De Dante al Duce: Victoria Ocampo y su intensa relación con la cultura italiana
El abogado Juan Javier Negri, presidente de la Fundación Sur, disertó en la Casa Argentina, en Roma, sobre el vínculo entre la fundadora de la revista “Sur” y la lengua del Dante
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ROMA.- Victoria Ocampo, su intensa relación con la literatura italiana, que plasmó a través de la revista Sur, su pasión por Dante -que utilizó para justificar sus amores prohibidos- y su polémico encuentro con Benito Mussolini, allá por 1935. De todos esto se habló este martes en una apasionante conferencia que tuvo lugar en la Casa Argentina, el espacio cultural de la embajada argentina de la Vía Veneto. Allí, el abogado argentino Juan Javier Negri, presidente de la Fundación Sur, deleitó al público con diversas anécdotas.
Hablando en perfecto italiano y acompañado por Camilla Cattarulla, profesora de lengua y literatura hispanoamericana de la Universidad Roma Tre, de esta capital, Negri subrayó que este año se celebra el centenario de De Francesca a Beatrice, el primer libro de Victoria Ocampo, de 1924, centrado en dos mujeres opuestas de la Divina Comedia: una, símbolo del amor pasional y prohibido; la otra, del amor espiritual que trasciende. Y recordó que este escrito fue fruto no sólo de su profunda admiración por Dante Alighieri, sino también, de la transgresora pasión por otro hombre que tuvo mientras estaba casada con Luis Bernardo de Estrada. Estrada era “un hombre de su misma clase social y, por lo tanto, impregnado por el prejuicio prevalente de la época según el cual la mujer debía tener un rol puramente reproductivo y de representación social”, recordó Negri, experto en derecho de la cultura.
Luego de destacar que ese matrimonio, ocurrido en 1912, “no funcionó nunca”, Negri contó que esa pareja despareja de recién casados, de clase patricia, tuvo una luna de miel por Europa típica de esa época de vacas gordas, que duró nada menos que dos años, de 1912 a 1914. Fue justamente en una etapa en Roma, en abril de 1913, cuando Victoria se enamoró perdidamente de Julián Martínez, primo de su marido y sobrino del entonces embajador ante la Santa Sede. “En el momento en el que lo vi de lejos, su presencia me invadió… (…) La arquitectura de su rostro era de una belleza sorprendente”, escribió Ocampo en su Autobiografía.
En ese viaje, Victoria participó de varios bailes de gala, impactando con una tiara de brillantes, y también tuvo una vida cultural más que activa, como demuestran cartas e incluso obras de otros escritores de ese tiempo que en sus libros se inspiraron con esa mujer tan fascinante, cosmopolita y de enorme curiosidad intelectual, venida del fin del mundo. Lo cierto es que, al regresar junto a su marido a Buenos Aires en 1914, Victoria comenzó a vivir una doble vida. “Por un lado mantenía las apariencias de un matrimonio formalmente correcto, pero por otro no hablaba con su marido y llevaba adelante una relación apasionada con Julián, que la obligaba a inventar cualquier tipo de estratagema para que se pudieran encontrar clandestinamente”, narró Negri, que subrayó que, para la sociedad conservadora de Buenos Aires de la época, “Victoria era un escándalo”.
Fue en este contexto más que conflictivo que Dante, que Ocampo había comenzado a admirar en 1908, cuando viajó a París con su familia e hizo unos cursos en la Sorbona, pasó a ser para ella como un salvavidas espiritual. “Victoria Ocampo comenzó a sentirse totalmente identificada con Dante, al punto que escribió ‘yo vivía a Dante’ cuando publicó su primer artículo en el diario LA NACION el 4 de abril de 1920, titulado ‘Babel’, apenas tres días antes de cumplir treinta años, en el que comentaba el canto XV del Purgatorio y las diferencias entre los seres humanos, que tienen sensibilidades y caracteres distintos, como justamente tenían ella y su marido”, rememoró Negri.
Ese fue el primer intento de justificar, a través de Dante, la ruptura de las reglas habituales del comportamiento matrimonial, por incompatibilidad de caracteres, que se profundizó después en De Francesca a Beatrice, ensayo en el cual, si bien Victoria lo presentó como una “guía personal a la Divina Comedia”, en realidad, fue más una obra que fue más allá, en la que intentó “justificar los posibles excesos del amor”. “En un cierto sentido, Dante fue usado por Victoria como autojustificación de su adulterio”, puntualizó Negri. “No por nada el personaje clave del ensayo es Francesca da Rimini, que se enamora del hermano del marido. Victoria, más puritana y prudente, se había enamorado solamente del primo del marido”, agregó, provocando risas en el auditorio. Durante la charla, a la que asistió el embajador ante Italia, Marcelo Giusto, entre otros, también se recordaron a varios otros amantes de Ocampo, conocida por invitar a su casona de San Isidro a intelectuales y escritores con los que tenía relaciones.
Al margen de hacer un repaso de la otra fase, más que intensa, de la relación de Ocampo con la literatura italiana -conoció a los grandes nombres del Novecento-, que tuvo su auge en una publicación, la número 225 de la revista Sur de fines de 1953, de una antología exclusivamente dedicada a Italia, en la conferencia también se recordó el famoso encuentro que tuvo con Benito Mussolini en 1935, durante uno de sus viajes por Europa. Entonces Ocampo, invitada por el gobierno italiano y siempre muy interesada por conocer figuras influyentes de la política y la cultura de la historia contemporánea, obtuvo una audiencia con el Duce, algo que suscitó reacciones negativas en los círculos intelectuales. “Mussolini me impresionó por su presencia, su fuerza arrolladora. No se podía ignorar el poder que ejercía, pero mi admiración nunca fue por sus ideas”, escribió en “Testimonios”, sin ocultar que le había impactado el innegable carisma del dictador fascista.
“Este encuentro fue ampliamente criticado, pero la verdad es que Victoria siempre fue una sostenedora de la democracia y de la libertad”, apuntó Negri, que destacó, finalmente, que Ocampo no sólo fue antifascista, sino también, anti-peronista, algo que le valió la cárcel en 1953.
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