Daniel Canogar, un artista crítico en Buenos Aires: “Dejemos tranquilo a Van Gogh”
Experto en nuevas tecnologías, el creador español-estadounidense explicó durante su visita en la Argentina por qué está en contra de las muestras inmersivas centradas en maestros de la historia del arte
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“Dejemos tranquilo a Van Gogh”, pide Daniel Canogar a LA NACION desde la terraza de Fundación Andreani, en una mañana fría y soleada frente al puente transbordador de La Boca. Acostumbrado a realizar obras generativas con inteligencia artificial, que cambian sin repetirse a partir de datos que un algoritmo toma de Internet, el artista español-estadounidense se muestra crítico respecto de las muestras inmersivas dedicadas a artistas clave de la historia del arte. Como la dedicada al artista holandés que cosechó en Buenos Aires casi 300.000 visitantes.
“Sería interesante que dieran esas herramientas a artistas contemporáneos” sugiere Canogar, recién llegado a la Argentina para dictar un taller a 35 artistas de todo el país –incluidos diez becados de distintas provincias- y una clase magistral gratuita y abierta a todo público. Invitado por la Fundación Andreani y Fundación Bunge y Born, con la colaboración del Centro Cultural de España en Buenos Aires (Cceba), inicia así un ciclo destinado a potenciar la formación a nivel nacional en el cruce entre arte, ciencia y tecnología.
-¿Qué vas a enseñar en el taller?
-Voy a mostrar mi obra y mi proceso de trabajo, será muy práctico. Vamos a hacer unos ejercicios de trabajo rápido, y a analizar los resultados. También ahondar en temas que creo que son centrales para este momento que estamos viviendo. Lo digital está teniendo un efecto muy profundo en la sociedad, en la cultura, en nuestras identidades, en nuestra forma de trabajar. Es uno de los temas que están en el trasfondo de todos los cambios que están ocurriendo.
-Hablando de esos cambios… En 2019 proyectaste sobre la fachada del Prado una obra de arte generativa, creada con la colección de pintura del museo. ¿De qué manera considerás que los medios digitales están transformando nuestra experiencia de la historia del arte?
-Entre otras cosas, se está viendo más arte a través de Internet que en directo en los museos, en las galerías, etcétera. Eso cambia radicalmente la experiencia que tiene el público con la historia del arte y con el arte en general. Lo que ocurre es una experiencia mucho más descontextualizada, más inmaterial… Porque te pierdes las texturas del lienzo, de la pintura, de los marcos, incluso el espacio. Como artista me toca muy directamente, y quiero reflexionar sobre eso.
-Eso se aceleró con la pandemia, ¿no?
-Efectivamente. Yo hice el proyecto del Museo del Prado en diciembre 2019 sin saber que dos o tres meses después estaríamos todos encerrados en casa, viendo arte a través de Internet. Fue un poco premonitorio, ¿no? Lo que hice además para el Prado fue “diluir”: todas las pinturas de la colección del Prado eran “líquidas”, caían como derretidas sobre la fachada, un poco manifestando esa pérdida de lo físico, de lo matérico, donde de alguna forma se vuelve al estado primigenio de la pintura. Porque todo en pintura empezó con material mojado, húmedo, sobre la paleta, antes de aplicarse sobre el lienzo y secarse.
-También hiciste obras como la de Cánula Salamanca, en la que la materia prima de tu obra fueron videos de YouTube, convertidos en formas abstractas. ¿De qué manera participa el público en la creación de ese tipo de proyectos?
-El público introducía en un ordenador un término cualquiera. Esa palabra iba a YouTube y descargaba los primeros cincuenta videos que aparecían bajo esa búsqueda. En el fondo, tanto en el proyecto del Prado como el de Cánula, estoy hablando de archivos, de bibliotecas, de colecciones. Qué pasa con estas colecciones que dejan de tener un soporte matérico: deja de haber libros en la biblioteca, deja de haber películas en formato de DVD o VHS, y se sube todo a la nube. Qué pasa con estos archivos cuando dejan de tener un espacio y un lugar concreto, y tienen una expansión vírica infinita. Que además es una metáfora muy apropiada para el momento. ¿Quién puede procesar los 5000 millones de videos que hay en YouTube? ¿Quién puede diferenciar qué videos son importantes para conservar para el futuro y cuáles son la basura que habría que eliminar? Esos son temas que estoy investigando, a través de mis proyectos artísticos.
-Refik Anadol hizo un cuarto dedicado a Antoni Gaudí: con la biblioteca de Gaudí en Casa Batlló, creó una habitación inmersiva. ¿Vos también hacés ese tipo de trabajos?
-De alguna forma yo trabajo lo inmersivo desde el principio de mi carrera. Al principio lo hacía con proyecciones fotográficas, pero siempre me ha interesado esa idea de reventar el marco tradicional del arte, de la fotografía, del video, de la imagen en movimiento, y sumergir al público en estos espacios inmersivos. Esto ha sido un ingrediente muy central en mis proyectos desde hace más de treinta años.
-¿Pensás que es el futuro del arte? Porque es cada vez más masivo… Acá hay una exposición inmersiva de Van Gogh que atrajo mucho público.
-El problema que tengo con Van Gogh inmersivo es que prefiero que dejemos tranquilo a Van Gogh, que ya es una maravilla tal cual es. No hay que convertirlo en otra cosa. Sí sería interesante que dieran esas herramientas, de proyecciones y espacios inmersivos, a artistas contemporáneos que pudieran utilizar esos soportes, esos medios, esa experiencia de una forma más experimental. Yo soy un poco crítico con todas estas exposiciones de Van Gogh, de Frida Kahlo… Por favor, dejad a estos genios tranquilos. Ya la obra que hicieron es suficientemente maravillosa, no todo tiene que moverse y apabullar. Sin embargo, no descarto esas tecnologías para poder trabajarlas artísticamente.
-Este año en Basilea inauguraste Óculo, instalación que responde en tiempo real a datos vinculados con el cambio climático. ¿De qué otras maneras la tecnología puede ser usada para reflexionar sobre su impacto ecológico y sobre el ser humano?
-La tecnología, seamos realistas, es causante de muchos de los grandes problemas ecológicos del momento. Pero quizás también la tecnología pueda llegar a ser nuestra forma de solucionar el problema. Entre otras cosas, de poder medir y calibrar el impacto de nuestras acciones. Tanto en el sentido negativo, como un empeoramiento del medioambiente, como en el sentido positivo, como una mejoría. Necesitamos poder medir ese impacto que tenemos. Y tenemos las herramientas. En Internet, cualquier ciudadano puede ver cuál es el nivel de derretimiento de las capas polares, o la cantidad de incendios forestales activos que hay en el planeta en tiempo real. El mundo del Big Data nos ofrece una cantidad de medidores planetarios que nos da una ventana que antes no teníamos. Usémoslos. Yo como artista, no pretendo mostrar gráficos ni números. Todo eso ya está disponible. Lo que hago es utilizar esta data como herramienta de arte. Como un pintor usa pintura, yo uso data para hacer una reflexión a través del arte, sobre este gran tema central para nosotros.
-¿Trabajás con NFT?
-Sí, ya he hecho un NFT. Es una obra que se llama Shred, que en inglés significa triturar. Yo soy bastante crítico respecto de la estética de los NFT. En general es una estética muy kitsch, muy relacionada con videojuegos, grafismo informático, emojis… No tiene mucho que ver con el arte contemporáneo. Entonces yo hice una obra de arte que era una trituradora de NFT: en cuanto un NFT se ponía a la venta, yo “trituraba” la imagen que estaba disponible. Y con esos trozos triturados componía, como si fuera un textil, una especie de entramado dinámico. Es una obra generativa, algorítmica, que va destruyendo y creando. Finalmente, aunque es una crítica, decidí asociar un NFT a esta obra y se vendió muy rápidamente. La última se vendió por un valor seis veces mayor que el de la primera, a coleccionistas de criptoarte. Son dos tribus separadas: la de coleccionistas tradicionales también mira al mundo de los NFTs con mucha suspicacia, y la de los coleccionistas de criptoarte tiene más que ver con la inversión, con las criptomonedas… Yo soy crítico de ambas. Porque también el mundo de la especulación de las casas de subastas, la excesiva mercantilización del arte, son temas que me preocupan. Quizás en el mercado del arte, un ecosistema del cual soy parte, se habla demasiado de dinero y demasiado poco de las ideas que hay detrás de ese arte. Que al final es la chispa que nos mueve: las ideas y la curiosidad.
Para agendar:
El artista ofrecerá un recorrido por su obra en una clase magistral abierta al público, con acceso libre y gratuito, el jueves 2 de junio a las 16 en el Cceba (Paraná 1159).
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