante ensayo.
-¿Qué pasa con la presencia femenina en el mundo de la magia? ¿Sigue siendo tierra de hombres?
-Históricamente, la mujer era la asistente. Muy pocas fueron magas. Esto ha sido un tema cultural. No es que discriminemos: si una mujer quiere aprender, es bienvenida. Pero no se da...