Cuando los versos se hacen canto
La artista confió sus poemas a varios compositores argentinos para que escribieran canciones sobre esos textos. El resultado de ese encuentro ha sido registrado en un disco
Es muy posible que el proyecto y su consecuencia material, el disco Parajes recién editado por el sello Cosentino, no tengan antecedentes conocidos. Por lo menos no en la Argentina. Una pianista que es también poeta le confía sus poemas a varios compositores argentinos (Gerardo Gandini, Marta Lambertini, Marcelo Delgado, Julio Martín Viera, Fabián Panisello, Juan María Solare y Javier Giménez Noble), que, al cabo de un tiempo, componen canciones sobre esos textos; canciones con las que, a su vez, la poeta acompaña luego en el piano a la soprano Graciela Oddone, la mezzo Susanna Moncayo y el barítono Víctor Torres, imprevisto autor además de algunas de las más bellas de esas canciones.
Silvia Dabul editó ya varios discos y publicó Lo que se nombra (Ediciones en Danza, 2006); aun así, había mantenido hasta ahora el deslinde entre poemas y músicas. "Mientras escribía los poemas, nunca pensé que pudieran tener música", explica Dabul con dejo mendocino. "Salvo dos o tres, los demás son textos que tienen más de cinco años. La verdad es que a algunos de ellos no los considero aptos para un libro, para ser leídos, sino que sólo tendrían que existir cantados. A cada compositor le entregué una cantidad de poemas. Fue muy raro, porque en general yo tenía una idea de qué poema podía elegir cada uno, y de repente elegían otro que nunca hubiera sospechado que pudiera tener música. No intervine para nada en la selección de los poemas. Solamente se los mandé por mail y después desaparecí".
De algún modo, fue evidentemente una colaboración, aunque de una variedad asimétrica, en la medida en que los compositores conocían la causa de su trabajo y podían imaginar su efecto; un efecto que la pianista desde luego ignoraba. "Me atrevería a decir que terminé de conocer a algunos compositores por la elección que hicieron de los poemas. Es lo que me pasó con Julio Viera, que se vinculó con el poema de una manera completamente inesperada para mí. Lo mismo que Marcelo Delgado y Fabián Panisello. Todos revelaron algún secreto. Se creaba una intimidad casi erótica con cada uno de los compositores. Uno accede a una zona de elaboración mental que no es solamente musical, es decir, qué textos eligieron y qué hicieron con la música. Panisello, por ejemplo, hizo algo muy violento con el texto, como si lo violara. Incluso metió en el poema una palabra que no es mía. Otros se relacionaron de manera más amable. Las dos aproximaciones me parecen válidas."
A Dabul no le gustaría quedar en esa zona gris en la que las cosas no pertenecen ni a la poesía ni a la música. Además, cree que se trata de competencias y sensibilidades que pueden tal vez tocarse pero no superponerse. "Cuando escribo me doy cuenta de que estoy tomando decisiones sobre la forma, y cuando toco la forma ya está dada. Son decisiones de distinto tipo. Aun así, tengo todo muy mezclado porque aprendí a leer y a tocar el piano casi al mismo tiempo, a los seis años. Algo se juntó ahí, y desde entonces no pude separar la zona literaria de la zona musical."
-Sin embargo, en los poemas no aparece nunca la pretensión de reproducir ni de imitar sonidos musicales...
-Eso es cierto. Y una cosa de la que me di cuenta es que los poemas que más elegían los compositores eran aquellos de los que la música quizás estaba más ausente, que eran más abiertos, con más zonas de silencio y espacio para ser intervenidos. A mi no me interesa la música como acompañamiento. Del texto y la música debe salir una tercera entidad. En cambio, noté que casi siempre los compositores elegían poemas con bastante ambigüedad y con imágenes visuales fuertes.
-¿Por qué llamó a los compositores que llamó?
-En principio, porque conocía sus obras vocales y porque me gusta mucho la música que escriben. Y, además, era gente que debía tener la suficiente confianza conmigo para decirme: "no se me ocurre nada, esto me parece una porquería". Por suerte, ninguno me dijo que no. Es casi milagroso.
-¿Y qué tienen Oddone, Moncayo y Torres para que los eligiera?
-Además de la perfección técnica, los tres tienen una enorme capacidad de comunicación. Moncayo suele incursionar en la música popular, y Oddone y Torres, en la música antigua. Son voces que no tienen un lirismo exacerbado; pueden cantar muy liso, con una voz prácticamente blanca.
Pero el entusiasmo por la edición de Parajes no disipa la lasitud que suele deparar la tarea concluida. "Desde que salió el disco, me pregunto para qué lo hice. Y la verdad es que no tengo muchas respuestas. Quizás, se me ocurre ahora, porque me hubiera gustado cantar." Cuando se le sugiere a Dabul la posibilidad de una rara transitividad del canto, lo acepta, un poco divertida: "Sí, a lo mejor esto fue un gran rodeo para hacerles cantar a otros lo que quisiera cantar yo."
© LA NACION
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