En busca de un equilibrio entre la información del mundo exterior y las necesidades de su mundo interior, compone, toca y vuelve a escuchar clásicos; cambiaron los planes, pero no la actitud
Antes de que se decretara el aislamiento social, preventivo y obligatorio, Dante Spinetta tenía armada su agenda como casi cualquier músico: ensayar, tocar en vivo una o dos veces por mes, ir al estudio a grabar su próximo disco. Cuarentena mediante, cambiaron los planes, pero no la actitud. Desde su casa, encontró nuevas formas de productividad, repensó sus nuevas composiciones y hacia a dónde redireccionar su carrera. Y lo más importante: no perdió la calma. "Hay que mantenerse frescos y tranquis", repite como mensaje para sí mismo, pero también para quien lo lea. La prioridad es, asegura, "la salud mental y reconectarse con eso que es importante para cada uno".
Así, el ex Illya Kuryaki And The Valderramas pasa sus días en familia, cocinando con sus hijos –Vida, de 14, y Brando, 17–, llevándole comida a su madre y tomándose tiempo para redescubrir esa música que lo hace feliz. Hace unos días, cuenta, puso un video de Prince en YouTube y dejó que el algoritmo hiciera lo suyo. Así pasó ocho horas escuchando al artista de Minneapolis, el mismo que le marcó la adolescencia y que su padre, Luis Alberto, admiraba también. "Es volver a escuchar a los maestros", dice. "Es música que me hace feliz y también de la que aprendo, porque tiran data increíble; la cuarentena me hizo ir otra vez por los clásicos".
Desde lo creativo, asegura que en el nuevo contexto le resulta difícil reencontrarse con la lapicera, pero que de a poco fue armándose de nuevas rutinas. "Hay que ponerse objetivos aunque uno no los vaya a cumplir del todo", cree Dante. "Yo tengo la guitarra en casa y armo música desde mi laptop, así que puedo hacer cosas todo el tiempo para después llevarlas al estudio. Cambié casi todo lo que tenía planeado para mi próximo disco porque las letras ya perdieron sentido después de esto". Con la antena bien prendida para estar atento a lo que pasa en la sociedad, parece haber encontrado un equilibrio entre la información del mundo exterior y las necesidades del mundo interior.
–¿Qué es lo que más rescatás de este contexto en el que tenés tanto tiempo con vos mismo?
–Me puso en perspectiva lo frágil que es la vida y lo importante que es el tiempo; el timer de la vida: cuando arranca el cronómetro hay que dar lo mejor. Es como que tuve un encuentro conmigo mismo, decir: "Yo puedo hacer algo mejor todavía, algo personal". No demos las cosas por sentadas, en el tiempo que tenemos, tratemos de dar lo mejor. La energía, lo que pasa en el mundo, el minuto a minuto... es una cantidad de información que es muy fuerte. Lo hablé con otros artistas y les pasó lo mismo, esto nos corrió de lugar. Los que estamos metidos en algo artístico somos antenitas de lo que está pasando, tenemos esa sensibilidad. Y este momento nos trajo nuevas sensaciones, algunas buenas y algunas malas. Hay que ver, descifrar... es algo global, toda la gente está conectando con cosas grossas. Estamos acostumbrados a vivir en fast food, en el que todo es un posteo. Y esto nos conectó, nos hizo bajar a todos un cambio. Es así la vida. ¿Y qué pasa si me cortan todo este boludeo?
–¿Sentís que la cuarentena cambió tu forma de escribir?
–Sí, totalmente, se vio afectada porque son situaciones muy fuertes; hay que reencontrar, más bien redireccionar, la energía de lo que voy a escribir. No quiero que mi álbum sea una fotografía de este momento, prefiero que muestre una realidad paralela, mejor. La música tiene la posibilidad de llevarte lejos de acá y eso es súper importante. El arte nos sacó a todos del encierro. Escuchando música, viendo películas, series, ahí es donde flasheamos y podemos despegar un poco. Y eso no quiere decir que hay que desconectarse de todo. Esta semana paré el lanzamiento de unas sesiones porque sentí que no era el momento, no iba a estar cómodo haciendo posteos en contextos tan difíciles, cuando ves videos de George Floyd, de la gente en el Chaco de la comunidad qom, es un delirio... Y ahora con ese fiscal que habla del "desahogo sexual" ¿qué es eso? Tiene que haber un cambio realmente muy grande.
–¿Encontraste un equilibrio en el modo de consumir las redes sociales y la información?
–Indudablemente estamos conectados todo el tiempo a través de ellas y en algunos casos las estamos usando para cosas grossas. El teléfono y las redes nos hacen sentir más acompañados. Te enganchás respondiendo cosas a tus seguidores porque encontrás que es un lugar de expresión. Ahora, estar todo el día hiperinformado de cómo va la tragedia, avanzando con el contador la cantidad de muertos, no me parece muy positivo porque es un stress para el alma. Es importante porque si no es una locura, hay que estar fuertes, estar en eje. Hay que hacer cosas piolas, que te gusten; mirar una película, documentales, aprender algo... Un montón de gente arrancó haciendo yoga y está buenísimo, ojalá a mí me saliera [se ríe].
–Ahí también hay algo que puede generar tensión: cargarse de cosas y no dejarse tiempo para uno mismo.
–Claro, es que no me parece que haya que ponerse ese casete de "hay que ser productivos, hay que ser productivos". Porque entonces uno ve esas cuentas en Instagram que están subiendo cosas todo el tiempo, que parecen un ejército, y se siente culpable de estar mirando una película y comiendo pochoclos. Es un momento diferente y le vamos a ir encontrando la onda día a día. Creo que es más piola parar y preguntarte qué te pasa, tomártelo de una manera más real y tratar de incorporar esto al nuevo contexto. Yo volví a cocinar mucho, que siempre me gustó. No lo estaba haciendo tanto y ahora obligadamente me toca todos los días; he mejorado mucho mis recetas. Comer casero siempre está bueno, tiene otra data. Los chicos me ayudan mucho en eso. Pedí delivery dos veces, nada más. El resto siempre hicimos nosotros, tratando de comer sano.
–¿Te sirvió también para estar más tiempo con tus hijos? ¿Pudieron encontrar cada uno su espacio?
–Es de alguna manera lo lindo. Brando, que vive en Mar del Plata porque juega en Aldosivi, está ahora conmigo y es lindo tener un par de meses mas acá a mi pibe. Obviamente requiere de que cada uno tenga sus espacios y sus momentos. Tenemos rutinas armadas. A la noche él juega a la Play y copa la tele, y está bien porque se conecta con sus amigos. Vida a la mañana tiene sus clases... Todos tenemos nuestros momentos, estamos tranquilos y agradecidos de tener techo y comida en la mesa, somos conscientes de mantener la tranquilidad, la humildad y el amor para que las cosas salgan bien. Para nosotros lo primero es la familia. Es así, corta, tipo los Benvenuto [risas].
–¿Tuviste momentos de introspección en este tiempo?
–Tuve, pero no es la primera vez. Yo soy un guachín grande, ya pasé muchas cosas en la vida, y nada, de todas fui aprendiendo. Ya tuve mis cuarentenas, mis muertes y resurrecciones emocionales, mis penas, mis glorias... Lloré amigos y festejé nacimientos. Vuelvo a poner eso en balance y mi conclusión es que tenés que estar conectado, con lo que es verdaderamente importante. Llamar a la familia, hablar con tus hermanos, con amigos, tener conversaciones para fortalecer eso. Ya vamos a volver a los conciertos en vivo, al estudio, a encontrarnos, pero lo más importante ahora es darnos cuenta del poder que tenemos para cambiar las cosas. Hay que estar positivos y frescos, con la cabeza tranca, relajarse y escucharse una buena música.
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