Cuore o la educación sentimental
Durante décadas, el libro Corazón, del italiano Edmundo De Amicis (1846-1908), inició en la lectura a varias generaciones de niños y de jóvenes de todo el mundo, que vertieron lágrimas sin fin por aquellos conmovedores y edificantes relatos
Podían ser dos, acaso tres; rara vez faltaba un ejemplar de Corazón, de Edmundo De Amicis, en las bibliotecas domésticas de los argentinos. En mi caso, uno de los ejemplares era vetusto y estaba escrito en italiano (habrá llegado en la maleta de mi bisabuelo lombardo). De los traducidos, recuerdo uno publicado por Peuser, con ilustraciones grandilocuentes, y otro de la Colección Ecléctica, premio escolar recibido en 1946 por un allegado mío, que decidí hacer restaurar, en este país donde "es tan largo el olvido".
Corazón , que a los dos meses de su publicación ya había sido reeditado 41 veces y para 1896 había sido traducido a 40 lenguas, se presenta como el diario de Enrico Bottini, un alumno de unos once años que narra las peripecias de un año escolar en una escuela municipal de Turín. Esa escuela es una metáfora de la nueva Italia, que en medio de la pobreza, la guerra, los dialectos y su condición de nación nueva, sufrida y frágil que aún no se permite el lujo del antibelicismo, puede dar los primeros pasos hacia la integración nacional. Tal vez demuestre De Amicis que los tres grandes demócratas y niveladores son la muerte, el talento natural y la buena escuela pública y gratuita o al menos ésa fue la experiencia argentina durante décadas. No es casual pues que De Amicis recurra a esta mezcla de alumnos sardos, napolitanos, lombardos, piamonteses y que el maestro presente a un nuevo alumno advirtiendo a la clase: "Este niño es calabrés y tan italiano como cualquiera de vosotros".
Al diario del joven Bottini se unen, mes tras mes, en la hábil estructura ideada por De Amicis, cuentos mensuales que nos recuerdan el "Libro de los hechos heroicos" del Tesoro de la juventud , protagonizados por niños que por patriotismo o amor familiar llegan a dar sus vidas. Lo importante es que los héroes han nacido en todas las regiones de Italia: puede ser un genovés, como el protagonista del maravilloso "De los Apeninos a los Andes", o un nativo de Cerdeña, como en "El tamborcillo sardo", o un florentino, como el pequeño escribiente que sacrifica su descanso para reemplazar a su padre. Al distribuirse el heroísmo entre nativos de las doce regiones italianas, se equipara, aunque sólo sea moralmente, el poder piamontés con la ignorancia y la pobreza meridionales.
Italia tenía heridas curadas o envejecidas, pero hacia 1886, fecha de la aparición de Corazón , Carlos Alberto de Saboya, Cavour, Garibaldi, Víctor Manuel II, primer rey de Italia desde 1861, Mazzini y Humberto I, rey por entonces, eran los héroes nacionales. En Corazón , Humberto asiste en Turín a un desfile militar en que el padre de uno de los alumnos, Coretti, vendedor de leña, logra mostrarle a su rey, que lo observa emocionado, las medallas ganadas en el campo de batalla que el entonces príncipe, compartió con valor.
En el libro de De Amicis, los personajes ya invadidos por la piedra y el mármol de la historia proponen a cada niño un ejemplo: Carlos Alberto de Saboya cargará con la derrota de Novara en manos de los austríacos y su abdicación en su hijo Víctor Manuel II, como si ése hubiese sido su único gesto, no sólo el final de una larga lucha; el conde de Cavour, con su sabiduría política y su muerte inoportuna; Garibaldi aparece encabalgado entre la historia y la leyenda; Mazzini ejerce su control moral sobre tantas opiniones e intereses opuestos aun entre los mismos patriotas, ejemplo de coraje espiritual.
En esa escuela turinesa, un mundo en el que alternan ricos y pobres, ignorantes y letrados, tal vez resulte difícil de creer que el elegante padre de Enrico, ingeniero piamontés ubicado en algún cómodo recodo de la burguesía como el propio De Amicis, incite a su hijo a invitar a su casa a sus compañeros más humildes o que mantenga amables conversaciones en la puerta de la escuela con padres rústicos y pobrísimos. El humanismo de De Amicis es sentimental y reducido a la experiencia y responsabilidad individuales y no una lucha por cambios radicales, que no deseaba o al menos no le urgían, aunque se haya afiliado tardíamente al Partido Socialista.
La madre de Enrico recorre en Turín asilos e institutos para sordomudos que asombran por su eficiencia y en presencia de su hijo, en permanente exaltación del ejemplo, hace el bien a conciencia. Los Bottini escriben cartas al hijo con el que conviven; le aconsejan ser bueno, conciliador, estudioso y si las circunstancias se dan, buen soldado, eventualmente, un héroe; en el peor de los casos, un muerto por la patria. Son padres con poder, eximios manejadores de la culpa y la vergüenza, que realzan sus esfuerzos y sacrificios para mantener a la familia. Usan su futura muerte como un arma y una falta leve puede, según parece, destrozar el corazón de la madre y hundir al padre en profunda decepción.
Saben además que las diferencias de clase existen y se manifestarán con el tiempo; también el humilde padre de Coretti adivina que la amistad de estos niños no sobrevivirá a la lucha por la vida y a los años adultos. Sin embargo, un abismo lleno de promesas separa a los alumnos más pobres de sus padres, obreros o campesinos analfabetos: sus hijos partirán de otra condición y otras posibilidades, dependen de las chances que sepan crearse y aprovechar, de la suerte y de su talento personal.
De Amicis fue sucesiva y a veces simultáneamente acusado de lacrimógeno y de llevar su "verismo" y su admiración por Emile Zola a excesos brutales y embarazosos. Umberto Eco, ilustre piamontés, dice, en Apocalípticos e integrados , que en la página en que Franti, el necesario perverso de la clase, ríe ante la humillación pública de su madre, hay elementos de kitsch, pese a que en Italia se la siga considerando prosa modelo para los estudiantes. Francesco Flora, en su Historia de la literatura italiana, afirma en cambio: " Corazón nos parece hoy una de las más felices novelas del siglo XIX. Nuestra gratitud a De Amicis no es sólo una indirecta nostalgia de nuestros primeros años, sino el reconocimiento de una obra viva y fragante".
Conversando con mis contemporáneos sobre Corazón comprobé que más allá de los cambios en las modas y en las formas de expresión de los sentimientos, todos recuerdan a los protagonistas de los cuentos mensuales: al pequeño vigía lombardo, al escribiente florentino, al tamborcillo, al enfermerito napolitano que atiende al padre equivocado, pero que descubierto el error, pide a su padre, ya sano, no abandonar a ese solitario agonizante deformado por la enfermedad que se ha acostumbrado a sus cuidados. Y más allá de las anécdotas recuerdan que nadie veía con extrañeza que un niño llorara leyendo, ni se suponía que hubiese algo ridículo en ello; por el contrario, padres y maestros daban a ciertos escritores -y en esto, De Amicis fue un maestro- el poder de educar la sensibilidad. En el momento en que un lector de 10 años comienza a admirar al maestro Perboni por su sentido de la justicia y su adusta ternura, o a Garrone, el alumno noble, defensor de los vulnerables, demasiado fuerte para permitirse golpear, sólo abrumado por la muerte de su madre, su carácter moral se elevará buscando un modelo superior de hijo, de alumno, en resumen, de hombre.
De Amicis en la Argentina
Por iniciativa de Lucio V. López, Edmundo De Amicis fue invitado a Buenos Aires. Partió en 1884 de Génova en la nave “Nord America”, con el propósito de visitar Montevideo y luego pasar a Buenos Aires, para dar conferencias en ambas ciudades sobre Víctor Manuel II, Mazzini, el conde de Cavour y Garibaldi.
El primero de abril habló en el Club Industrial, con la presencia de Carlos Pellegrini, Roque Sáenz Peña, Aristóbulo del Valle y Paul Groussac, entre otros notables.
Bartolomé Mitre y Vedia lo había recibido en el puerto. Dio otra conferencia sobre Giuseppe Mazzini en el primitivo Teatro Colón, rodeado por el general Roca, Victorica y Eduardo Wilde. El éxito fue estruendoso, intentó y logró no leer y resultó un orador nato: entretenido, profundo, comunicativo. El diario El Nacional resumía “el efecto De Amicis” diciendo: “El gringo ha estado espléndido”.
Comenzó una gira por las provincias que incluyó las ciudades de Rosario, Santa Fe, Córdoba y Tucumán. Tal vez ese viaje haya inspirado “De los Apeninos a los Andes”. Reunió y organizó abundante material sobre nuestro país, en especial sobre las colonias italianas de la provincia de Santa Fe, pero el temor de que se supusiera que esas notas habían sido pagadas, como había ocurrido en otros casos de visitantes interesados, lo hizo, equivocadamente, renunciar a publicarlas. En Buenos Aires hizo una cuidadosa recorrida de la Boca, reducto de genoveses.
El 8 de junio de 1884 sus amigos organizaron en el hotel La Paz un banquete de despedida. De Amicis se sentó entre Wilde y Torcuato de Alvear.
Corazón y el cine argentino
Corazón fue filmada de 1946 a 1947 en Estudios Lumiton, con exteriores en Mendoza. Fue estrenada en el cine Opera. Conducía la producción Alberto de Zavalía para Productores y Artistas de América y Film Andes. La adaptación y el guión, premiados por la Academia de Artes Cinematográficas, y la dirección estuvieron a cargo de Carlos Borcosque, la escenografía fue de Saulo Benavente y se desempeñó, como notable asistente de dirección, Alicia Míguez Saavedra. Actuaron Narciso Ibáñez Menta, Juan Carlos Barbieri, Juan Manuel Fontanals, Tito Alonso, Diana Ingro y Marcos Zucker, entre otros. La película fue tan exitosa que permitió a Borcosque la construcción en Mendoza de los estudios de Film Andes y puso nuevamente a la moda el libro Corazón. Por cierto que las versiones cinematográficas del diario de Enrico y de los cuentos mensuales son muy numerosas y se destaca la realizada para televisión por Luigi Comencini. En coproducción ítaloargentina, se filmó De los Apeninos a los Andes, con Eleonora Rossi Drago (1959), que no tuvo el éxito comercial de Corazón.