De Chaile a La Chola: dos vidas transformadas por el arte
Nacidos en Tucumán y Mendoza, ambos artistas lograron en tiempo récord hacer una carrera internacional que incluye la Bienal de Venecia y un lugar en la colección de Eduardo Costantini, premiado esta semana por arteba
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“Nos volvemos a ver después de 530 años”, le dijo. “La Chola” Poblete, artista mendocina de raíces mestizas, se dirigió de esta manera a la reina Letizia como una manera de “romper el hielo”. Sin inmutarse por la referencia a la conquista de América, la ex periodista se acercó a sus obras exhibidas en ARCO, desafió el protocolo al tocarle el brazo y le preguntó con qué pronombre se sentía cómoda.
“Es un montón para una persona queer que la realeza te haga esa pregunta. Se acercó a mi obra y le conté que hablaba del colonialismo, de lo precolombino… Pude explicarle cada una sin censura”, señaló en 2022 en Madrid Poblete, nacida en 1989, que creó su alter ego para realizar performances a modo de homenaje a sus antepasadas bolivianas. “Indígenas –aclara- cuyos ancestros no bajaron de los barcos”.
El año pasado, apenas después de que arteba abriera sus puertas a invitados especiales en Buenos Aires, La Chola no solo había vendido todas las acuarelas de gran formato y las máscaras de pan que exhibía en el stand de Banco Ciudad, que le otorgó un premio, sino que ya había una lista de espera de interesados en comprar más.
En la edición actual de la misma feria se supo que Eduardo Costantini compró dos obras suyas, que están por integrar una muestra en el PalaisPopulaire de Berlín, y que fue convocada por el curador Adriano Pedrosa para participar de la muestra central de la próxima edición de la Bienal de Venecia.
“Las obras de La Chola vibran”, observó el fundador del Malba tras recibir esta semana el Premio arteba al Coleccionismo, en referencia a esas acuarelas que combinan imágenes de vírgenes, botellas de vino, cuerpos en transformación y frases autobiográficas. “Cuando esperan de mí que sea una víctima -dice una de ellas, escrita en inglés-, soy una Diva”. Con esa actitud, vestida de negro, avanzaba el año pasado por arteba y continúa avanzando, ahora dispuesta a conquistar el escenario del arte en Europa.
Hasta allí llegará con un mensaje reivindicativo similar al que inspiró sus dibujos de papas mutantes en Ejercicios del llanto, una exposición alojada el año pasado en el Museo Moderno. “Los españoles decían que era un fruto del infierno, porque era un tubérculo y estaba por debajo de la tierra. Entonces no lo querían consumir –recordó-. Pero eso se vuelve un chiste, porque se convierte en un elemento del plato tradicional español, que es la tortilla. Y después termina siendo ese alimento que salva del hambre en las guerras”.
El pan nuestro
También en el Moderno se exhibió en 2017 una muestra de Gabriel Chaile, artista nacido en Tucumán en 1985, en una familia de orígenes diversos. Su abuelo materno era español y su abuela, indígena; los paternos eran inmigrantes afro-árabes. Sus padres sobrevivieron con la venta de pan preparado en hornos de barro.
En estos recuerdos de la infancia se inspiraba una de sus obras, que llevaba el nombre de su hermana y dio título a la exposición: Patricia se llamó el gigantesco horno de barro que tenía varios senos y manos que rodeaban su boca, como si estuviera dispuesto a contar un secreto. Un año después instalaba otro al aire libre en La Boca, como parte de la semana de Art Basel Cities: Buenos Aires, donde cocinó para los vecinos.
Era apenas el inicio de una exitosa carrera internacional que seguiría con la venta en la feria Art Basel, la más importante del mundo, de ollas populares de aluminio. Obtuvo aquellas piezas quemadas y abolladas a cambio de otras nuevas, y las transformó en arte adquirido por coleccionistas de Bélgica, Nueva York, Singapur e Irlanda.
A cada una de ellas le otorgó un rostro y le grabó datos de su pasado: el nombre del comedor de emergencia al que había alimentado, los años durante los cuales estuvo en uso y datos sobre su aporte a la comunidad. “Con ésta conseguimos un plan de viviendas, con ésta cortamos la ruta, ésta ya no nos alcanza para la gente que viene ahora –explicó entonces el artista-. Historias fuertes y hermosas, porque cada olla muestra el despertar del lado humano; en la crisis, pensar en el otro”.
También él llegó a la muestra central de la Bienal de Venecia, invitado por la curadora Cecilia Alemani -que también lo convocó a instalar este año una escultura en el High Line de Manhattan-, y desde allí ganó el año pasado la atención de Costantini con un grupo escultórico que representaba a su familia. Uno de esos cinco hornos de barro monumentales ya estaba reservado, pero el coleccionista insistió en que el grupo no debía separarse. Lo compró entero y hasta le construyó una casa de lujo: tendrá su propio pabellón en Malba Puertos, la nueva sede del museo en Escobar, donde se exhibirá de forma permanente.
“Lo que me conmueve de esta obra es la reivindicación de la identidad originaria –explicó el creador de Nordelta y Consultatio-, algo a lo que se le está dando énfasis en los últimos años en el mundo”.
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