La oferta final, anunciada por teléfono por un comprador anónimo, puso fin a un duelo que había triplicado el precio de la pintura en cuestión de segundos. Los 90,3 millones de dólares pagados en 2018 por Retrato de un artista (piscina con dos figuras), de David Hockney, consagraron la obra como la más cara de un artista vivo vendida en subastas. Desplazó así del podio a Jeff Koons, su colega estadounidense, que se tomaría revancha al año siguiente al recuperar ese puesto con un conejo de acero inoxidable.
Primero a la basura
Lo curioso es que la basura fue el destino de la primera versión de esa pieza récord de Hockney. Inspirado en dos fotos superpuestas, el artista trabajó durante varios meses de 1971 para combinar estilos: la figura humana dentro y fuera del agua. Disconforme con el resultado, lo destruyó. Hasta que le llegó una invitación a una muestra en una importante galería de Manhattan, y retomó el proyecto.
La curiosa historia del proyecto
Con su cámara Pentax viajó hasta Saint-Tropez para tomar fotos de su asistente mientras buceaba. Al regresar a Londres las combinó con otras de su ex pareja, Peter Schlesinger. "Trabajó 18 horas por día durante dos semanas -asegura la casa de subastas Christie’s-, y terminó la pintura la noche antes de que la empresa de transporte la fuera a buscar para llevarla a Nueva York". Casi medio siglo después ilustraría el catálogo de la exposición más visitada en la historia de la Tate Modern, una de las más de cuatrocientas individuales realizadas a lo largo de su carrera.
La pasión por su alumno y las piletas en clave pop había nacido durante los febriles años ‘60 en California, donde el artista británico tuvo dos casas. A fines de esa década inició otra de las series que lo consagrarían como unos de los pintores más destacados del siglo XX: los "dobles retratos" de parejas de seres queridos. El que representa al célebre curador Henry Geldzahler junto a Christopher Scott fue rematado en Christie’s el año pasado por 49,4 millones de dólares, y se ubica en el cuarto puesto del "top five" que Hockney se disputa con Koons.
Un éxito similar cosechan sus pinturas inspiradas en la naturaleza: 30 girasoles fue vendida el mes pasado por Sotheby’s en Hong Kong por 14,8 millones de dólares, el segundo precio más alto para una obra occidental subastada en Asia. Algo que no parece inmutar a Hockney, dedicado a retratar la primavera desde su iPad durante la cuarentena en Francia. "Las únicas cosas reales en la vida -dijo a la BBC, a sus 83 años- son la comida y el amor, en ese orden".
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