Dani Levinas: “Coleccionar es un vicio: si vas a empezar no vas a poder parar”
En el libro “Los guardianes del arte”, magnates, princesas y filántropos de todo el mundo abren sus colecciones de arte a los ojos del mecenas y agitador cultural argentino
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Cuando el argentino Daniel Levinas (Buenos Aires, 1948) dejó la cúpula de la junta directiva del primer museo dedicado al arte moderno en Estados Unidos -actualmente es su presidente emérito-, el comunicado que emitió la Phillips Collection aseguraba que su gestión había preparado el escenario para los próximos cien años de la institución, un cumplido inusual para el cambiante mundo del arte. Lúcido, conocedor, amable y a veces también irreverente, acaba de publicar Los guardianes del arte, Conversaciones con grandes coleccionistas, una edición bilingüe (español y en inglés), en el sello La Fábrica, con entrevistas a 34 grandes figuras del coleccionismo contemporáneo en todo el mundo.
El libro, que se presentó en Madrid en la reciente Feria Arco, está disponible desde ayer en librerías de España y en tiendas virtuales, y llegará a los Estados Unidos, Argentina y el resto de Latinoamérica en junio, aunque el autor visitará Buenos Aires recién en agosto. Agitador cultural, Dani Levinas -hermano del periodista Gabriel Levinas y el arquitecto Salomón Levinas, también conocidos en el ambiente- partió para este trabajo de una selección de la serie Encuentro con los grandes mecenas, que publicó en el diario El País.
Así en Los guardianes del arte se convierte, entonces, en un coleccionista de coleccionistas, se sale de todos los clichés y le huye al morbo que puede provocar entrar en las casas, la vida y los bolsillos de estos hombres y mujeres con mucho dinero y buen gusto. Entra sí, pero lo hace con naturalidad. No importa a quién entreviste ni en qué país del mundo lo haga. Ya sea que esté con el mítico J. Tomilson Hill, el magnate norteamericano que inspiró el personaje de Gordon Gekko del film Wall Street, en cuyo departamento de Nueva York coinciden Rubens, Rembrandt y Caravaggio con el argentino Lucio Fontana; o la princesa qatarí Sheikha Al-Mayassa, una de las 100 mujeres más poderosas del planeta, al frente de los Museos de Qatar; Thomas Kaplan, dueño de la mayor colección privada de maestros holandeses; el francés Alain Dominique Perrin, creador de la Fundación Cartier; la galerista y coleccionista española Helga de Alvear; los coleccionistas de arte afroamericano Eddie y Sylvia Brown; y, entre los latinoamericanos, la cubana Rosa de la Cruz, el salvadoreño Ernesto Poma y el colombiano José Darío Gutiérrez, entre otros.
Es un libro de entrevistas, sí, pero también un compendio de frases de antología, como esa que le dijo el empresario multimillonario Mitchell Rales: “Como en todos los mercados desregularizados, en el mundo del arte hay muchas posibilidades de que te engañen”.
-Toda selección lleva a omisiones. ¿Cómo decidió a quién entrevistar en Los guardianes del arte? ¿Alguien se enojó por estar ausente, por ejemplo?
-El criterio lo definió la variedad de colecciones y que se mostraran al público. Hice entrevistas que no se publicaron, ni en el diario ni en el libro, porque después me di cuenta de que no aportaban nada nuevo o eran aburridas. Difícil no me resultó ninguna. Antes de las entrevistas conocía a algunos muy bien, ya éramos amigos. Otros me fueron presentados a su vez por coleccionistas, por galerías o expertos en arte que me insistían: “tienes que conocer tal colección”. Muy pocos me dijeron que no. Quizás porque no voy como periodista, no voy como crítico de arte. Voy como colega.
-Llama la atención que, siendo usted argentino, no aparezca ningún coleccionista de este país entre los entrevistados.
-Se dio así. No fue algo deliberado. Hay coleccionistas argentinos importantes que están en mi lista y los voy a entrevistar.
-¿En un segundo libro?
-Casi seguro.
-Hay un atractivo extra en el título: cuando se habla de los “guardianes del arte”, la primera reacción es pensar en los cuidadores de los museos.
-Estos son otros tipos de guardianes. Digamos que mis entrevistados son guardianes temporarios, grandes mecenas a los que no les interesa tener sólo la colección para verla ellos mismos sino que quieren que la mayor cantidad de gente la conozca. Que es también lo que un artista quiere que ocurra con su obra. La mayoría afirman que hoy están cuidando de las obras con la intención y la posibilidad de que en un futuro vayan a un museo, propio o de otros, en forma de donaciones, exhibiciones o de otras maneras.
-”En lo que realmente nos apoyamos es en lo que nos entusiasma”, dicen casi todos.
-Hay que sacar ese tabú, sobre todo que tiene la gente joven, que los coleccionistas lo hacen para lavar dinero o no pagar impuestos. Por supuesto que hay excepciones. La singularidad que tienen los entrevistados del libro es la pasión. Algunos tienen mucho dinero y buscan lo mejor y es una satisfacción para ellos que beneficia a los artistas. La mayoría está realmente interesada en ayudar a la promoción del arte y lo demuestran.
-También hay otro mito, que compran pinturas robadas.
-Puede que existan. Yo no conozco a ninguno.
-“Lo que sucede hoy en el mundo con este asunto de los récords en las subastas y los éxitos resonantes terminará por matar a los artistas”, le dijo el matrimonio de coleccionista Aaron y Bárbara Levine. ¿Usted que piensa?
-Lo de los éxitos resonantes… No recuerdo en mi vida una explosión de artistas jóvenes como la que está ocurriendo en los últimos diez o quince años. Hay muchos que han tenido una gran difusión y mucha prensa, y la cotización en el mercado ha llegado a precios insospechados. Hay que ver qué pasa, algunos son como cohetes que suben y después no tienen más energía para seguir subiendo, y caen. Para comprar obras de algunos de ellos, hay lista de espera entre uno y dos años.
-¿Está interesado en el tema de las restituciones?
-Es un tema actual. Se habla, no todo lo necesario, sobre la restitución de obras sacadas o robadas por los imperios durante sus conquistas en Egipto, Grecia, las apropiaciones de obras de arte por parte de los nazis, durante la Segunda Guerra Mundial pero, por ejemplo, del arte precolombino en América, poco y nada. Es un tema que siempre me interesó. Hay mucho arte precolombino en muchas colecciones privadas y el origen de como lo adquirieron es un signo de interrogación muy grande. Y hay muchas falsificaciones también. Hoy en día las posibilidades tecnológicas para hacer imitaciones de objetos precolombinos son extraordinarias.
-¿Coleccionar es un vicio?
-Creo que sí. Es fácil empezar y difícil terminar. Es complicado. Siempre le digo a los coleccionistas nuevos: lo primero que tienes que saber es que si vas a empezar no vas a poder parar.
-¿Se puede educar el gusto por el arte contemporáneo?
-El arte contemporáneo requiere: leer, escuchar, informarse. No es como el arte del pasado, que comprabas una obra porque era bella, porque era colorida, porque representaba algo que te gustaba o te hacía recordar algo y eso se veía directamente. El arte contemporáneo es más mental. Hay que investigar las razones, por qué el artista lo hizo. Y no es sólo por una cuestión política, social, de género o protesta. Es más que eso. Es una cuestión de sentimiento, de expresar lo que uno siente de una manera diferente que no es en un hermoso dibujo. Y esto abarca películas, fotografías, instalaciones….
-Se dice que usted es uno de los que más sabe sobre arte, el mercado del arte y las tendencias. ¿Lo asusta esa definición?
-No me asusta porque no es verdad.