Cuando el soporte de la obra es la piel: la joyería revalida su lugar como expresión artística
Del diseño y la arquitectura a la escultura y el bordado, la Bienal de Joyería Contemporánea este año se expande en disciplinas y derrama su propuesta a países vecinos
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Memoria emotiva, conciencia ambiental, identidad regional, reflexiones globales. La joyería contemporánea revalida su lugar como expresión artística y cultural. Lo hace con más fuerza que nunca, desde la IV Bienal de Joyería Contemporánea que en esta edición cruza la cordillera de los Andes y también se realiza en Chile. Bajo la consigna de descentralizar, la iniciativa de la agrupación Joyeros Argentinos teje redes por toda la región. Las técnicas ancestrales y las nuevas tecnologías; los procesos artesanales y la mixtura de disciplinas. Diseño, arquitectura, artes visuales, escultura, bordado y fotografía: la joyería contemporánea articula distintos lenguajes, postulando al cuerpo como soporte y a las piezas como obras de arte para llevar en la piel.
“Contar y sensibilizar con piezas para el cuerpo dejando atrás el concepto de ornamento como objetivo”, explica Laura Giusti, creadora y coorganizadora junto con Paula Isola de la iniciativa cuya programación contempla 44 muestras, 500 expositores y más de mil piezas. La agenda de actividades que se desarrollan entre septiembre, octubre y noviembre consolida la apertura de sedes en Chile (Santiago) y Brasil (San Pablo), al tiempo que afianza a Buenos Aires como impulsora de la movida que hilvana en cada edición diferentes consignas. Puentes, Vecinos, Abran Cancha y ahora, CoDevenir, disparadores que incluyen intercambios, exploraciones y acciones artísticas individuales y colectivas.
La problemática de la migración está presente en las esculturas desmontables de Roxana Casale que, desde la serie Desplazados, reflexiona sobre el desprendimiento de los que se van y los que quedan: “Las piezas también se desplazan. Partí de la idea del espacio vacío, un núcleo hueco que se organiza en torno a una ausencia y funciona como un centro gravitacional”, explica la joyera, también artista visual, que desarrolló broches encastrados. Su obra forma parte de la muestra Todos somos uno, que se puede ver en el Museo de Arte Popular José Hernández (Av. Del Libertador 2373). Marita Sario y Vicky Biagiola también forman parte de la expo curada por Horacio Torres que integra el circuito Buenos Artes.
“Nuestras obras dialogan en tiempo y contexto, proceso continuo, que se recrea en la medida que se mantiene en movimiento. Nos juntamos para observarlas en sus poéticas y para entender el concepto del arte a partir de esa dinámica”, plantean las artistas. Sario, autora de la serie Conjuro, trabaja con pergamino de cabrito obras a gran escala que revalorizan la cultura originaria. “Mis piezas intentan reflejar una memoria ancestral que nos permite ver en contexto aquello que nos pertenece por herencia de habitar el suelo. El conjuro, entendido como como fuerza, artilugio necesario para hacer camino, fue el punto de partida para comprender y aceptar nuestra identidad mestiza”, señala Sario.
En tanto, la propuesta de la muestra Convivencia, en el mismo museo, reúne las piezas de Elvira Cibotti, Anne Luz Castellanos, Giselle Lekerman, Paula Botto Fiora y Gaby Squassini. “Convivir es habitar un mismo espacio donde las diferencias coexisten en armonía. En un mundo regido por la individualidad, la idea de convivir nos invita a pensar en el otro, nos enfrenta al desafío de incluirlo y a cuidar ese espacio compartido”, apuntan las artistas. Cuando a Elvira Cibotti le regalaron una bolsa con cáscaras de piñones de araucaria comenzó la exploración que resultó en Desasosiego: capas y capas de papel reciclado, hilos y baños de plata dan cuenta de los recursos (in)agotables en forma de collares y broches. “El plástico nos tapa, los incendios forestales no dan tregua, el concepto de perecedero se diluye”, dice Cibotti sobre el tema que la interpela. “Estos collares no pretenden adornar si no incomodar cuestionando la comodidad superficial en la que solemos refugiarnos”, apunta.
Por otra parte, Anne Luz Castellanos, joyera mexicana radicada en Argentina, recurre a las teclas y mecanismos de instrumentos musicales en desuso para “crear conciencia sobre la convivencia del ser humano con el planeta. Trabajo con instrumentos rotos, cuestiono el uso de animales, advierto sobre el calentamiento global”, dice Castellanos.
La muerte de su padre fue dolorosa y, al mismo tiempo, una oportunidad para homenajearlo. La despedida de Giselle Lekerman se materializó en instalaciones de metal y pintura. “La fábrica de pintura de mi papá siempre fue muy cercana para mi, por eso reúno ambos mundos como reencuentro necesario para sanar y seguir mi camino”, apunta la joyera que creó broches y dibujos con pintura chorreando, eslabones de plata, cobre y otros metales para honrarlo.
Ramas carbonizadas producto de los incendios que arrasan la flora y la fauna de la Patagonia; pájaros que huyen de un huracán buscando refugio; recuerdos grabados en estalactitas de pinturas que sanan el alma; espejos que devuelven una imagen distorsionada de nosotros mismos; desechos plásticos que invaden los océanos. “Siempre hay un resquicio de luz que permite una convivencia cómplice y creativa, en la que las miradas personales dialogan para construir un discurso colectivo”, escribió Estefanía Radnic para el texto de sala.
Desde Chile la asociación Joya Brava organiza un circuito de exposiciones simultáneas para subrayar la pluralidad de miradas que propone la iniciativa: “Es fundamental que la ciudadanía participe activamente, descubra el valor de este oficio, y se aproxime a las narrativas que nos invitan a repensar nuestro futuro,” invita Rita Soto, directora de la bienal en Chile, que desplegará muestras en Temuco y en sedes alternativas, como la Biblioteca Nacional y el Palacio Pereira, entre otros. En el Centro Cultural La Moneda, ubicado en el icónico Palacio de Gobierno, se inaugura el 6 de octubre Aseo Profundo, la muestra donde Paula Zuker, artista argentina radicada en Chile, explora el genocidio perpetrado en la Franja de Gaza a partir de fotos aéreas de campamentos de refugiados. En formato de broches, las piezas reflejan la tragedia humanitaria a partir del bordado serial que inició la autora. “Lejos de tomar distancia la mirada aérea permite dimensionar el tamaño de la catástrofe, la textura del abandono, el color del hacinamiento y la trama del daño”, señala Zuker, la joyera que interpreta al bordado como “una manera de estar presente”. En la expo participan Pamela Cavieres y Carolina Hornauer quienes indagan el concepto de limpieza y exploran el paso del tiempo y la transformación de la materia.
De piezas protectoras a símbolos de status. De adornos y ornamentos a objetos de deseo. “La joyería contemporánea resignifica el valor de la palabra y el objeto joya. A partir de una búsqueda estética, pero también de un cuestionamiento permanente y de una investigación profunda, busca forjarse una identidad”, señala Laura Giusta. Y agrega: “Lejos de la relación lineal entre cuerpo y objeto-adorno, la joyería contemporánea viaja. La travesía no tiene destino. Viaja hacia los límites del diseño, de las técnicas, del sentido, de la funcionalidad, de la estética, de la curiosidad; los fuerza, los empuja, los rompe. Ya no le importa ser bella. La joyería contemporánea viaja a través de la libertad”, concluye la organizadora de una bienal que mapea la región en busca de su propia identidad creativa.
Actividades, información y agenda en labienal.ar y joyabrava.cl
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