Cuenta chistes, no deja que le toquen el pelo y lleva un osito de peluche en los viajes: los secretos de Martha Argerich
“Sol Mayor”, una biografía ilustrada de la gran pianista argentina, revela sus hábitos y hobbies desconocidos; tiene prólogo de Annie Dutoit, una de sus tres hijas, que desentraña la obsesión por su larga cabellera
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Con las mismas manos mágicas con las que interpretó anoche en el Teatro Colón el Concierto para piano y orquesta en Sol Mayor, de Maurice Ravel, Martha Argerich pasa las páginas del libro Sol Mayor, que cuenta su historia de vida a los pequeños lectores. Escrito y editado por la periodista Adriana Riva a través del pequeño sello Diente de León, la biografía de la gran pianista argentina tiene prólogo de Annie Dutoit-Argerich, hija de del director Charles Dutoit, que dirigió ayer el concierto de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires en el inicio del ciclo Argerich.
“Cuando era chica, no entendía por qué todo el mundo admiraba a mi mamá. Me decían: ‘Es extraordinaria’, ‘¿Cómo es ser hija de una artista tan grande?’, ‘Debés estar orgullosa de tu mamá’. Yo no entendía por qué me hacían esas preguntas. Por supuesto, sabía que ella era pianista y que era famosa en el mundo de la música clásica, pero no sabía qué significaba eso, porque, para mí, mi mamá era simplemente mi mamá, a quien amaba”, dice Annie, que es actriz y subirá al escenario de Colón hoy y mañana para participar de La historia de un soldado, de Igor Stravinsky.
La hija de Dutoit y Argerich será la narradora del texto de Charles Ferdinand Ramuz. Con director musical de su padre y puesta en escena y dramaturgia a cargo de Rubén Szuchmacher, el elenco está integrado por Joaquín Furriel, Peter Lanzani y Cumelén Sanz.
Nacida en Suiza, Annie es licenciada en literatura y periodista, y este año protagonizó en el Teatro San Martín el unipersonal ¿Quién es Clara Wieck?, una obra musical centrada en la figura de la célebre pianista y esposa del compositor Robert Schumann. Instalada en Buenos Aires para ensayar el espectáculo, la actriz se reunió una tarde calurosa de verano con Adriana Riva, quien le contó sobre el proyecto de la biografía de su madre pensada para el público infantil. La idea le interesó enseguida y así fue cómo aceptó escribir la introducción, en la que destaca un “detalle” del personaje Argerich: su profusa cabellera.
“¿Cómo hablar de ella con todo lo que me significa y en tan pocas palabras?”, se pregunta Annie. “Decidí, en este pequeño texto, centrarme en un detalle que para mí dice mucho sobre ella: su pelo”. Cuenta, entonces, que cuando Martha era chica, sus padres la obligaban a cortarse el pelo muy corto e ir a la peluquería con frecuencia, “pese a que ya desde entonces no soportaba a los peluqueros ni que le tocaran el pelo”. Y hace una revelación: “A los quince años, cuando se mudó sola a Ginebra, se lo dejó crecer como un gesto de rebeldía, de independencia. Y, para acompañar esa liberación, decidió jamás volver a pisar una peluquería”. En su infancia en Suiza, la cabellera de su madre era para Annie “un faro tranquilizador: cuando la perdía de vista, me permitía encontrarla fácilmente entre la multitud”.
Argerich recibió el libro hace unos días de manos de su hija, que le sacó la foto que acompaña este artículo. Annie le contó luego a Riva que, a su madre, a quien le interesan las publicaciones para chicos, le gustó el trabajo y destacó las ilustraciones de Josefina Schargorodsky.
Lo que distingue esta biografía de otras tantas sobre mujeres célebres que se encuentran en las librerías es, por un lado, la excelente calidad de edición, impresión, escritura e ilustraciones. Y, también, el enfoque: además de la genial elección del personaje, Sol Mayor se destaca por la decisión de la autora de incluir no solo lo maravilloso de la vida de Martha sino sus pesares, obsesiones, miedos y frustraciones, además de las exigencias que enfrentó en la infancia con distintos maestros; entre ellos, Vicente Scaramuzza, “tan admirado como temido” que solía hacer llorar a los alumnos.
Además de narrar los avances de la niña Argerich con el piano, la autora cuenta en un momento una escena crucial que definió la vida de la artista: fue la noche en la que escuchó por primera vez en el Colón (a donde su madre la llevaba seguido, pero ella se quedaba dormida) el Concierto número 4 en Sol Mayor, de Ludwig van Beethoven. “Al escuchar los trinos del segundo movimiento, un escalofrío la recorrió de pies a cabeza, un shock eléctrico que la sacudió del asiento”. Y algo más: “Nunca se animó a tocar esa pieza en vivo”.
En una doble página, que funciona como separador de los hitos de su vida que están destacados con años clave como 1964 cuando nació su primera hija, Lyda, aparecen retratos de grandes compositores y qué opina Argerich de cada uno. Define a Johann Sebastian Bach como “el padre de la música” y a Beethoven, como “el dios”. De Robert Schumann dice: “Me toca profundamente, me llena los ojos de lágrimas” y de Wolfgang Amadeus Mozart, “Le tengo miedo. La expresión, en su música, es muy ambigua”. Si hay un compositor que la vuelve loca es Frédéric Chopin: “Mi amor imposible. Es caprichoso, atormentado y muy celoso: me hace tocar mal cualquier cosa”.
Con título “Lo que hizo para no tocar… y las condiciones en las que tocó”, Riva cuenta escenas del universo Argerich. Así, entre las primeras situaciones figuran esconderse debajo de la cama, cortarse un dedo y decir: “No me gusta, es muy solemne, creo que tengo fiebre, me siento rara, estoy cansada. ¡No quiero tocar!”. Sin embargo, hubo ocasiones en las que se subió al escenario con 39 de temperatura, una hora después de que le sacaran una muela, en silla de ruedas y hasta con una ceja recién cosida.
“No tiene sentido hablar de música. Hay que escucharla”, suele decir Argerich. “Tampoco se puede explicar a Argerich. Hay que escucharla”, remata la autora. En los próximos días, habrá oportunidad de escucharla en vivo en Buenos Aires tocando maravillas a sus 81 años. En el festival Argerich en el Colón, la pianista interpretará piezas de Ravel, Berlioz, Mozart, Bach y Prokofiev, entre otros compositores.
“Cuando interpreta una pieza nunca lo hace de la misma manera: busca y sigue buscando hasta último momento. La sorpresa se impone a la rutina”, dice la biografía, que es ideal para distintas edades: cada uno captará lo que le interese o le llame la atención de esa pianista prodigio de manos veloces y larga cabellera.
En el identikit Argerich, al final del libro, la pianista aparece con sus pelos revueltos ya grises. Entre otras claves cuenta que le gusta contar chistes y que ama los gatos. Y un secreto: “Cuando viaja, lleva un osito de peluche Paddington en la cartera”.
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