Cuando la muerte es parte de la ley
UN CRIMEN ARGENTINO Por Reynaldo Sietecase-(Alfaguara)-235 páginas-($ 21)
Un crimen argentino de Reynaldo Sietecase se instala cómodamente en una de las variantes de la novela policial argentina concebida después de la última dictadura militar. Como El tercer cuerpo de Martín Caparrós o El agua electrizada de C. E. Feiling, Un crimen argentino inscribe su trama policial en la serie de crímenes políticos perpetrados por el terrorismo de Estado. Por lo tanto, no hay un misterio por develar ni un enigma por resolver como sucede en el relato policial clásico, pues la historia del crimen -que transcurre en la ciudad de Rosario durante la dictadura- coincide con la narración de ese crimen: desde las primeras páginas, el lector sabe que Mariano Márquez, un abogado rosarino con antecedentes penales por estafas inmobiliarias e hijo de un teniente militar, fragua el secuestro extorsivo del empresario Gabriel Samid después de haberlo asesinado a sangre fría. El enigma por resolver, entonces, no es la identidad del criminal sino los caminos que tomará la investigación del caso para demostrar su culpabilidad, investigación que no está en manos de un detective amateur sino de un juez de la Nación, que busca restablecer algún orden en el ya quebrado ordenamiento jurídico de la dictadura. La desconfianza característica del género hacia la institución policial reaparece y se refuerza, ya que se trata de una policía que pone su violencia y su sagacidad al servicio de la maquinaria del terror de Estado.
Asimismo, Un crimen argentino retoma uno de los ideales más preciados de todo relato policial: la postulación del crimen perfecto sostenido, en este caso, en la sentencia que asevera "sin cuerpo no hay crimen". ¿Qué hacer, entonces, con el cuerpo del empresario? Mariano Márquez sabe -porque lo ha escuchado en las conversaciones de su padre militar y en las confidencias carcelarias de algún custodio- cómo mata la maquinaria del régimen militar y conoce también algunos de los procedimientos por los cuales "la gente no moría, simplemente se desvanecía en el aire". A partir de ese aprendizaje, Márquez reproduce ese saber sumergiendo el cuerpo del empresario en ácido sulfúrico hasta hacerlo desaparecer. Sin embargo, y a pesar de que al comienzo de la novela se sostiene que "hay cosas que desaparecen sin dejar rastro", la investigación judicial demuestra que los cuerpos no se desvanecen sin dejar alguna marca, que los desaparecidos dejan rastros.
Con un estilo narrativo que combina el suspense del relato de enigma con el distanciamiento, por momentos irónico, de la novela negra norteamericana, Un crimen argentino de Reynaldo Sietecase, periodista y autor de dos libros de crónicas y cinco libros de poesía, descansa excesivamente en la eficacia de los procedimientos narrativos del género policial, reiterando sus reglas de convención interna y sus códigos de reconocimiento. En la reincidencia de fórmulas conocidas, entonces, Un crimen argentino revela las conexiones entre el crimen, los jueces y la policía durante la dictadura militar y, a su vez, sostiene que no hay lugar para el crimen basado en motivos personales en el marco de un Estado criminal.