Cuentos y novelas: la provincia de Buenos Aires como escenario e inspiración
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Historia de amor en la Mar del Plata de principios de siglo
por Daniel Gigena
En el marco de una conversación entre dos mujeres jóvenes y un galán, en el verano de 1914 y en la costa de la floreciente ciudad de Mar del Plata, se menciona el germen de la trama que ocupará esta novela histórico-romántica de Gloria V. Casañas. En parte, se la puede leer como el desarrollo de un axioma expresado por una de las jóvenes: "Que todo amor nacido a la orilla del mar tendrá que sufrir mucho para llegar a buen puerto". A continuación, la historia se remonta tres décadas atrás, a los años 1880, y comienza en un fortín en Trenque Lauquen. La canción del mar (Plaza & Janés) está protagonizada por Manuel Iriarte, un soldado que no puede regresar a la ciudad de Buenos Aires porque ha asesinado a un hombre, y Violeta Garmendia, una joven de avanzada, que sueña con ser periodista y tiene veleidades artísticas mientras reside en Venecia. Ambos se conocen desde la infancia y no se han olvidado. Luego de varios contratiempos y obstáculos, volverán a encontrarse en la recién nacida ciudad balnearia.
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"Afuera, pequeñas luces se encienden sobre las lomas de Mar del Plata, como estrellas caídas del firmamento. Poco a poco, la noche irá cubriendo el azul purísimo, para confundirse con la negrura del mar. Y será el momento de acudir a los bailes del Bristol, o de visitar alguno de los majestuosos chalets que salpican la loma con sus ventanas ojivales, sus torrecillas, sus escalinatas de piedra y su maderaje". Además de las vicisitudes que padece la pareja protagónica, y sus amigos y enemigos, la reconstrucción histórica de la novela cede lugar a personajes históricos, como el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Dardo Rocha, Patricio Peralta Ramos, fundador de "La Feliz", y el entonces vicepresidente de la Nación Carlos Pellegrini. "No hay caso, Mar del Plata es de lo más civilizado que tenemos –afirma el político que asumió la presidencia luego de la renuncia de Miguel Juárez Celman–. Si hay un defecto en esta sociedad, es el de ser demasiado honesta, por eso cunde a veces la chismografía". El libro tiene ilustraciones de Nicolás Prior.
Una antología en dos tomos para el viajero de corta distancia
por Constanza Bertolini
Cuando en 2017 salió el primer volumen de Diez lugares contados, no estaba previsto que al final de la gestión de Cultura del gobierno de Buenos Aires esos relatos se multiplicaran por dos. El amplio mapa de la provincia quedó, así, mejor atravesado por cuentos de reconocidos escritores contemporáneos, oriundos o muy afines a esos paisajes de río y sierras, mares y campos de la geografía bonaerense. Porque, por ejemplo, Gabriela Cabezón Cámara no nació en el Delta, pero cualquiera que lea su cuento La isla puede advertir cuánto conoce esos riachos y pasadizos que conducen a puentes maltrechos, como anticipa la introducción del tomo uno. En esa escudería están, entre otros, Florencia Canale (Mar del Sud), Federico Jeanmaire (Baradero), Guillermo Martínez (Bahía Blanca) y Bibiana Ricciardi (General Villegas), quien además se ocupó de la selección de los relatos y el prólogo de la edición.
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Dos años más tarde continuó la saga publicada por Planeta, que todavía puede descargarse sin cargo de www.letrasabiertas.gba.gob.ar, con el título de Diez lugares contados II. En esta segunda expedición para viajeros de corta distancia Marcelo Birmajer va hasta Carlos Casares, "cuna de gauchos judíos", y Fabián Casas llega a comer un asado perfecto con un amigo poeta (con su poesía y la de otros se encuentra también el lector) en "Una visita a Duggan", uno de esos pueblos bonaerenses que cambió por completo cuando dejó de detenerse el tren en su estación. Sylvia Iparraguirre aguarda un día de abril en Los Toldos y, bastante más cerca de la ciudad, Jorge Fernández Díaz sitúa en Beccar "Los tres propósitos". Hay muchos más autores: Cecilia Szperling hace teatro en Villa Ocampo, Ana Wajszczuk mira por la ventanilla de un Dodge Polara mientras escucha "Castillos en el aire" o Víctor Heredia o los Beatles...
Al fin y al cabo, el viaje –los viajes: dos o veinte, más todos los que uno imagina, recuerda o se inventa a partir de ellos– revela la versatilidad ya no del terreno ni de la historia de Buenos Aires, sino de sus imaginarios posibles.
Thriller a la argentina, junto a los bosques y playas de Pinamar
por Daniel Gigena
Ambientado en una Pinamar semidesierta antes del inicio del verano, este policial tiene como protagonista a un viejo conocido por los lectores de las novelas de Alicia Plante.
Se trata del juez Leo Resnik (personaje inspirado en un juez y escritor amigo de la autora), que ha seguido el consejo de quienes lo quieren y pasa unos días en la costa para recuperarse de un accidente traumático.
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En la ciudad balnearia va conociendo a un elenco variopinto que, luego del misterioso asesinato del prohombre local, interpretará diferentes papeles. Una red policial corrupta (salvo el sargento Battaglia, "persistente como mosca de letrina"), un anciano bien informado, chicos de reformatorio, una ex impredecible y encantadora y el administrador de los bienes de Ramón Bastos, agente inmobiliario poco apreciado por los pinamarenses, son algunos de ellos.
"Con un brevísimo destello de algo parecido a la angustia, Leo sintió que Victoria tampoco lamentaba su muerte. Y no era por Bastos aquel fulgor que se apagó enseguida –él no sentía nada por el hombre–, sino por la indiferencia misma, por una vida que alguien había vivido, aparentemente sin dejar ninguna huella grata".
Pese al perfil de la víctima, y en especial cuando la acusación recae en alguien que él considera inocente, Resnik se dedica a lo suyo: "Mientras, él estaba en camino, este era su oficio, su mundo, su objetivo: en la medida de lo posible averiguaría lo que había ocurrido realmente para que se hiciera justicia".
Antes de la publicación de Fuera de temporada (Adriana Hidalgo), la autora visitó Pinamar en dos ocasiones.
"Un lugar hermoso, que va cubriendo heridas mal cerradas, de afuera para adentro –dice Plante–. Los hechos del libro ocurren en octubre, sin turistas todavía, la ciudad sin tapujos, el fantasma de Alfredo Yabrán asomando detrás de los árboles varios años más tarde, la misma policía corrupta, la misma gente, tejiendo una trama viva y activa, y un juez exiliado que no evita involucrarse cuando asesinan al mafioso local".
Un thriller bien a la argentina para leer en vacaciones.
La Feliz, escenario de intrigas, recuerdos y humor
por Diana Fernández Irusta
"Estuve unos años afuera, viviendo en Barcelona, y cuando regresé para el verano del 92 fui a Mar del Plata como quien se vacuna con una sobredosis de la Argentina", explica Juan Sasturain en el prólogo de Dudoso Noriega (Sudamericana). Y hay dos términos –Mar del Plata y "sobredosis de la Argentina"– que pueden leerse como detonantes del relato, pero también como claves para su lectura.
En los universos transitados por Sasturain, se sabe, conviven en feliz chisporroteo las letras con la historieta, la novela con el policial. El autor, junto con el dibujante Alberto Breccia, de esa maravilla oscura que es Perramus, se mueve cómodo en el diálogo entre aquello que alguna vez se pensó como alta y baja cultura; presta oídos atentos a las voces, tonos y colores de lo popular.
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Es entre estos vectores que transcurre Dudoso Noriega, novela anclada en una Mar del Plata que el autor conoció en el tiempo en que todo se percibe con mayor intensidad –vivió allí entre los 10 y los 15 años–, y que en el libro aparece en la apoteosis de su ser "feliz": cuando la ciudad mutaba a balneario masivo, entre las décadas de 1950 y 1970.
Salvador Noriega, eje del relato, es un bañero, no un "guardavidas", que hace de su oficio una puntillosa pasión, y se gana la vida como acomodador de cine en el invierno.
Habrá una misteriosa desaparición e ingresarán los tonos del policial de la mano del inspector Echenique, personaje conocido para quien haya leído otras novelas de Sasturain (Manual de perdedores, Arena en los zapatos). Estarán también los claroscuros de la historia amorosa, los atisbos de la política, la profusión de personajes atiborrados de calle y de mar, de sabiduría rea y citas cinéfilas. Estará el humor: en el relato, en las ilustraciones de Diego Parés y en unos apéndices donde habrá lugar para una "defensa del aguaviva", disquisiciones sobre las olas o el uso (y abuso) de las patas de rana, y hasta un texto de un tal Emilio Renzi. Y la advertencia, hecha desde el vamos: "En este relato verdadero todo es puntualmente –y por necesidad narrativa– absoluta mentira".
La felicidad de tres escritores un verano en Villa Ramallo
por Daniel Gigena
El día feliz de Charlie Feiling es una hermosa novela corta protagonizada por tres amigos, los tres jóvenes y escritores. La trama del libro se basa en un viaje que los autores –Daniel Guebel y Sergio Bizzio– hicieron junto a Charlie Feiling a Villa Ramallo un domingo de verano con el objetivo de conocer los pagos de Bizzio. En la Argentina, Carlos Menem acababa de asumir como presidente de la Nación.
"Fue el día más feliz de mi vida", les dijo Feiling a Guebel y Bizzio al final de aquella jornada.
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La novela está narrada en tercera persona. Los autores, que reconstruyen vivencias y diálogos, corrigen sus propios recuerdos y evocan la memoria del amigo muerto (Feiling falleció en 1997), son además personajes.
No faltan en la historia el viaje en un Volvo verde por la ruta, con una editora al volante; la visita a la casa familiar de Bizzio; un banquete carnívoro sobre mantel de hule, y la tarde entera en un arroyito ("el arroyo era el único refresco de los pobres y por lo tanto, una obra colosal, un don magnífico con el que la naturaleza compensaba cada verano las siempre desfavorables coyunturas económicas del pueblo").
Hay chapuzón en las aguas que dan al Paraná de las Palmas y debates cómico-filosóficos sobre materias diversas, del judaísmo a la "vida ordinaria" de los escritores.
"Es una novela melancólica y dichosa", la definió Guebel.
"Pensaba en la imposibilidad de un retrato literario, en lo irreal de proponerse una semblanza –dice el personaje de Feiling en la novela–. El fracaso de ese propósito también es una forma de la muerte. Hay otra cosa, que es el olvido. Y una última, para un escritor: saber que, cuando muera, cada una de sus frases va a ser suprimida, saber que cuando ustedes escriban esta historia, toda palabra que me atribuyan no la habré escrito yo".
En un acto de justicia geográfico-literaria, la novela fue publicada en 2006 por el sello rosarino Beatriz Viterbo: Rosario está más cerca de Ramallo que la ciudad de Buenos Aires.
Una visita irreverente a la última noche de un escritor en el Delta
por Fernando García
En su libro 106, parte de un yacimiento de novelas, ensayos y nouvelles inagotable, César Aira ha reescrito el último día en la vida de Leopoldo Lugones, el polifacético escritor argentino que fue tan modernista como nacionalista y cuya vida terminó el 18 de febrero de 1938 en el recreo El Tropezón, en el Tigre, cuando se suicidó al ingerir cianuro de potasio en un vaso de whisky. El Lugones, tal el nombre del libro de Aira, está lejos de ser una versión novelada del suicidio del influyente intelectual que canonizó el Martín Fierro para establecer un paradigma de la argentinidad literaria. Aquí la biografía de Leopoldo Lugones, que se hace pasar por un cirujano llamado Ferraguto hasta que es descubierto, es puesta en la órbita de los cuentos de hadas dadaístas que conforman el corpus de la narrativa del escritor nacido en Pringles con base en el barrio de Flores. La novela, editada por el sello independiente Blatt & Ríos, fue escrita por Aira en 1990 y pone al autor de La guerra gaucha (1905) en un escenario disparatado, donde la comedia de enredos clásica se entrecruza con una noche paracultural de Batato Barea, Urdapilleta y Tortonese en el under de los 80.
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El Lugones de Aira viaja al Delta para pasar un fin de semana, pero el recreo donde lo reciben no tiene nombre aunque toda la acción se desencadena con un tropezón. De ahí en más, Aira va soltando sobre su personaje, cuya vida y obra es conocida, toda una serie de episodios disparatados que, como en un sueño, se entremezclan con reflexiones sobre su escritura, el hecho ontológico de escribir y ciertas coordenadas históricas.
Es la segunda vez de Lugones en un escenario de ficción si se piensa que el personaje masculino que aparece en la obra Susana y el viejo (1931, óleo sobre collage, colección Malba) de Antonio Berni se le parece demasiado. Ahora, en un original de hace treinta años que podría haber sido escrito esta semana sin que nadie lo note, es su última noche la que se sale del marco biográfico para entrar en el tropezón del delirio. Pero nada será igual para Lugones. Para el Lugones de Aira.