Cuaresma en tiempos de crisis global
Por José Ignacio Lopez
Para los cristianos se ha iniciado la Cuaresma, el tiempo que culmina con la Pascua, la fiesta máxima de los seguidores de Jesús. Con lenguajes diversos y matizados enfoques, la prédica propia de estos días que convoca a la conversión y se aplica a los problemas sociales es desafiada esta vez, aquí y en todas partes, por sociedades afligidas, angustiadas por el estallido de una crisis global sin precedente.
Una crisis que para la Iglesia no es sólo el resultado de dificultades financieras, sino que también tiene una raíz cultural y moral, como lo ha dicho y reiterado el Papa desde su mensaje inaugural del año.
Es también una oportunidad para establecer bases distintas para un nuevo orden económico internacional que abra paso a una globalización marcada por la solidaridad y la racionalidad, como se ha proclamado desde el episcopado latinoamericano, al recoger la cita evangélica a la que apeló Benedicto XVI: "Nadie pone un remiendo de tela nueva en un vestido viejo, porque lo añadido hará encoger el vestido y el daño se hará mayor".
De otro modo lo ha reiterado el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, al reclamar que las finanzas estén en función de la producción, el trabajo y el desarrollo.
Esta crisis que abre perplejidades y ahonda angustias se ve reflejada en los tradicionales mensajes cuaresmales porque resulta necesario redescubrir el sentido del ayuno, la oración y la limosna y tener la creatividad de aplicarlos al momento que nos toca vivir, como dijo el arzobispo de Córdoba, monseñor Carlos Ñañez.
Aunque tomó como marco de referencia de su mensaje la proximidad del Bicentenario e invitó a asumir la propia responsabilidad porque "estamos demasiado acostumbrados a ser jueces severos de la vida de los demás e indulgentes de la propia", el arzobispo de Santa Fe, monseñor José María Arancedo, advirtió: "No puedo decirme cristiano si la verdad y la caridad, el sentido de justicia y de paz, el espíritu de servicio como el amor a los pobres [?] no son para mí una exigencia de mi fe".
Para el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, la Cuaresma llega para despertar conciencias. "Nos acostumbramos a ver hombres y mujeres de toda edad pidiendo o revolviendo basura, a muchos ancianos durmiendo en las esquinas o en los umbrales de los negocios, a muchos chicos durante el invierno acostados sobre las rejillas de los tragaluces de los subtes para que les suba algo de calor? ¡Y el gran riesgo del acostumbramiento es la indiferencia!"
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