Daniel Balderston: “No habrá muchos lectores tan hospitalarios, tan curiosos, como Borges”
Especialista en los manuscritos y papeles perdidos del gran escritor argentino, el autor de “El método Borges” destaca los procedimientos de escritura y se refiere a “el problema de los archivos”
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“Borges seguía corrigiendo sobre las versiones mecanografiadas y las versiones publicadas de sus textos -dice el investigador estadounidense Daniel Balderston a LA NACION-. Sus papeles demuestran que realmente practicó la idea que enuncia de que la literatura consiste en borradores, no en versiones finales”. Este miércoles, a las 18, en el marco de la primera edición del Festival Borges, Balderston -académico correspondiente de la Academia Argentina de Letras, director del Borges Center de la Universidad de Pittsburgh y de la revista Variaciones Borges (que lleva más de cincuenta números publicados)- se referirá a una de sus pasiones: los manuscritos borgeanos. Para participar de su conferencia hay que inscribirse en este enlace.
El autor de El precursor velado: R. L. Stevenson en la obra de Borges (reeditado por Eduvim en 2019), ¿Fuera de contexto? Referencialidad histórica y expresión de la realidad en Borges (Beatriz Viterbo, 1996) y Borges, realidades y simulacros (Biblos, 2000) anticipa que en pocos días llegará a las librerías argentinas El método Borges, traducción de How Borges Wrote, publicado en 2018, hecha por Ernesto Montequin y que llevará el sello de la editorial Ampersand. En ese libro, el experto en literatura latinoamericana nacido en Boston en 1952 (su familia se mudó a Berkeley un año después) expone sus hallazgos luego de años de trabajo minucioso sobre los manuscritos y papeles perdidos -y, hay que decirlo, recobrados en su mayoría por universidades y coleccionistas extranjeros- del autor de Ficciones.
“Es un estudio organizado por la materialidad de los papeles de trabajo de Borges, desde sus apuntes de lectura, sus tormentas de ideas, poco frecuentes, y la etapa más ardua de sus primeros borradores, donde pululan a veces incluso más de una docena de posibilidades, hasta segundos borradores y copias en limpio -cuenta Balderston acerca de El método Borges-. Sus textos incluyen muchas descripciones de manuscritos donde pululan las posibilidades; por ejemplo, en lo que dice Stephen Albert sobre los borradores de la novela de Ts’ui Pen en ‘El jardín de senderos que se bifurcan’”.
Para este investigador, la literatura de Borges hace un uso crucial y estratégico de las citas. “Como puntos de partida, pero a veces también de llegada; como comentarios a ideas o citas de otros; y como epígrafes, como bromas, y como títulos (aunque esto último, sorprendentemente, no es habitual: son pocos los títulos de Borges que descansan en citas) -se lee en las primeras páginas de El método Borges-. Sus manuscritos son una mina de fuentes secretas y muchas veces de citas o de traducciones ocultas”. En su trabajo, Balderston revela incluso una inesperada faceta “grafológica” del autor argentino: “Varios de los poemas del período ultraísta están escritos en una letra enmarañada que imita deliberadamente la tipografía de los títulos de los films en los afiches de cine expresionista alemán, pero las revisiones de esos poemas que hizo en 1923 y en 1942 (que incorporan las correcciones en los espacios en blanco de los manuscritos de 1920) están escritas con la letra habitual de Borges, neta y mucho más pequeña”.
-¿En qué sentido Borges fue el “lector supremo” de la literatura universal?
-Es notable la variedad de cosas que leía y el uso que hizo de esas lecturas. Era un lector con una curiosidad inmensa. Hace poco presenté una ponencia sobre “Cuentos del Turquestán”, un ensayo que publicó en La Prensa en 1926. Leyó un libro editado en alemán (en letra Fraktur) en 1923 por Gustav Jungbauer, un investigador de folklore de lo que es ahora la República Checa, que a su vez se basó en un libro publicado en ruso por un folklorista en Tashkent (actual Uzbequistan), Nikolai Petrovich Obliumov. En ese ensayo pone en diálogo sus ideas sobre Las mil y una noches, menciona por primera vez el pájaro mítico Simurg, comenta ideas sobre conflictos entre las leyes humanas y las naturales en Edward Carpenter y Ernst Mach, y reflexiona sobre las ideas del antropólogo Theodor-Wilhelm Danzel sobre el pensamiento mágico en la Mesoamérica antigua. Todo eso en una nota de periódico. Comenta: “Finalmente, después de esos conventilleos étnico-geográficos del destino, cayó un ejemplar a mi casa, fácilmente el único en la ciudad. Lo leí de un tirón, adjudicándole, sin duda, escenarios falsos: cosa que no me preocupa, porque es de cuentos fabulosos el libro, y cada versión es un nuevo mito”. Es un texto donde comienza a desarrollar las ideas que se asocian con un texto famoso, “El arte narrativo y la magia” de 1932. No habrá habido muchos lectores tan hospitalarios, tan curiosos, como Borges.
-¿Para los investigadores resulta muy ardua la tarea de trabajar con los archivos borgeanos?
-El problema de los “archivos” de Borges es que no hay un solo archivo. Hay papeles en colecciones particulares en distintos países del mundo, hay colecciones en diversas bibliotecas y fundaciones, pero es arduo juntar apuntes de lectura, primeros borradores, segundos borradores, copias en limpio y correcciones sobre versiones publicadas. Por eso la investigación para El método Borges fue larga. Tuve mucha suerte de poder acceder a papeles dispersos. Élida Lois me escribió una vez que yo era un buen sabueso literario. Hay algo de eso. Fue largo y divertido el proceso, y continúa.
-¿La literatura borgeana es una literatura de citas?
-En la literatura de Borges hay muchísimas citas explícitas pero también muchas secretas, como la interpolación de un poema de Kipling en “El hombre en el umbral”, que aparece sin comillas (pero en el manuscrito anota la página de una edición de la poesía de Kipling). Los manuscritos son muy importantes para la reconstrucción de la relación, muy cercana, entre sus lecturas y sus escritos.
-¿Podría contarnos sobre el proyecto internacional acerca de los cuadernos borgeanos que tienen que ver con las clases y conferencias que dio de 1949 a 1955?
-Hay cuadernos de apuntes de Borges para sus clases entre 1949 y 1955. Muchos se encuentran ahora en bibliotecas de Estados Unidos: Virginia, Texas, Michigan State, Pittsburgh. A partir del proyecto de la profesora Mariela Blanco, de la Universidad Nacional de Mar del Plata e investigadora del Conicet, sobre las posibilidades de recuperar el habla de Borges en las clases de Borges en el Colegio Libre de Estudios Superiores y otros lugares en los años anteriores a la ceguera, donde el equipo de Mariela pudo encontrar noticias de las clases de Borges en distintos medios, hemos reunido un equipo internacional de unas veinte personas para estudiar los apuntes que se encuentran en dichos cuadernos, que van desde una conferencia sobre los místicos del Islam, las literaturas anglosajona e islandesa, filósofos ingleses desde el medioevo a Bertrand Russell, clases sobre Voltaire y Blake, sobre poetas y novelistas norteamericanos e ingleses. Habrá una primera recopilación de estudios de esos materiales en la revista Variaciones Borges (número 52), en octubre de este año. Pero ese proyecto va para largo por la complejidad de los materiales.
-¿Qué opina sobre el hecho de que el Estado argentino no haya intentado reunir los manuscritos del escritor más importante del país? ¿Sería posible o es una tarea imposible?
-Como no soy argentino prefiero no opinar sobre el hecho de que el Estado argentino no haya comprado colecciones de manuscritos de Borges. Algunas han estado a la venta.
-¿Sobre qué será su charla de mañana en el Festival Borges?
-Hablaré de dos manuscritos del poema “Páginas para recordar al coronel Suárez, vencedor en Junín”, sobre su bisabuelo Manuel Isidoro Suárez. El poema se publicó en Sur en enero/febrero de 1954 pero lleva una fecha de 1953. Es un poema explícitamente político, a la vez que demuestra una investigación histórica considerable de una variedad de fuentes uruguayas y argentinas sobre la historia del bisabuelo y de su participación en la penúltima batalla de la independencia hispanoamericana, en Junín (Perú) el 6 de agosto de 1824, la misma fecha que aparece en el cuento “Tema del traidor y del héroe”.
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