Darío Villanueva: "Hay que pensar en los nativos digitales"
El director de la RAE quiere renovar por completo el diccionario
MADRID.- Aunque lo cuenta en ese tono medidamente sosegado, la determinación que Darío Villanueva muestra para el futuro de la Real Academia Española (RAE) no carece de ambición. Habla de refundación, de digitalización, de elaborar el primer diccionario para nativos digitales. Habla de paridad, de continuar con la lógica de las cosas en cuanto a incorporar mujeres y, por supuesto, como sus tres inmediatos antecesores, de América.
Ingresó en la RAE a los 57 años, cree que la institución necesita un equilibrio de edades y un amplio espectro de saberes. Fue rector de la Universidad de Santiago de Compostela y mezcla entre sus disciplinas la pasión por la literatura y la pulsión por la semiótica, la retórica y la sociedad de la información. Luce un talante de humildad y una discreta ambición. A seis meses de asumir el cargo, ¿cuál fue la sorpresa? "La dimensión americana del puesto", dice.
"La Real Academia Española preside la Asociación de Academias, y eso significa que es la voz de todas ellas ante determinadas instancias -agrega Villanueva-. Por ejemplo, los gobiernos de aquellos países que cuentan con una. Ahora somos 22, a la espera de la incorporación de la nueva institución ecuatoguineana, antes de final del año."
-La dimensión americana es lo que más asombra a los que han ejercido este cargo en pleno siglo XXI. Pero pensaba que pese a haber sido secretario unos años y conocer a fondo las cuentas, lo que más le había sorprendido era el dinero. ¿Cómo van esos recursos?
-Yo conocía la situación a fondo, tenía información de primera mano. Por lo tanto, si hablamos de sorpresas, en ese sentido, ninguna.
-Los antiguos directores podían haberse guardado algún secreto.
-No, en este caso, nada. La información era de mi dominio. La RAE tiene tres fuentes de financiación: una asignación del Estado que nunca superó el 50% del total del presupuesto. En los últimos tres años, esa asignación ha decrecido un 60%, unos dos millones de euros. Otra fuente de financiación eran las obras de la Academia, diccionarios, ortografías, gramáticas y de otro tipo, incluidas las literarias. También en relación con esto nos enfrentamos a un escenario de crisis. Todos sabemos lo que está ocurriendo dentro del mundo editorial? Las ventas son muy inferiores a lo que eran 12 o 13 años antes.
-Mal momento entonces.
-Es una situación de crisis que compartimos con el resto de los españoles, no íbamos a permanecer al margen. Pero, en suma, la RAE no se encuentra endeudada. De la época de las vacas gordas, digamos, con una gestión muy eficaz y muy austera, porque esta institución nunca fue manirrota, gozamos de unos remanentes para sortear esta etapa en la que vivimos una situación de déficits que asciende a unos dos millones de euros.
-Pero ha dicho que las cifras de venta son muy malas.
-Del último Diccionario, de octubre a esta parte, se ha vendido en España la quinta parte de ejemplares que los anteriores en el mismo período en 2001.
-¿Cuánto hace que no abre usted un diccionario de papel?
-Lo sigo haciendo porque en las reuniones que tenemos trabajamos con un ejemplar de papel.
-Sí, pero si está usted trabajando en su despacho con el ordenador, ¿cuánto tiempo hace que no lo abre?
-Claro, claro que sí, es evidente. Nosotros en ese sentido no mostramos una actitud plañidera. Hicimos un simposio sobre la situación de los diccionarios en la era digital el pasado noviembre. Los editores europeos nos dijeron que el mercado de la lexicografía había experimentado un decrecimiento de 60% en los últimos años. En ese sentido, estamos contentos por haber tomado la decisión de digitalizar nuestro diccionario y dejarlo en línea gratuitamente. Hoy está posicionado como el más visitado, tenemos ese espacio ocupado con una cantidad de visitas espectacular, que está en más de 45 millones de visitas en el mes de abril, más que en 2014, cuando tuvimos 41 millones. Rozamos los 10 millones de visitantes únicos. A través de los datos que nos proporciona Google Analytics, sabemos de dónde proceden esas consultas. Y a través de qué dispositivo se hacen. En este momento, los teléfonos inteligentes están casi a la altura de las computadoras.
-¿Los smartphones?
-Sí, pero yo los llamo teléfonos inteligentes.
-Como también ha dicho Google Analytics?
-Porque es un nombre de marca, en ese caso no tiene traducción. El caso es que entre los teléfonos inteligentes y los ordenadores suman un 84%.
-La tecnología ¿nos va a dar muchos disgustos lingüísticos?
-Tendremos que encajarlos. No hace falta adoptar posturas numantinas ni apocalípticas.
¿Por dónde habría que empezar?
Por el Diccionario. Para ello, aparentemente, la tarea es muy sencilla. Hace 10 años agarramos uno gutemberiano, es decir, un libro, y lo adaptamos en la Red. Ahora se trata de lo contrario.
-Así que, en su caso, si hacemos un paralelismo entre aquello que Fernando Lázaro Carreter le dijo a su sucesor, Víctor García de la Concha, de que se centrara en América, a usted, su antecesor Blecua le habrá encomendado: "Darío: digitalización".
-Francamente, eso es algo que yo aporté modestamente como secretario. No necesitaba que nadie me lo dijera. Soy un gran admirador de Marshall McLuhan, a mí siempre me ha fascinado vivir un cambio de paradigmas tan profundo como el presente.
-Y como estudioso del Quijote antes del cine, materia de su discurso de ingreso en la RAE, ¿no cree que la RAE tendría una buena adaptación a la pantalla?
-¿Por qué?
-Es la frutilla del postre, el reconocimiento del prestigio en muchos sentidos, con poder e influencia probados dentro de la sociedad, e interesante en ese aspecto. Siempre que rejuvenezcamos un poco el reparto, porque las dos últimas incorporaciones -Clara Janés y Manuel Gutiérrez Aragón- ya han cumplido los 70 años.
-Pero no los anteriores, ni Aurora Egido, ni Inés Fernández-Ordóñez, ni Pedro Álvarez de Miranda. Los dos últimos, es cierto, pero ha habido académicos que entraron muy jóvenes.
-El récord de Muñoz Molina sigue vigente, pero ya se remonta a 1996.
-En ese sentido no existe ninguna disposición tácita o expresa a favor de que en la Academia entren personas de una trayectoria muy consolidada.
-¿Ocurre que al entrar, quizá porque imponga mucho la solemnidad del lugar, se les amansa un poco la fiereza? Depende de las personas.
-No veo que le ocurra a un Javier Marías o a un Arturo Pérez-Reverte, un José Luis Sampedro, tan ligado a movimientos juveniles? Yo no generalizaría. Quizás el problema esté en la cierta pompa, no excesiva, que se vive en el acto de ingreso. La Academia se nutre del prestigio de sus miembros, que responden a ese lema: limpia, fija y da esplendor. Yo no soy de los que limpian ni dan esplendor, pero aquí estoy. Esos grandes nombres de letras probablemente den más a la institución de lo que ellos reciben.
-Tengo que preguntarle por la cuota femenina en la RAE. Siete mujeres de 46 integrantes no parece equilibrado.
-Sí, pero desde que entré, aunque estuviera previsto, el porcentaje de hombres y mujeres fue del 50%.
-¿No resulta más útil cualquier veinteañero creador de apps que un filólogo en ese nuevo rumbo hacia la digitalización?
-Unos y otros, independientemente de que los filólogos y los no filólogos han asimilado perfectamente las nuevas tecnologías. Ya contamos con lingüistas como Guillermo Rojo, especialista en informática desde los años setenta. Yo lo recuerdo trabajando con fichas perforadas, viene de allá. No hay que pensar que ésta es una alquimia exclusivamente accesible a los veinteañeros.
-Pero mueven el mundo con su nueva mentalidad.
-Por eso debemos abordar ahora el diccionario de los nativos digitales.
-¿Dónde gravita hoy la órbita del poder del español? ¿No se muestran en América recelosos por aumentar su influencia?
-Hay gobiernos que apuestan más por ese campo. El español, con un recorte de 60% en apoyo tanto a la RAE como al Cervantes, ¿no se muestra, como mínimo, rácano? Es un problema complejo. A veces detectamos por parte de los Estados poco interés en cumplir los acuerdos, aunque éstos se basan en la austeridad. Lo que dices es así. Pero institucionalmente las Academias están regidas por la española gracias a un acuerdo válido desde que se formó la institución, en 1951.
-¿Desde entonces nadie lo ha querido cambiar?
-De manera formal, no.
-¿Y en el ámbito conspirativo?
-Estoy aterrizando como presidente de la asociación de academias. Desde esa posición es desde la que tendré más información al respecto. Claro que cabe esa posibilidad, pero eso tendría que pasar por una transformación profunda de sus estatutos que requeriría prácticamente unanimidad. Y, por el momento, no creo que sea posible. Nuestra tarea presente en la asociación consiste en ejercer una política panhispánica. No todo es la demografía, no podemos dejarnos influir por el número de hablantes de los países más poblados o no. Nuestras decisiones se toman dentro de un amplio consenso, que por el momento no se ha roto. El resultado ha sido muy beneficioso. Yo creo que la unidad del idioma, que es en este momento altísima, se ha conseguido, en parte, gracias a esa labor de las Academias.
-¿Qué quería ser de niño?
-Creo que quería ser sencillamente niño, estaba tan imbuido en ello que no pensaba en nada más.
-¿Carpe diem?
-Viví con mucha intensidad mi infancia.
-¿Y con espacio para los libros?
-Sí, desde luego. Tuve la suerte de que mis padres eran grandes promotores de la lectura. Recuerdo como primeros regalos importantes, aparte de la bicicleta, el balón de baloncesto o la raqueta de tenis, libros como la suscripción a la colección Crisol, a los seis o siete años.
-¿Los conserva?
-Sí, los conservo. Los Crisol y los Crisolín, de la editorial Aguilar.
-¿Junto a cuántos ejemplares en su biblioteca?
-Unos 30.000, en varias bibliotecas...
-Eso es un sedimento para alguien especial, ¿cómo se ve usted a sí mismo?
-No como algo extraño. La conclusión que viene de unas premisas previamente asentadas: un niño lector, un estudiante de filología, un profesor de literatura y, ahora, un director de la RAE.
-¿Un director de la RAE que lo disfruta?
-Enormemente, de las sesiones, de las travesuras de los académicos.
O de las batallas campales. No diría campales. Mantenemos un juego elegante, pero lo vivimos con intensidad. Es emocionante ver cómo nos enzarzamos en discusiones.
-¿La última palabra que ha provocado más tensión?
-Selfie.
-¿Qué hacemos con ella?
-Creo que conviene esperar un poco porque se trata de una moda reciente. Hay palabras globo, que suben con fuerza y luego se desinflan. Aunque esta ya genera sus adminículos, como palo selfie.
-¿Y la que más consenso tiene?
-Tableta, aunque parezca algo un poco ridículo. Como comprenderá, en eso no nos hemos herniado.
EL PAIS