Dar y dar: hornos de pan humeante para alimentar el arte de la generosidad
Signada por la “resiliencia y la resistencia”, Bienalsur inaugura hoy en la Casa de Sarmiento y el Museo de Bellas Artes de San Juan un programa con el foco en la costumbre de compartir y encontrarse
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Si al principio un exgobernador temía que llenaran de migas la casa del prócer, los nubarrones por la instalación de un horno de pan en la casa natal de Domingo Faustino Sarmiento en San Juan a estas alturas prácticamente se disiparon. Hoy la Bienalsur llega con un programa “generoso” a la provincia cuyana, que pone en foco la costumbre de compartir y encontrarse.
Al recibir la foto de un horno en construcción en la Casa Natal de Sarmiento, sentí una sorpresa no grata al respecto.
— José Luis Gioja (@joseluisgioja) August 7, 2021
Inmediatamente, acudimos ante la Comisión Nacional de Monumentos y Lugares Históricos y nos confirmaron que no hubo autorización para esta intervención. pic.twitter.com/M0PqZu4ono
Dados gigantes, carpas para reuniones –con protocolos y cuidados– y cinco hornos humeantes son partes de esta puesta 2021 del evento global en la que participan alrededor de 400 artistas y se celebra en más de 50 ciudades del mundo. Esta tercera edición recibe el título de “bienal de la resiliencia y la resistencia”.
“Estamos haciendo el montaje a control remoto desde hace tres meses”, dice Florencia Battiti desde el Museo Provincial de Bellas Artes Franklin Rawson, coordinadora de la pata sanjuanina, que está integrada por diez artistas internacionales y tiene curadores belgas, pero ninguno pudo viajar. Monitorean la puesta a distancia, estilo pandemia.
La muestra pone otro tema en el foco, que no es el Covid, sino la generosidad, que atraviesa las piezas. “En el mundo en que vivimos hoy el dar es un gesto contracultural porque va en contra de la lógica que lo domina”, observa Battiti. Entre las piezas más relacionales está la del belga Gert Robijns, Reset Mobile, una especie de paracaídas o carpa que se despliega y transforma el espacio en un lugar de unión de personas. Y de las más impactantes es la del japonés Yutaka Sone, Double Six Tres Maria’s, por la que se arrojarán dos dados de 2x2 metros desde el techo del museo. En tiempos en que la planificación se volvió una quimera, Sone recuerda la dimensión azarosa de la vida. “Cuando se enteró de que el museo fue antes un casino estuvo encantado”, dice Battiti.
Integran la muestra Give and Give, que traducido sería Dar y Dar. Recuerda al hit de Fito Páez (”Dar es dar”), pero se inspira en la obra del japonés On Kawara, fallecido en 2014. “Él decía que si todos diéramos algo sin esperar nada a cambio, nadie necesitaría nada”, resume Battiti. Es autor de una larguísima serie de pinturas de fechas, Today, que es exhibida en aulas de jardines de infantes alrededor del mundo sin intermediación alguna. Fotos de esas intervención es llamadas Pure Consciousness se ven en el museo de San Juan. “Es difícil, pero estamos tratando de traer pinturas de Nueva York para hacer la experiencia en una escuela local de ponerlas en convivencia con chicos”, dice Battiti.
Sobre la experiencia de la gratuidad, cuando el dar es genuino y no espera nada a cambio, habla la pieza del argentino Leandro Katz, Un amor por 3 o 4 naranjas. El corto transcurre en la esquina porteña de Riobamba y Santa Fe, donde Pichirica Sánchez, alias “El Pichi”, aparecía todas las tardes para saludar vestido con trajes hechos por él mismo. Su performance era gratuita, y no permitía que le dejen dinero. Repartía alegría.
En cambio, una polémica se despertó días atrás en relación con la recreación de la famosa performance de Víctor Grippo Un horno para dos mesas, que se presenta en el Museo y Biblioteca Casa Natal de Domingo Faustino Sarmiento, una de las tres instalaciones del artista reconstruidas ahí con curaduría de Carlos Godoy. Un horno de pan está recién construido en el patio del histórico solar, cerca de los telares de doña Paula Albarracín y las pinturas de Procesa del Carmen Sarmiento, la menor de los 14 hermanos de Domingo Faustino.
“Sentí una sorpresa no grata al respecto”, tuiteó el diputado nacional y exgobernador José Luis Gioja, cuando vio la foto. Algo así sintieron los policías que en 1972 destruyeron la pieza original, que duró sólo unos días. Grippo construyó un horno en la plaza Roberto Arlt en Buenos Aires, junto al artista Jorge Gamarra y el trabajador rural A. Rossi, donde hornearon pan que después distribuyeron de forma gratuita a casi cinco mil personas.
Hoy el contexto es otro, y pronto las dudas de más de un tradicionalista fueron disipadas por Diana Wechsler, directora de la bienal junto con Aníbal Jozami, que aseguró que nada de lo que se está haciendo es permanente ni representa una acción irreversible en términos materiales. “Nos interesa trabajar de manera situada, atendiendo a las demandas de las comunidades, pensando con el patrimonio, no como un monumento cristalizado e inamovible sino como un dispositivo de memoria colectiva que activa sentidos diversos. La casa de Sarmiento tiene una cantidad de imaginarios que la habitan, desde la complejidad de prócer hasta la figura de su madre, más su cualidad doméstica y de ser la única casa que sobrevivió al terremoto de 1944. Nos interesa sacarla del relato escolar e interpelarla desde el presente. La recreación de la obra estético-política y comunitaria de Grippo de 1972 nos pareció significativa, además de la presencia de comunidades artesanas que fueron mapeadas en pandemia”, explica. “Esta es la primera vez, bajo la dirección de Valeria González, que pudimos acceder a la casa natal de Sarmiento y al espacio público de la ciudad para sede de Bienalsur”, señala.
La obra de Grippo, padre del conceptualismo argentino, tiene ecos muy actuales: propone pensar la alimentación en épocas de crisis y el rol de la humanidad frente a la naturaleza. Ya fue homenajeada varias veces con los hornos de barro comunitarios que suele hacer el artista Gabriel Chaile (ahora prepara uno que se activará en Lisboa). Puertas adentro de la casa se ven dos instalaciones icónicas servidas a la mesa: Naturalizar el hombre, humanizar la naturaleza (1977) y La comida del artista (1991). El homenaje se expande en cinco hornos dispuestos en distintas partes de San Juan, como parte de la activación del argentino-tailandés Rirkirt Tiravanija, donde artesanos panaderos hornearán pan y lo compartirán. Ya se sabe, desde hace 2000 años, lo revolucionario que puede ser ese gesto.
Participan también el colombiano Oscar Murillo, la polaca Aneta Bartos, la estadounidense Lydia Lunch y el angolano Nástio Mosquito. La curaduría es de Charlotte Crevits y Tommy Simoens. En el auditorio del museo tendrá lugar el Programa de video Bienalsur, con curaduría de Battiti y Violeta Böhmer y la participación de Rodrigo Etem (Argentina), Louise Botkay (Brasil), Vivian Castro (Chile), Felipe Lozano (Colombia), Víctor Arroyo (Canadá/México) y Erdem Colak (Turquía).
Con obras relacionales y situadas continuará el desembarco, que tiene mucho que aportar. Por ejemplo, llevar al museo la cultura material de las pequeñas comunidades andinas que viven de la cría de cabras. El artista Charly Herrera se prepara para un viaje a su encuentro, para compartir y conocer sus vivencias y recibir materiales para construir Ingrávido, la escultura que los hará visibles en el museo mayor de la ciudad. “Voy hacer una recolección de materiales como huesos, pieles, piedras y ramas, en mis visitas a esos poblados de La Majadita y daré una charla en la bienal contando esta primera etapa de investigación. Después, con eso haré una instalación aérea que colgará del techo del museo, en marzo próximo. La obra se irá modificando con los vínculos que establezca con la gente y el paisaje, y lo que encuentre en el camino. Es un descubrimiento”. De eso se trata: ir al encuentro, dar, mostrar, celebrar.